Después del post sobre la manifa de mañana, andaba pensando poner algo más optimista y casi caigo en la tentación de corear a lxs pelotxs que felicitan a nuestrxs jefxs de Estado y de Gobierno que ayer alcanzaron un acuerdo de mínimos para luchar contra el cambio climático y se han apresurado a venderlo como un exitazo mundo adelante. Un 20% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para 2020, desde luego, es más que nada; pero no nos lleva muy lejos. Y con la cuestión de las centrales nucleares sin resolver, por culpa de los franceses, el resultado del Consejo de ayer me parece pobre, aunque sea un paso en la buena dirección.
Tuve que buscarme otro tema más optimista y me fui a la parte norte de la Verde Erín, que acaba de realizar elecciones al Parlamento de Stormont, por ver si recupera la autonomía que el Gobierno de Londrés dejó en suspenso hace cuatro años y medio, a la vista de los desastres que estaban entonces produciéndose por cuanto los dos partidos radicalmente enfrentados (protestantes y católicos) no se avenían al cogobierno. Sin embargo, las nuevas elecciones han dado un ascenso de esos partidos, lxs protestantes unionistas ("leales" se llaman ellxs) probritánicxs, dirigidxs por el reverendo Ian Paisley del DUP (Protestantes demócratas del Ulster), con el 30,4 % del voto (subida de 4,4 puntos) y 36 escaños de los 108 que tiene el parlamento; y el Sinn Fein, brazo político del IRA, de Gerry Adams, con el 26,2 % (un aumento del 2,6) y 28 escaños. Es decir, el enfrentamiento se agudiza en términos numéricos. Sin embargo ahora la lectura es que el electorado desea que los dos se entiendan, que el fogoso Ian Paisley se avenga a compartir el poder con sus archienemigos los católicos.
El pato lo han pagado los dos partidos moderados, esto es el Partido Unionista del Ulster, de Reg Empey, con 15,2% del voto y 18 escaños y el Partido Socialdemócrata Católico, de Mark Durkan, con el 14,9% del voto y 16 escaños. Tampoco la Alianza (interconfesional) ha tenido un resultado brillante (aunque más de lo que esperaba) con el 5,2% del voto y 7 escaños, uno de ellos para una ciudadana nacida en Hong Kong, un caso de multiculturalidad claro. Hasta los verdes han conseguido colocar un diputado en Stormont.
Reina el optimismo, como digo, y el ministro británico para Irlanda del Norte ha establecido el plazo del próximo 26 de marzo para que haya Gobierno, plazo que dudo mucho que Paisley cumpla. Ahora o nunca, parecen decir los señores Tony Blair y Bertie Ahern (Primer Ministro de la República de Irlanda). El archiultra Bob McCartney, opuesto a toda cesión a los católicos y que considera un traidor al ultra de Paisley, ha perdido su escaño. Según un sondeo, el 87 % de la población quiere un gobierno de coalición. Mucha gente dice que ésta es la "recta final", que no hay marcha atrás, que en julio de 2005, el IRA destruía sus armas (¿por qué no hará lo mismo ETA?) y en enero de este año, Gerry Adams y el Sinn Fein reconocían los tribunales irlandeses y la nueva policía norirlandesa. Es más, el 20% de los efectivos de esta policía son ya católicos.
Optimismo, pues, de que se pueda poner fin a esa saga de violencia, terror y asesinatos que empezó aquel bloody sunday de 1972 que se ilustra en la foto. Y... aun así, sin querer ser aguafiestas: tengo que ver al reverendo Ian Paisley sentado en una misma mesa con el segundo de abordo del Sinn Fein, Martin McGuiness, tengo que ver que este anciano octogenario cede en lo que no ha cedido durante 30 años, en compartir poder con los odiados católicos. Sería ciertamente bueno y me gustaría verlo. Pero no sé si lo veré.
Y, por cierto, entre esto y el País Vasco en España, ni remota similitud, salvo en un punto: ETA podía hacer ya lo que hizo el IRA en 2oo5: desarmarse.