dilluns, 21 de gener del 2019

El famoso "relato exterior"

La hegemonía del relato exterior independentista saca de quicio a los unionistas. El ministro de Asuntos Catalanes; Borrell, solo tiene ojos, oídos, boca para Catalunya. Su misión es épica, de reconquista. No solamente quiere combatir la hegemonía del relato independentista, sino la misma Leyenda Negra. 

Emplea todo tipo de recursos públicos para cortocircuitar la acción exterior de la Generalitat: mantiene premios en metálico para el mejor artículo en Europa sobre España, o sea, contra Catalunya; financia y difunde doctrinas unionistas en ponencias académicas, a modo de briefings para las embajadas; las rearma políticamente a base de PWPs; apadrina obras de gran impacto en contra de la leyenda negra.

Recientemente ha explicado el uso del cuerpo diplomático a modo de cosacos del Don, para reventar actos de Torra o, por lo menos, escrachearle un poco. El último episodio, a cargo de un cónsul en San Francisco, ha hecho más por la causa indepe que el discurso del propio Torra.

No es delirio catalanófobo de Borrell; es política de Estado. Borrell hereda ese pacto de la vergüenza por el que Margallo acordó enviar tropas españolas a los países bálticos (con cargo al erario español) para que los bálticos no le armen follones internacionales con la autodeterminación. Triste lógica la del tramposo: tiene que pagar para que no le saquen los colores. Y ahora resulta que esas tropas son catalanas. Es un espíritu que recuerda algo la idea de Trump de que el muro lo paguen los mexicanos, aunque parece que con más éxito. Es verdad que los ministros españoles gustan de enviar efectivos militares al extranjero con los más variados motivos. Fernández Díaz, el de Interior, enviaba pelotones de guardias civiles, policías, militares y monjas a Lourdes a bailar la yenka. Pero este envío de tropas tiene un fuerte aroma colonial. 

El Estado sirve para esto, para dedicar infinidad de recursos públicos a torpedear la acción exterior de la Generalitat que, a su vez, también ha de emplearlos para contrarrestar el torpedeo. Esta confrontación permanente no es un negocio para nadie y las estrategias de desgaste, un error. 

Catalunya mantiene la hegemonía de su relato exterior porque su causa goza de simpatía en los medios y la opinión internacional más movilizada que apoya una lucha de liberación de una minoría nacional. Le ayuda sobremanera la fosca imagen internacional de España, incapaz de convencer de que se trata de un Estado democrático de derecho. Y menos con explicaciones como las del cónsul de Frisco o las declaraciones de aquel otro ministro que aseguraba en directo en la BBC que las imágenes de la represión policial el 1-O eran falsas. Y se lo decía al que las había tomado. 

Es imposible hablar de Estado de derecho con presos y exiliados políticos.

Y con gente en la cárcel por dibujar chistes o hacer canciones.