Hipótesis, futuribles, conjeturas. Al hablar de Catalunya los medios no informan sin especular. Y hacen bien porque la política catalana carece de modelo o precedente. Es una revolución de nuevo tipo casi sin referentes como no sean algunas memorias históricas ya desvaídas.
Lo más probable es que todos hagan elecciones. No hace falta pretextar la no-investidura de Puigdemont, en Catalunya las habrá porque el independentismo tendrá que formular una propuesta frente a las sentencias del Supremo en un juicio que nunca debió producirse.
En España probablemente se harán por el resultado de los elecciones de mayo, europeas, municipales y algunas autonómicas que, como andan las cosas en el ruedo ibérico, puede deparar grandes sorpresas.
La doble posible cita electoral de los dos poderes hoy en España, el español y el catalán, alimenta todo género de especulaciones sobre el independentismo, En este caso, las especulaciones son de carácter concreto y más general.
Las concretas hacen referencia a las elecciones municipales y europeas. Sobre las municipales, las especulaciones son salvajes. Y seguirán siéndolo. Las elecciones municipales son un mundo propio en el que no hay regularidad, norma, consigna o criterio que valga porque cada ayuntamiento es, por decirlo llanamente, de su padre y de su madre. Toda la atención se centra en Barcelona, megalópolis municipal catalana y ahí se reproduce la infinita variedad nacional en menos metros cuadrados. Ante los galimatías, la prudencia aconseja silencio.
Las europeas, por razones extraordinarias, cobran una importancia especial que obligaría a replantear el saber convencional sobre ellas. Sigue la presión por la lista unitaria. Insiste la ANC y sus razones son poderosas. Afirma que si queremos hacer política nacional, habrá que ir como bloque nacional. Añado algo. El argumento de los de listas separadas es la maximización del voto, cuestión que, además, ha de compaginarse con el colegio estatal único. Pero esto contrasta con que la eficacia de la acción parlamentaria posterior es menor por cuanto los independendentistas se fragmentan en alianza con otras fuerzas y no concentran la acción en el objetivo común. Estas son cuestiones empíricas y de no muy gran relevancia, dada la cantidad de eurodiputados que pueden conseguir los independentistas. Es más el impacto simbólico del independentismo catalán unido. Tiene otro mensaje.
Las especulaciones de carácter general hablan de un agotamiento del govern, que será zanjado con la sentencia. De aquí a entonces se esperan más gestos y actitudes del presidente Torra, de esas que ponen nerviosos a sus compadres independentistas, según los tertulianos y analistas. Aunque más parece que son estos quienes pierden los nervios con un político/no político, cuyo aspecto de profesor despistado engaña sobre el contenido de su discurso que los medios no se cansan de tildar de "radical". La figura de Torra recuerda la de Danton en su decisión y claridad (ya se sabe, "radical") y en el destino que le tienen dibujado los medios unionistas. Echan mano del viejo dicho de que la revolución devora a sus hijos. Ahora no se guillotina a los amigos, pero sí se los aparta del gobierno, antes de que terminen de incendiar la pradera y el conflicto se salga de las normas de corrección parlamentaria.
Cada vez que Torra habla de "atacar el Estado injusto", levantarse contra la "injusticia", resistir a la opresión y enfrentarse a los enemigos causa irritación entre quienes quisieran mantener las buenas y suaves maneras. Claro que luego son estos mismos quienes plantean verdaderos ataques a la persistencia de la injusticia, como cuando el presidente Torrent pide la comparecencia de los presos políticos en la comisión parlamentaria sobre el 155. Son actos de ruptura, de audacia frente al enemigo, frente al cual Danton lanzó su célebre advertencia válida hoy para Catalunya: "Audacia, más audacia, siempre audacia... y Catalunya se salvará".