Lo peor que te puede pasar en la vida es que te tomen a chirigota. Que es lo que sucede con la derecha española en cualquiera de sus apocalípticas encarnaciones, como partido (el PP) dedicado a la agitación callejera; como emisora de radio (la COPE) consagrada a la propaganda vociferante; como periódico (El Mundo) maestro de amarillismo. Las tres instancias forman un bloque compacto de fabricación de consignas en la vida política y las tres juntas dan un espectáculo de esperpento. Tanto que el público se lo toma a eso, a chirigota. Que la señora Aguirre multiplique indefectiblemente por 10 la cantidad de asistentes a sus manifas de semanal periodicidad mueve a risa; que esos fantasmagóricos millones se conviertan en titular de alguno de sus periódicos, lleva la risa a la carcajada; que rueden luego por el hemiciclo, convertidas en dato de las intervenciones de los diputados derechistas convierten la carcajada en ataques de risa incontenible.
Es lo malo que tiene el esperpento, que su misma exageración destruye el efecto que se buscaba originariamente. Los tres hermanos Marx de la política española comenzaron su común aventura en la oposición mintiendo e insultando (el 11-M era obra de ETA y quien pensara lo contrario era un "miserable") y así han seguido al día de hoy, tres años después de su debut, sin apartarse un ápice del guión marcado: mentiras e insultos. La manifa del sábado pasado en Pamplona partía de una mentira (que el Gobierno hubiera empleado a Navarra como moneda de cambio en sus inverosímiles negociaciones con el independentismo vasco) y, como es habitual, discurrió entre insultos a Zapatero que, a estas alturas debe de ser el presidente más insultado de la historia de la democracia, como se deduce del artículo de Vicent ayer en El País, Insultos.
Es curioso que los estrategas electorales del PP no se hayan preguntado a qué se debe la baja puntuación que los votantes otorgan a su partido y a su dirigente, el político peor valorado, y aun hagan menos por contrarrestar la tendencia. Parece como si creyeran que una mala valoración sistemática se trocará después en votos por arte de birlibirloque. Y como si no vieran que, les guste o no, el estilo moderado, educado y hasta afable de hacer política del señor Rodriguez Zapatero y su gente (eso que ellos llaman despectivamente el "buenismo" o la bobaliconería) tiene muy buena recepción en la gente y se traduce en valoraciones que, sin ser muy altas, lo son mucho más que las del PP y en la segunda mitad del mandato, que es cuando suelen ser más bajas.
La cosa entra ya en barrena de catástrofe cuando las referencias al tremendismo, la vocinglería y la agresividad de la derecha se hacen en plan de chirigota y guasa, como las que les han llovido este finde. La broma del ministro Rubalcaba de que, cuando el PP jubile al señor Rajoy en 2008, podrá abrir una empresa de autobuses, o la sentencia del señor Rodríguez Zapatero de que los populares "mienten y callan" son torpedos en la línea de flotación del navío del PP, que ha perdido el rumbo.
Es muy difícil, por no decir imposible, restaurar el crédito de unas gentes que a un mes del comienzo de la vista oral del proceso por el 11-m, siguen empeñadas en sustituir la clara búsqueda de la verdad en sede judicial por una historieta por entregas repleta de intrigas y villanos que parece sacada de la literatura de cordel.