diumenge, 11 de març del 2007

Campos de Níjar de nuevo.

Aprovechando que la Universidad nos ha alojado en el hotel Naturaleza de Rodalquilar, el centro del Parque Natural del Cabo de Gata, hemos decidido pasar el finde visitando estos bellísimos parajes. Al gozar de un régimen especial como parque, la zona entera se ha salvado del urbanismo depredador que ha destruido casi todo el litoral de la Costa del Sol y, aunque se permite construir en ella, se exige -y se consigue- que las urbanizaciones, tanto por sus materiales como por sus dimensiones y alturas, se integren en un paisaje que encandila la vista y alegra el alma. El interior es una especie de páramo, una superficie semidesértica, de tierra a veces caliza, a veces arcillosa, batida por los vientos que se cuelan por los valles que forman mil cerros de piedra volcánica sólo poblados de monte bajo. En el resto de la vegetación se entreveran las chumberas, los nopales, los henequenes y las pitas, entre los cuales asoman a veces grupos de eucaliptos, algunos pinos u olivos no muy crecidos y alguna higuera retorcida. De trecho en trecho, un molino derruido (frecuentes por aquí) o los restos de cortijos, hablan de tiempos pasados y ocupaciones que fueron pero ya no son. Las carreteras, bastante buenas, por cierto, se pegan al terreno y serpentean entre badenes, atravesando circos y campos sobre los que se desparraman las faldas de los cerros, invadidas de chumberas con las palas brillando al sol. Esta vegetación de tierra dura, cuarteada, desértica se anima de colores abigarrados y brillantes en los pueblos y ciudades en los que abundan las bouganvillas, las mimosas, los ficus, los naranjos y las palmeras.

A fines de los años 50 del siglo pasado, Juan Goytisolo, que gustaba de visitar estos parajes en verano, publicó aquellos impresionantes Campos de Níjar en 1959 que la Dictadura prohibió y que los jóvenes de los años 60 leíamos en lectura apasionada y encendida que hacía crecer en nosotros el propósito de enderezar tanta secular injusticia, abandono e incuria, de ayudar a unas gentes miserables, oprimidas, obligadas a abandonar el lugar en que habían nacido, para sobrevivir. Campos de Níjar fue un poderoso aldabonazo en la conciencia dormida de mi generación.

Si Goytisolo ha vuelto, que lo habrá hecho, dado que reside en Marruecos, se habrá quedado sorprendido del cambio de esta tierra y de sus gentes. A casi medio siglo de la publicación de su libro, gracias al turismo, a diferentes industrias y, sobre todo a las nuevas formas de cultivo con invernaderos, los campos de Níjar, toda la provincia de Almería en realidad, ha experimentado un gran desarrollo, las gentes viven dignamente (con las dificultades de todas partes), abunda el dinero, ya no es tierra exportadora de mano de obra. Al contrario, es receptora neta. En poblaciones como Campo Hermoso, a unos 20 km de Rodalquilar hacia el interior, el visitante parece encontrar tan solo marroquíes inmigrantes que trabajan en en diferentes faenas, especialmente en los invernaderos.

O tómese el caso de San José, el punto más importante en torno a Níjar. Cuando Goytisolo lo visitó se encontró un pueblo fantasma, del que habían huido los hombres en edad de trabajar, en el que sólo quedaban los ancianos, los enfermos de tracoma y otros males de tal jaez y algunas mujerucas; un pueblo en el que había un hálito de desesperación y muerte. Hoy es una próspera y brillante villa en cuyas calles, atestadas de comercios se alinean coches potentes, 4x4 o grandes marcas, que tiene cibercafés, varios bares, supermercados y, por supuesto, inmobiliarias, las empresas ubícuas en la zona.

Hasta encontramos uno de esos pintorescos ingleses expatriados que regenta una librería de viejo y se hace llamar David the bookman. Vive y comercia en un primer piso de una casita atestada de libros en su mayoría de bolsillo, en inglés, francés, italiano, alemán, español, holandés y sueco, que atestiguan del intenso tráfago de turistas en el lugar, un hombre que, mutatis mutandi, se daba un aire a aquel otro estadounidense que durante años regentó la famosa librería del Km. 0 en la rive gauche en París.

En menos de 50 años, San José, el pueblo fantasma se ha convertido en un lugar próspero, agradable, sonriente. . . Tengo mucho más que contar pero, como vamos a seguir y se me hace tarde, continuaré máñana, cuando, además, daré cuenta de un hallazgo bibliográfico que vincula a Goytisolo con Ortega y a los dos con Carlos III en Níjar.