dimecres, 14 de març del 2007

El Papa pone orden.

Sigue la fronda integrista en la Iglesia. Después de su encíclica Deus est caritas, el Papa publica ahora un documento postsinodial, Sacramentum caritatis, con otra vuelta de tuerca para enterrar los resultados del Concilio Vaticano II y seguir con la obra restauradora de su antecesor. Y, sobre todo, para inmiscuirse como un inquisidor que es en la política italiana, en donde se debate hoy sobre la cuestión de lo matrimonios homosexuales.

La liturgia vuelve a la antigua usanza: sacrificio en latín y gregoriano con el oficiante de espaldas a los fieles, nada de concelebraciones (o las menos posibles) y fuera instrumentos musicales no tradicionales así como veleidades multiculturalistas. Eso del latín en la misa está muy bien y debe entenderse como la aportación de la Iglesia al proceso de globalización.

Celibato sacerdotal a machamartillo. Quien se hubiere hecho ilusiones (muy pocxs, supongo) de buscarse un acomodo en la vida, que las vaya perdiendo y, si faltan vocaciones, que la grey se reúna los domingos sin pastor. Al fin y al cabo, dice Benedicto XVI, Jesucristo murió virgen y él debe de saberlo bien. Es difícil vivir más desconectado del siglo. Bueno, en España hay algún arzobispo, como el de Jaca, que vive en la calle de Génova y en el paleolítico al mismo tiempo.

Definitivos son los propósitos papales sobre la familia y el matrimonio. Con típico abuso de sinécdoque, Benedicto XVI afirma que hay que proteger y defender a la familia. En realidad se refiere a la familia católica, nada más. Las otras son, dice, "contra natura", de donde se sigue que deben prohibirse. Los católicos, con su Papa a la cabeza todavía no han encontrado una razón convincente para demostrar que el reconocimiento del matrimonio homosexual ataque a la familia. Cualquiera pensará que es al contrario. Resulta ridículo decir que la ampliación de una institución supone un ataque a su continuidad. Por no estar amenazada no lo está ni la familia católica, que Benedicto bendiga. Lo que está en peligro con su posición es la posibilidad de los demás de organizar su vida como quieran al margen de lo que piense Su Santidad. Es esta fastidiosa manía católica de arrogarse derechos sobre la vida de los no católicos la que hace que la Iglesia tenga tan poco predicamente entre la gente.

Para entender qué sea esa familia católica en la concepción integrista basta cotejar el destino que Benedicto reserva a la mujer: esposa y madre, que se entere el personal de que la Iglesia está a favor del adelantamiento y la mejora de las mujeres. ¿Se le ocurre a alguien definir la condición del hombre como "esposo y padre"? Naturalmente que no, dado que no acaban ahí las posibilidades del varón quien también puede ser cura e, incluso, Papa.