El desvencijado navío hispano está encallado y zozobrando entre la mar bravía de un movimiento independentista que no ceja y los escollos del acervo comunitario en materia de derechos que no ceden.
La farsa político judicial escenificada en Madrid lo dice todo. El Supremo pretende juzgar con un ojo en el TEDH, y empieza por negar la entrada a los observadores internacionales con excusas pueriles que solo revelan talante autoritario. Ya todo el mundo se malicia lo peor y aún no hemos comenzado. De ahí la campaña del Estado en todos los horizontes, especialmente el propagandístico. En él se cree un águila, aunque su vuelo es siempre gallináceo. Al fin y al cabo, la propaganda es una invención de la iglesia católica, de los tiempos de la Sacra Congregatio de Propaganda Fide, hallazgo de los jesuitas allá por 1622. Esos mismos jesuitas (la Orden no muere) en cuyo colegio y universidad se educó Marchena, el jesuítico Radamanto de los indepes.
Pero este juicio político no hay quien lo salve. Es extraño que las izquierdas españolas no reaccionen con contundencia. Entre otras cosas porque si, quienes instigan el juicio, ganan, las siguientes serán ellas, enemigas de la patria. En fin, allá se lo guisen estas izquierdas que, de izquierdas, bien se ve, tienen ya poco.
Es absurdo llamar "normalidad" a una situación en la que se efectúa un traslado de presos como el que se ha hecho con los políticos catalanes. Ese increíble desfile de autobuses, motos, furgones, más motos, "with their red lights flashing in the night", esa narcisista pulsión de exhibir overkilling, trata de crear un clima bélico, como si se estuviera trasladando a peligrosos jefes rebeldes en medio de territorio hostil.
Esto está adquiriendo niveles grotescos, propios de la tribu que ama la tramoya y lo hiperbólico. Allá van nueve pacifistas que jamás han protagonizado violencia alguna, ni de palabra, algunos de ellos profundamente religiosos en la fe de Cristo que también invocan, por cierto, sus carceleros y sus sayones; alla van, digo, rodeados de motoristas como los heraldos negros de la muerte, precedidos de luces, sirenas, rodeados de furgones enrejados, enrejados ellos/as a su vez en compartimentos estancos. La crueldad no está reñida con la estupidez. Es más, suelen ir unidas. Véase el increíble vídeo de un guardia civil haciendo mofa de los presos y los manifestantes que, increíblemente, cuelga en la red.
La vicepresidenta Artadi requiere la investidura de Puigdemont, una vez efectuada la reforma reglamentaria correspondiente, con el ánimo evidente de abrir un segundo frente al gobierno, ya que tan guerrero se muestra. El segundo frente de un presidente Puigdemont eficaz investido por el Parlamento en ausencia forzada por una clara voluntad política y una literalmente absurda situación judicial.
Desde la sala del proceso, los independentistas aprovecharán la tribuna que la represión, malgré elle même, les ofrece para explicar al mundo la motivación de sus actos, el carácter pacífico y democrático de su pretensión y su legitimidad desde el punto de vista de los derechos fundamentales tanto individuales como colectivos. El reino de España tiene muy difícil, en realidad imposible, justificar por qué hay tal disparidad de derechos en dos Estado de la Unión Europea como Gran Bretaña y España, de forma que los catalanes pagan con la cárcel su pretensión de ejercer derechos que los escoceses ejercen libremente.
Y más difícil e imposible tendrá explicar por qué motivo el presidente de la Generalitat, investido por el Parlament, no puede tomar posesión de su cargo. Ese es el segundo frente, de consecuencias imprevisibles.