divendres, 8 de juny del 2007

El último servicio.

El caso de De Juana Chaos lleva camino de convertirse en un ejercicio práctico para las clases de ética en las universidades. Porque eso es lo que es: un problema moral, sólo secundariamente político y sólo terciariamente jurídico. Un problema moral cada vez más complicado y resbaladizo. Pero eso no será motivo para que no se trate aquí pues, como saben los lectores, en Palinuro no se escurre el bulto.

Vaya por delante que el señor de Juana no es un "preso político". Un preso político es una persona que está en la cárcel exclusivamente por sus convicciones y este señor estuvo, en un primer momento, por 25 asesinatos. O sea, es un asesino. Y en un segundo momento ha recibido una condena de tres años por amenazas. Desde el primer momento se sostuvo aquí que esa condena fue injusta, pero eso no lo convierte en un preso político sino en un asesino que, habiendo cumplido su condena, es injustamente retenido en prisión. Injustamente porque el segundo proceso que se le incoó fue un atropello que nunca debió producirse. Se produjo, sin embargo y el señor De Juana se puso en huelga de hambre. Cuando dicha huelga de hambre apuntaba a un final trágico, el Gobierno socialista -que ya había cedido a las presiones de la derecha española permitiendo que se incoara un proceso injusto- volvió a ceder ahora ante el señor De Juana y el independentismo vasco arbitrando un procedimiento atenuado de cumplimiento de la injusta condena. Es lo que pasa siempre con la socialdemocracia timorata y vacilante, que acaba pillada en sus contradicciones, lo cual es incómodo, pero me atrevo a decir que no tan malo como los triunfos de cualesquiera de los dos extremos que no son más que actos de barbarie al son de alguna fanfarria ideológica. Pasado el peligro serio para la salud del señor De Juana, el Gobierno vuelve a mandarlo a la cárcel en una decisión que es la que plantea el dilema moral que aquí se aborda.

El independentismo vasco dice que esa decisión es una venganza y el señor De Juana un rehén del Gobierno. Vayamos por partes. Este asunto puede considerarse desde un punto de vista pragmático, que es el que el independentismo aplica de hecho y entiende muy bien, y el punto de vista de los principios, que el independentismo dice aplicar pero, en el fondo, no entiende. Incidentalmente, cuando hablo del independentismo me refiero a sus dos rostros, el descubierto y el encapuchado, a sus dos lenguajes, el del político y el del asesino, puesto que, como se ve, emplea uno u otro, según le interese.

Punto de vista pragmático: no cabe hablar de venganza o de rehén, pero sí cabe entender que en los procesos políticos de tira y afloja hay concesiones, contraconcesiones, gestos, etc que, como todo el mundo sabe, dependen de los que haga la otra parte. Así que, desde el punto de vista pragmático resulta bastante estúpido encontrarse con el señor De Juana pendiente de una decisión que, si ha de serle favorable, tendrá un alto coste para el Gobierno y, sin más explicaciones, decretar la ruptura de la tregua precisamente en ese momento. Se entiende muy bien, pues se trata del habitual trágala, para tantear hasta dónde aguantan los gorrinos sin romper la baraja porque eso tiene réditos para el mundo terrorista, anima mucho a la chiquillería de la kale borroka, vivero de futuros terroristas y da seguridad a los esbirros dedicados a interpretar los crímenes en clave de emancipación histórica. Y, al fin y al cabo, sólo se trata de la vida del señor De Juana, que no es quien ha decretado el final de la tregua. Pero en algún sitio se rompe la cuerda y ahora los aprovechategis se encuentran con un fiasco, con De Juana de nuevo en la cárcel y, supongo, en una tercera huelga de hambre que esta vez pinta negro para él, el señor Otegi a punto de entrar en el talego por una temporadita y las gentes de ANV en el alero del Supremo. Un exitazo desde el punto de vista pragmático.

Pero no es este punto de vista el que a mí me agrada, aunque entiendo que es lo único que mueve los cálculos de los pistoleros pues, quien se arroga el derecho de asesinar a otro, ya se ha arrogado el de decidir por todos, amigos y enemigos. Que sus amigos no se quejen. Por lo demás, bien claro se ve: ni rechistan porque no se atreven.

Vamos al punto de vista de los principios: ¿que es eso de venganza y rehenes? El Estado de derecho no tiene tales cosas. Puede cometer injusticias y atropellos, pues es obra humana pero ni las unas ni los otros forman parte de su modus operandi. Al contrario, lo que hace es ponerles coto, siempre que se den, que son asuntos excepcionales. En cambio, ¿quieren Vds. saber quiénes recurren a la toma de rehenes de forma sistemática y como modus operandi para chantajear? Los independentistas rama encapuchados y sus cómplices, rama política. Miguel Ángel Blanco fue un caso claro y nítido de rehén ejecutado fría e ignominiosamente de dos tiros en la nuca mientras estaba maniatado e indefenso cuando el chantaje fracasó. A lo largo de los años del conflicto vasco se han hecho y dicho muchas cosas, pero ese crimen fue la más crasa evidencia de que los de las capuchas y sus amigos y cómplices son pura escoria moral. Y hay más: ¿quieren saber quién recurre, a la venganza como método de lucha y lo une a la toma de rehenes contra toda humanidad y principio ético? Los encapuchados y cómplices que tuvieron al señor Ortega Lara secuestrado durante casi dos años en condiciones de tortura que hubieran horrorizado a los nazis. Y así como los nazis, tras hacer lo que hicieron, podían cantar misa y hablar de lo que les diera la gana, estos pueden decir lo que quieran sobre la liberación de Euskal Herria o el amanecer del pueblo vasco. Son asesinos sin principios. ¿Queda claro?

Dicho lo cual, ¿que sucede si, como parece altamente probable, el señor De Juana Chaos vuelve a ponerse en huelga de hambre? Pues que el Gobierno tendrá un problema moral. Nunca debió promoverse aquel injusto proceso por los dos artículos de Gara; una vez promovido, lo único que cabía hacer era poner al condenado en libertad por la fórmula que fuera más expeditiva, por ejemplo, un indulto. Eso es lo que yo haría si fuera el Gobierno. Pero no soy el Gobierno, así que me limito a opinar sobre lo que veo y hacer algún vaticinio que otro. Mi opinión sobre el problema en concreto está ya bien clara: en contra de que el señor De Juana esté en la cárcel. Mi vaticinio es que el Gobierno aprovechará la revisión pendiente de la condena el próximo mes de agosto para acudir a alguna chapucilla que aligere la condición del preso siempre que las circunstancias se lo permitan. Y siempre también que el señor De Juana resista hasta entonces porque sigo pensando, en contra de la opinión de gobernantes y jueces, que si un hombre se pone voluntariamente en huelga de hambre no hay derecho a alimentarlo a la fuerza.