Con elecciones a la vista, me da que lo más rápido de esta "célula" (¡qué nombre!) será su vida. Una vida fugaz. Una vida de breves horas como la de los insectos llamados efímeros, que carecen de aparato digestivo. Aunque aquí lo traían bien preparado, a juzgar por los sueldos.
Lo más gracioso es lo de "acción rápida", urgente. Suena a Task Force 1. Do quiera se detecte una amenaza, allá irá alguno de los 250 efectivos de diplomacia pública. Estos chicos son expeditivos. De "aquí te pillo, aquí te mato". En sentido figurado, es de suponer. Es el brazo eficaz del Estado, el que no se anda con pamplinas ni retóricas y acude a la acción directa, como los anarquistas finiseculares. ¿Un acto público en defensa del infecto separatismo catalán en algún lugar del planeta? Allá se lanza un cónsul o un embajador con la mismaa voluntad con que los anarquistas tiraban una bomba al patio del Liceu. El mayor anarquista, el Estado.
Nada, nada, "acción rápida" para evitar la repetición de la Leyenda Negra, para restablecer la reputación de España. "España Global", un globo de propaganda cuya mera existencia ya es prueba de lo inepto de su concepción. La reputación de un país no se hace o rehace repartiendo prontuarios y argumentarios más o menos amazacotados entre cientos de funcionarios, cuyo celo en la tarea combativa de la supuesta hegemonía del relato exterior independentista es más que dudoso. Y hasta es mejor que sea así porque cuando hacen suyo el propósito de bloquear o sabotear un acto en defensa del ínclito nombre de España, generalmente se ponen en ridículo.
La reputación de los países democráticos y Estados de derecho no las hacen o rehacen escuadras de asalto provistos de estadísticas o vídeos apañados a modos de kalashnikovs y en rápidos golpes de mano. La hace su historia, su tradición, sus aportaciones al avance y común bienestar de la especie.
Mi amigo Joan Casanovas, profesor de historia, me comenta que, a fines del siglo XIX, España contrataba pinkertons para espiar a los independentistas cubanos. Espiar o lo que fuera, ya que estos pinkertons eran tan expeditivos como los ingenios tras la "célula de acción rápida". No parece que se haya avanzado gran cosa.
Combatir en el extranjero la mala reputación de España no evidencia la intención de procurar que el país sea merecedor de mejorar su reputación, sino la de ocultar la muy mala que tiene. Porque, como es evidente, la mala fama de España fuera no se debe a la natural maledicencia de los vecinos, sino a la realidad interna, mezcla de corrupción e ineptitud del país. La mala fama fuera se genera dentro y quienes la airean fuera airean realidades. Negarlas no es remediarlas; es mentir.
La Leyenda negra no nace fuera, sino dentro y está hecha de relatos de españoles que causaban tal consternación fuera que dieron origen a lo que después se quiso negar bautizándolo como eso, una leyenda negra. Nada de leyenda. Realidad.
Como realidad ahora es que el gobierno del PSOE ha puesto en marcha un ministerio de propaganda a la vieja usanza, disfrazada de novedad celular a base de la agencia de Lozano y el ministerio de Borrell.
Porque nada de lo demás que se hace, dice o piensa en España mejora su mala imagen.
Calculen lo que podrían mejorarla estos dos.