No, qué va. Son delincuentes, según la vicepresidenta del gobierno; son políticos presos, o sea, presos comunes. Porque, como sabe todo el mundo, los delincuentes y los presos comunes se ponen en huelga de hambre de tanto en tanto.
En Francia arde París y aquí arde Catalunya, aunque son incendios distintos. Pero incendios.
El movimiento independentista, explicado en la "verdadera" izquierda española como una cortina de humo del 3% de la corrupta burguesía, toma aires cada vez más gandhianos. Unos presos de conciencia, no violentos, injustamente encarcelados, ponen ahora en riesgo su vida por sus convicciones y levantan una ola de solidaridad y apoyo en Catalunya que vaya usted a saber hasta dónde llegará.
Entre tanto, los cerebros de la derecha, con la buena fe que los caracteriza, avisan a los catalanes de que un puñado de listos y aprovechados los han engañado y los han dejado tirados con dos palmos de narices. Perspicacia.
Los engañadores son los/as que están en la cárcel, en el exilio, en trance de confiscación del patrimonio. Los que se lo juegan todo. Y ahora dos, en huelga de hambre. Los que se juegan más que todo. Y los avisadores son los/as que llevan decenios robando a manos llenas y en algunos casos (todavía muy pocos ante los que habrá) tienen, sí, políticos presos; o sea, presos comunes, para uno de los cuales pide ahora "compasión" Aznar.
"¡Gandhi!", brama indignada la legión de publicistas de extrema derecha en todos los medios, "¡Martin Luther King, Nelson Mandela! ¿Qué se han creído estos indepes "procesistas"?
No se han creído nada. Son ellos mismos. La huelga de hambre de los dos Jordis intensifica la tensión del movimiento en Catalunya. En España, no sé. En la izquierda española, debiera. De momento solo se ha oído a los socialistas muy nerviosos en orfeón, asegurando que los presos tendrán un "juicio justo", lo que es contrario a la lógica, pues un juicio injusto no puede ser justo. De las otras izquierdas, las "verdaderas", no he leído nada. Y el asunto interpela directamente a la cultura política de esta tendencia que, en principio, actúa en política por convicción.
Del otro lado de la barrera, absoluto desconcierto, como siempre. El desprestigiado Tribunal Constitucional, contra cuya inmoral procrastinación va dirigida la acción de los dos Jordis, se justifica con profusas y confusas explicaciones que solo evidencian su mala fe. Este tribunal es una pieza esencial a la hora de acelerar o postergar los procedimientos, según interese al poder político.
Que en España los tribunales administran la justicia del príncipe se ve en la cantidad de veces que el gobierno, o sea, el príncipe, lo niega contra toda evidencia interna y externa. Cuando acaba de repartirse la cúpula del poder judicial según criterios de obediencia partidista y cuando sufraga los gastos de defensa del juez Llarena en un pleito privado en el exterior.
No me dirán que no es maravilloso contemplar los fastos de celebración del 40º aniversario de la Constitución con un artículo 155 recién empleado y dispuesto a serlo de nuevo, con cientos de personas perseguidas judicial y administrativamente, cuatro sometidas a confiscación patrimonial, seis en el exilio, nueve en prisión preventiva de más de un año y dos de ellas en huelga de hambre. Y todas, absolutamente todas, por razones políticas.
Un éxito de Constitución.
La huelga de hambre también incendia Catalunya. La situación de poder dual había llevado a una especie de marasmo o impasse. A punto de sumergirse en las elecciones europeas y municipales, el independentismo tenía al ralenti el motor del mandato del 1-O, Independencia/República. Abundaban las quejas por inacción, culpando a los partidos por supuestas claudicaciones autonomistas. Y, de pronto, la decisión de los Jordis pone por delante la otra vía. La sociedad reacciona con mayores reproches a los partidos, reprochándoles que hayan de ser los presos quienes den pasos adelante.
Sin embargo, son los partidos los que han puesto fin al aparente marasmo "procesista". Y en concreto, para mayor claridad, los huelguistas son uno del PDeCat y el otro de La Crida, ambos moderados en sus posiciones políticas. Los indepes están unidos, mantienen la iniciativa y marcan medios y fines. La sociedad, si no yerro, apoyará esta vía. La pelota, por tanto, está en el tejado de los partidos en libertad, y del gobierno interno y externo. La decisión de los Jordis obliga a adoptar medidas para cubrirlos y apoyarlos. Corresponde a la CUP, ERC y el PDeCat especificarlas.
Y corresponde a las instituciones, empezando por el Parlament, ya que ambos Jordis son diputados. Y siguiendo por los dos gobiernos, el del interior y el del exterior. La próxima fecha de presentación del Consell de la República el 8 de diciembre sería buen momento para que los dos presidentes explicaran la situación y orientaran la acción colectiva en el próximo futuro.
Donec Perficiam.
Donec Perficiam.