diumenge, 23 de desembre del 2018

No hay otra vía

Aunque parezca mentira, el ridículo consejo de ministros celebrado en la colonia ha sido muy útil.

Vinieron sobrados y generosos, manteniendo la provocación sietemachos sin enmendarla a pesar de los avisos, y se fueron corridos con el rabo entre las patas. Llegaron con abalorios para los nativos, como si fueran mercedes de generosidad socialdemócrata y no derechos de la ciudadanos. Vinieron a apalear a mansalva a título de escarmiento y no pudieron más porque los colonizados no caímos en sus provocaciones. Traían preparado el rollo de la evangelización, es decir, sus habituales mentiras sobre las proporciones de indepes/no indepes y la imaginaria fractura de Catalunya. Y lo que vieron les llenó de espanto: una sociedad unida en contra del colonialismo español.

Si tan seguros están de que la independencia no es mayoritaria, ¿por qué no permiten un referéndum de autodeterminación para salir de dudas? Como en Quebec y Escocia, vamos. A nosotros nos parecería de perlas porque contamos con un apoyo del 80% a la petición de referéndum (Sánchez, tocando el techo, pide 75%) y un 59% de apoyo a la independencia. O sea, vamos tranquilos. ¡Ah, no! dicen muy dignos: es que para nosotros no es cosa de cantidades sino de principios: la soberanía, el pueblo, la unidad, la nación, bla, bla, bla. Al parecer los canadienses y los británicos no tienen principios o bien los catalanes tienen menos derechos que los escoceses y lo quebequeses. Y así es. Pero no porque sean inferiores, sino porque el régimen colonial español administrado por el PP o el PSOE no admite que los colonizados ejerzan la plenitud de sus derechos y puedan emanciparse democrática y pacíficamente. Lo que habla aquí por boca de estos seudodemócratas de la izquierda es el miedo a perder el referéndum. 

Y como no lo admiten y están dispuestos a hacer lo que sea literalmente lo que sea para impedir el derecho de la gente a votar su propio destino, tres conclusiones son de rigor:

Primera.- No hay posibilidad de referéndum pactado de autodeterminación con el Estado español, lo administre el partido que lo administre. Solo queda por tanto la vía unilateral. No violenta, pero unilateral. No hay otra. Si la hubiera, sin duda la exploraríamos; pero no la hay y, por tanto, solo el pueblo de Catalunya liberará a Catalunya de la opresión española.

Segunda.- Como no hay arreglo, los gobernantes socialistas (cuya calidad intelectual y moral es ínfima) echan mano de sus ideólogos, a ver si estos pueden sacarles las castañas del fuego. Son los que llevan años diciendo que en Catalunya no pasa nada y que el independentismo es un soufflé. Ahora tienen que salir, plumillas y paniaguados del régimen en sus periódicos, radios y televisiones, a articular su abanico de patrañas en defensa de sus amos en divertidísimos refritos:

1ª) Dicen amargamente que los insultamos. Ellos que no dejan de llamarnos fascistas, nazis, xenófobos, racistas, supremacistas, necesitados de desinfección (Borrell), delincuentes (Calvo) y Le Pens (Sánchez). Una batería de insultos en que rivalizan con sus amigos de la SCC (cuyo presidente ha sido destituido por presunto ladrón) o de Vox, una tropa de franquistas.

2ª) Articulan una defensa del régimen del 78 con criterios exclusivamente de legalidad positiva (sin mención, claro a legitimidad alguna que, aquí, viene directamente de Franco), del respeto a la ley y la Constitución. El mismo punto de vista que el PP, en cuyas filas militan sujetos que votaron contra la Constitución que hoy ellos y sus monagos del PSOE utilizan como arma arrojadiza. Llaman, como el PP, Estado de derecho a un Estado corrupto, podrido, franquista en el que los jueces, muchos de ellos prevaricadores, están al servicio del poder político... siempre que sea de la derecha. A los socialistas solo les queda la función de embellecer esta basura, el papel de comparsas complacientes, cosa que hacen de mil amoress.

3ª) Tratan de reducir la "cuestión catalana" (que no existe, que es la cuestión española) a un problema de legalidad hic et nunc, ignorando su dimensión histórica. Muestran así su miseria moral al racanear con el asesinato de Companys e imponer por fiat mesetario el nombre del aeropuerto que les da gana, dejando clara su pertenencia a la familia postfranquista de la venerada transición. Estos socialistas hicieron una ley de la Memoria histórica enclenque e hipócrita que, en el fondo, les molesta tanto como a Vox y por eso se oponen a que los franquistas sea extraditados a la Argentina o el Parlamento puede averiguar los latrocinios del ahijado de Franco, Juan Carlos I, el Campechano.

Tercera.- No haya duda de que intentarán volver a Catalunya (si no nos libramos antes de ellos) en compañía de la Manada Nacional, con el PP, C's, Vox y Podemos en el furgón de cola. ¿A qué?

A tratar de imponer otro 155, como el que ya impusieron entre el PP y el PSOE con un PSOE pidiendo que fuera especialmente duro y amenazando luego un día sí y otro  no con volver a emplearlo. Aunque hacerlo sea una prevaricación añadida.

A meter más gente en la cárcel, mandarla al exilio o confiscar sus bienes como buena organización socialfascista. Si los gobernantes y sus aliados de Podemos tuvieran una miaja de decencia, en lugar de chantajear a los presos y rehenes políticos, los hubieran liberado. El maullido de algunos ministros de que esa es cuestión judicial y que en España hay división de poderes es una tomadura de pelo hasta en la casa de quien la esgrime: en primer lugar porque no es verdad que haya separación de poderes en España, como se ve en los contubernios de los dos partidos dinásticos para asegurarse su cuota de poder y mangoneo en la judicatura y, en segundo, porque igual que el gobierno anterior los metió en la cárcel (pues fue el gobierno, valiéndose de unos jueces serviles), este puede sacarlos. Lo que sucede es que no quiere porque está de acuerdo con perseguir penalmente las opciones políticas que no le gustan. Qué tenga esto que ver con la izquierda, con cualquier izquierda, es un misterio mayor que el de la santísima trinidad

A impedir por la fuerza bruta que la gente pueda votar, impedir que los catalanes ejerzan un derecho solo reservado en monopolio al llamado "pueblo español" que comprende a la fuerza el pueblo catalán, despojado a su vez de su derecho.

Y a este fascismo típicamente español en contra de Cataluña, como siempre, lo llaman democracia.