dilluns, 11 de desembre del 2006

Quia pulvis es et in pulverem reverteris.

El dictador también, como todxs, era polvo y ha vuelto al polvo. Descanse en paz. Sí, descanse, porque en vida se dio grandes trabajos y no paró hasta enviar al polvo prematuro a muchxs de sus semejantes, tras haberlxs torturado. Un hombre detestable. Un asesino. Un asesino lleno de entorchados, engalanados y oriflamas. Un asesino bendecido por los curas y apoyado por muchas cancillerías occidentales.

El asesino Pinochet (a la izquierda en la foto de CTK-AP) admiraba a Franco. Llegó a España a rendirle el último tributo con el otro ya cadáver y no recuerdo si vino algún otro Jefe de Estado del mundo. Yo estaba fuera cuando Franco murió, pero no me parece que hubiera funerales vistosos. Aquella muerte fue un alivio para mucha gente, gente que enterró a su Caudillo casi de incógnito. Pero Pinochet estuvo a rendir tributo póstumo a su maestro. En efecto, igual que Franco, el chileno rompió su palabra, fue perjuro y traicionó al régimen que había jurado proteger. Su golpe fue menos cruento que el de Franco, pero no menos falto de escúpulos. La diferencia estuvo en la resistencia que pudo oponer la parte legítima, la traicionada; de tres años la República en España y de escasas horas el Gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, que carecía de todo apoyo militar.

Después, ambos dictadores gobernaron de forma muy parecida: tratando a la población como si lo fuera de un territorio ocupado, secuestrando, torturando y asesinando a quienes pudieran oponérseles. Hay otro asunto de interesante paralelismo entre el pinochetismo y el franquismo. En las dos dictaduras hubo un notable desarrollo económico; en Chile en la segunda mitad de los 70 y en España ya en los 60, asunto que el saber convencional al uso, en el caso de Chile, atribuye a la política económica monetarista y desreguladora estilo friedmaniano que la dictadura aplicó, sin que lxs economistas de esta tendencia hagan muchos ascos a que se lxs vincule con un régimen sanguinario. Lo que puede la vanidad de probar que las teorías de unx son las correctas. Y no lo son. El franquismo tuvo también un desarrollo espectacular sin recetas friedmanianas; al contrario, con un fuerte intervencionismo estatal en todos los frentes. En realidad, el desarrollo económico de las dos dictaduras (que las dos trataron de utilizar para legitimarse mediante criterios tecnocráticos) no tiene nada que ver con la escuela de Chicago y las pamplinas de monetaristas y keynesianos. Es, simplemente que, en las condiciones de dictadura y falta de libertad de asociación, de derecho de huelga, etc, la tasa de explotación se eleva como un cohete y, con ella los beneficios. La acumulación de capital se hace explotando más a los trabajadores a los que no se permite ni quejarse. Beneficios exponenciales, salarios intervenidos, subvenciones a las empresas, canonjías aseguradas, inversiones de alta rentabilidad con chanchullos con las autoridades, el Estado al servicio del capital, el desarrollo está garantizado con recetas friedmanianas, keynesianas y hasta de Garcilaso de la Vega.

Por desgracia para el asesino chileno, su paralelismo vital con el asesino español termina aquí. El invicto caudillo hispano murió en la plenitud de su poder, siendo Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos; es más, murió matando. Un mes antes había ordenado la ejecución de cinco miembros de dos organizaciones políticas que entonces se llamaban armadas (ETA y los FRAP -Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico) y más tarde, terroristas. Este otro, en cambio, sometido a las presiones internacionales y el contexto continental, tuvo que abandonar el poder, tratando de dejar un sistema tan "atado y bien atado" como el que había dejado Franco. Hizo aprobar en referéndum una Constitución que suponía, en la práctica, la impunidad penal para él y los suyos, y un sistema de tutela sobre las instituciones democráticas encomendado al ejército. Pero, al igual que pasó con lo que Franco había "atado y bien atado", a la vuelta de unos años, el viento de la historia había barrido todas aquellas represivas instituciones que ambos espíritus de carceleros y matarifes habían ideado, como si hubieran oído a Miguel Hernández:

"yugos os quieren poner/gentes de la hierba mala,/ yugos que habéis de dejar/rotos sobre sus espaldas."
El edificio represivo posterior a la dictadura cayó sobre la cabeza muerta de Franco pero sobre la viva de Pinochet, cuyos últimos años han sido una ignominia, un ridículo espantoso, un ludibrio, una puñetera vergüenza: perseguido por primera por el juez Garzón de España, detenido en Londres, sometido a un proceso legal democrático sólo consiguió salvarse de la quema mediante la vergonzosa connivencia del Gobierno de Londres y su disposición a mentir una vez más, haciéndose pasar por demente. Demente lo había sido toda su vida, desde luego, pero con otra idea de demencia. Luego, más persecuciones y "humillaciones" (uso las comillas para declarar que no es posible humillar a quien se degrada voluntariamente) hasta que se descubrió que, además de felón, perjuro, traidor, secuestrador, torturador y asesino, el hombre era un ladrón, pues acumuló una fortuna de lo que fue rapiñando de los dineros públicos de su país.

Leo en un última hora del InSurGente que el Gobierno chileno no decretará duelo, pero hará que se rindan honores militares. Gobierno de pendejos y caguetas. Honores militares a un ladrón, torturador y asesino de su propio pueblo. ¿Diré que me parece muy propio? En fin, supongo que Pinochet habrá muerto tranquilo porque, como dicen los terribles versos de Heinrich Heine, que encontré hace muchos años en un famoso libro de Raoul Vaneigem, y que traduzco bastante al pie de la letra:

"Sonriendo muere el tirano/porque sabe que, después de su muerte,/la arbitrariedad cambia de mano/y el despotismo no se acaba nunca."