dimarts, 5 de febrer del 2019

De ángeles y hombres

Vamos a descansar un poco de la política. Un instante. Hagamos un periplo por las regiones celestiales, en donde habitan los ángeles, legiones de ellos. Seres incorpóreos, habitualmente fulgurantes, que nos acompañan desde nuestros orígenes, como individuos y como especie. Ahí es nada.

Una de las fuentes más nutricias de la filosofía contemporánea son las Tesis sobre la filosofía de la historia, escritas por Walter Benjamin en 1940, a las puertas del suicidio. Y, dentro de ella, la sucinta reflexión sobre el Angelus Novus, pintado por Paul Klee en 1920, que Benjamin adquirió en 1921 para no separarse nunca ya de él, salvo un breve involuntario lapso y la separación definitiva. La reflexión es sucinta, pero le vale al ángel de Klee el título de "angel de la historia"; la historia como la veía y la vivía Benjamin, como una catástrofe. Hay un tono apocalítico en ese ángel, a pesar de la aparente naïvité de la acuarela. Un ángel terrible. Y de ese ángel bebe parte importante de la filosofía contemporánea, la postmoderna, la anamnética. Ese ángel, dice Agamben, es el hombre contemporáneo.

¿Pues no dejó dicho Rilke para recuerdo de todas las posteridades en las Elegías de Duino, escritas hacia 1912, que "todo ángel es terrible? ¡Ah, sí, desde luego! dice Benjamin, pero es que, fíjate, aunque ese ángel de la historia, al final, trata de reparar los destrozos y despertar a los muertos, viene una huracán desde el Paraíso que se lo impide y lo empuja hacia el futuro. Sí, decía Rilke en el Libro de las imágenes en 1905, cuando los ángeles despliegan sus alas, se levanta un huracán con el que Dios escribe en el oscuro libro del origen.

Los ángeles, legiones de ángeles. Los hay de muchos tipos. Eran un tema favorito de Klee. Alguno especialmente adorable como el ángel olvidadizo, de 1939; es el lado más humano de los ángeles, que todos son tronos, dominaciones, virtudes... En el cuadro de la ilustración, de Rafael, El arcángel San Miguel vence al diablo, (1501) lo interesante está en la zona intermedia entre el arcángel y Satán. En esa zona es donde se figuran estar los hombres, entre los ángeles y los demonios. 

Pero, así somos los seres humanos, siempre hacemos trampa. Fingimos estar en el juste milieu de los sabios, entre Dios y el diablo, pero, en realidad, nos consideramos ángeles y, de estar en algún lugar medio, entre los ángeles y el mismo Dios, pues para eso es obra nuestra y no tiene nada mejor que hacer que ocuparse de nosotros. Lo reconocía hasta alguien tan pesimista como Hamlet al explicar qué obra maestra es el hombre: "en la acción, como un ángel; en comprensión, como un Dios" . Y en esas estamos desde entonces, como recuerda Agamben, sin saber a qué carta quedarnos. A veces prevalece el ángel, la acción y lleva al huracán de la historia, el "matadero" de Hegel. A veces prevalece el Dios, y el resultado viene a ser el mismo.

Si los ángeles son terribles, no te digo nada los Dioses.