divendres, 2 de febrer del 2007

La derecha y la democracia.

Ayer posteé sobre la izquierda y la democracia. Justo es ahora hacerlo sobre la derecha y referirnos al crispado (para variar) aquí y ahora de nuestro país, donde la derecha no sólo está, como dice José Manuel Roca en su libro, furiosa, sino verdaderamente rabiosa, frenética, casi en ese estado de pasión asesina que tan bien describe Stefan Zweig en Amok. Un comportamiento que hace recordar (así lo dicen gentes con experiencia y perspectiva vital suficiente para saber de lo que hablan, como Santiago Carrillo) la vesania antidemocrática de la derecha en los años 30, que llevó a la guerra civil.

En el post de ayer trataba de dar cuenta de las ambiguas, contradictorias relaciones de la izquierda radical (o revolucionaria) con la democracia. Las de la derecha han sido históricamente mucho menos ambiguas porque la trayectoria de conservadores, tradicionalistas, monárquicos, nacionalistas, legitimistas, fascistas, nazis, clericales y (en España) carlistas, por citar algunas de las formaciones políticas de las derechas en los dos siglos pasados se ha caracterizado desde siempre por una frontal oposición a la democracia: defendieron la monarquía absoluta, luego el voto de clase, después el voto censitario y nunca han llegado a acomodarse del todo con el sufragio universal. Una de las razones por las que los conservadores de la doctrina de la elección pública (al estilo de James Buchanan) pretenden reformar la Constitución de los EEUU para incluir en ella opciones políticas como el déficit cero es arrebatar márgenes de acción al parlamento y, en definitiva, a la ciudadanía. No se puede ir ya en contra del sufragio universal; pero se puede intentar reducir sus potencialidades.

En la España de hoy, el comportamiento de la derecha da que pensar sobre su compromiso con esos valores que invoca de continuo, el Estado de derecho y la democracia. Su estilo de oposición bronco, desaforado, agresivo y frecuentemente faltón convierte el debate político en una permanente diatriba que, probablemente, trata de asustar y hastiar a lxs ciudadanxs, a cuya mayoría, probablemente, desagrada ese clima de hostigamiento permanente. No sé si alguien ha puesto en marcha un "insultómetro", pero merecería la pena hacerlo para comprobar que raro es el día en que el señor Rodríguez Zapatero no se va caliente para casa con algún "Bambi", "bobo solemne", "incompetente", "zapatitos", cuando no cosas peores como "zETAp". El fácil recurso de decir que "todos los políticos son iguales" (tambien típico de la derecha) es falso: en las filas del PSOE no hay ni la décima parte de insultos.

Y no se hable ya de mentiras. Durante meses se estuvo diciendo que el señor Rodríguez Zapatero se había rendido a ETA, que había aceptado compromisos anticonstitucionales, que había admitido la autodeterminación del País Vasco o la entrega de Navarra. Luego de la bomba de Barajas, ETA señaló que el Gobierno había puesto siempre como límites la Constitución y las leyes vigentes. O sea, de concesiones, nada. Pero todavía no he escuchado a un solo político popular reconocer que todas aquellas afirmaciones eran invenciones, mentiras, patrañas para sacar partido. Como pensadas para sacar partido y réditos electorales son las cinco manifas (seis con la de mañana) que el PP ha auspiciado de acuerdo con sus correas de transmisión, la AVT o el Foro de Ermua, cuyos planteamientos son idénticos a los de la derecha: tumbar al Gobierno al precio que sea, incluso al del fracaso de la política antiterrrorista. De haber sido el PSOE el que hubiera tenido esta actitud, las acusaciones de traición se habrían oído en Cabo Cañaveral.

¿Y qué decir de la manifiesta coyunda entre determinados medios de comunicación y el PP? La truculencia de estos es fabulosa. Su cantinela permanente es que el PSOE y, por ende, el Gobierno, está al servicio del "monopolio" de Polanco (o "Polancone") o de PRISA. No se trata solamente de que el uso del término "monopolio" no tenga nada que ver con la realidad; es que la situación es al revés: la aplastante mayoría de los medios de comunicación sitos en Madrid mantienen una intensa relación simbiótica con el PP, al que dicen lo que tiene que hacer (por ejemplo, el señor Zarzalejos recomendando una moción de censura o el señor Ramírez una cuestión de confianza) y ello sin contar con los casos de "doble militancia", el señor Luis Herrero, periodista de la COPE y eurodiputado del PP o el de estx o aquel/la asesor/a de Génova y destacadx periodista de alguno de los periódicos de la derecha. Y en este terreno, por supuesto, la bronca con altavoces. El espectáculo de ayer em 59 segundos entre el señor Villa literalmente fuera de sí, lanzando todo género de improperios y los señores Sopena y Calleja, contestando más o menos del mismo modo implicó montar la bronca función con que el PP, heredero espiritual del franquismo, al que se niega a condenar o a desposeer de sus insultantes honores, trata de imitar al caudillo: apártense de la política, déjennosla a nosotrxs. O sea, de democrático, nada.

El permanente intento de instrumentalización de la justicia al servicio de los intereses partidistas del PP, justo lo que este partido acusa a los otros de hacer, en función de la acrisolada táctica "del espejo", es tan manifiesto que produce sonrojo: el juez del Olmo ha sufrido un verdadero linchamiento mediático en la instrucción del proceso del 11-M que la derecha judicial está empeñada en que presida el juez Gómez Bermúdez, quien ha tenido la falta de tacto y pundonor profesional de manifestarse en torno al asunto que iba a juzgar en el diario El Mundo, cómo no. La habitual tendencia de la derecha de emplear símbolos comunes para finalidades partidistas (como hizo con el ejército desde los años 30 a los 70 del siglo pasado, como está haciendo ahora con la bandera) alcanza grados de paroxismo con la judicatura. Tanto el partido como sus organizaciones periféricas han judicializado la política y se mueven a golpe de querella con el fin de que sean los jueces quienes paralicen la acción política de sus adversarios que ellos no pueden frenar como oposición porque, aunque el Gobierno sea minoritario en la Cámara, más minoritaria es la derecha, incapaz de sellar alianzas con ningún otro grupo parlamentario y los hay que, en el fondo, son más afines a ella que al socialismo.

Por último, reitero una idea que lei hace poco, procedente de la minerva del bloguero Hugo Martínez Abarca en el sentido de que toda esa monumental bronca (que si zETAp, que si traidores, vendepatrias, Españaserompes, bazofia rojelioperiodística y jueces/canallas, jueces/querubines) sólo trata de desviar la atención de la prodigiosa corrupción que rodea al PP en la gestión de los gobiernos locales y algunos autonómicos. ¿Alguien lleva la cuenta de los alcaldes y concejales encarcelados y procesados habitualmente por la corrupción del ladrillo? Porque el asunto, verdaderamente sería de risa sino fuera porque uno sospecha que no se trata sino de la punta del iceberg y de un iceberg que aplasta a los sectores mas desfavorecidos, las personas de ingresos más bajos y lxs jóvenes, cuyas posibilidades de adquirir o alquilar viviendas en corruptolandia son inexistentes.

A la derecha española le queda un trecho por recorrer para adaptarse a las mores democráticas, un trecho que recorrerá perdiendo elecciones.