dimecres, 1 d’agost del 2018

Hechos; no solo palabras

Obvio, ¿no? Hay que hablar. Díganselo a ustedes mismos. El bloque independentista no ha hecho otra cosa que pedir hablar y hablar. Para algunos, incluso demasiado. 

Sí porque, palabras por palabras, ¿con cuáles nos quedamos? ¿Con las del monarca, según el presidente Picornell, (Humpty Dumpty en Mallorca), ofreciendo dialogar con los malvados separatistas? ¿O con las de los 181 militares retirados ensalzando la figura de Franco frente al socialismo separatista y rojo-masónico? No son "casos aislados" de exceso de celo guerrero. Es una posición de cuerpo. Son los retirados, pero eso solo quiere decir que los de servicio activo no quieren que los empuren. Pero muy probablemente piensan de igual modo. Si puede llamarse pensar a eso. 

A la hora de decidir con qué palabras nos quedamos no es ocioso recordar que el rey es el capitán general de los ejércitos, de los activos, los pasivos y los contemplativos. A una orden del mando, todos acudirán raudos a ocupar los puestos de "mayor fatiga y riesgo", como dicen que hacía su caudillo. Así que, ¿cuáles palabras cuentan? 

Palabras por palabras, las de la Generalitat son como lenguas de fuego. El MHP Torra reitera el veto al monarca  en todos los actos institucionales. Por supuesto, no al ciudadano Felipe de Borbón. Este es libre de desplazarse por la República Catalana. Más que palabras, ya son hechos. Abren la cuestión de si esta actitud puede ser tolerada sin merma sustancial de la autoestima española. Y más aún: según Torra, Felipe VI ha dejado de ser el rey de los catalanes.. Sospecho que nunca lo ha sido o no de una gran parte. Y tampoco le importa. Loss Borbones no son reyes de pueblos, sino de territorios. Felipe es rey de Catalunya por ser rey de España. Y ¿qué es España? Lo que quede después de cada fracaso, metedura de pata, desastre civil originados por esta dinastía del ocaso. 

Las palabras ya no dicen nada. Faltan los hechos. Hechos si se quiere evitar que los desafueros cometidos en los últimos tiempos se combinen en un espectáculo doblemente destructivo: de un lado los procesos que faltan de la Gürtel, a los que se siguen añadiendo casos al día de hoy  como la imputación de todo el gobierno de Ruiz Gallardón por cuestiones anteriores a su desempeño como ministro de Justicia. Un gobierno mezcla de mafia neoliberal y secta del Opus.

De otro, la farsa de un proceso político disfrazado de judicial en contra del independentismo. Un proceso inquisitorial en el que se pretende condenar a unas personas por cometer un delito que no han cometido. Es decir el delito es su ideología independentista. Y esa injusticia va a estar patente a los ojos del mundo, muy especialmente Europa que ya se ha visto involucrada en el conflicto por la justicia de Peralvillo forma  castizamente española de enfocar lo que en otros lugares se conoce como "derecho penal del enemigo".

Hechos solo hay uno capaz de desbloquear la situación: liberar a los presos políticos sin cargos. No se amilanen. Busquen la fórmula, que la encontrarán como encontraron la de encarcelarlos con acusaciones fabulosas. Hagan un poco de prospectiva. A la vuelta del verano y tras la Diada de este año, o ustedes negocian un referéndum de autodeterminación o se lo convoca unilateralmente la Generalitat.

La convocatoria dependerá de otros avatares como el posible retorno a España de Puigdemont para ser investido presidente. En este caso, las elecciones acabarían siendo un referéndum sobre un proyecto de Constitución de la República Catalana independiente, producto de un proceso constituyente para el que se dispone de mucho tiempo, pues las elecciones catalanas serán en diciembre de 2021. 

La cuestión no es el tiempo sino el hecho de si el Estado español puede tolerar un proceso constituyente en una de sus partes. Cosas más raras se han visto, pero es dudoso. Mil fuerzas empujarían al gobierno a interrumpir y prohibir el proceso constituyente. Y a partir de ahí, el guion se emborrona: ¿más gente a la cárcel? ¿más al exilio? ¿más represión? ¿Hasta cuándo?

El referéndum pactado de autodeterminación de resultado vinculante con observadores exteriores es inevitable. Cuanto antes de haga, mejor. No hay otra forma de salir de dudas.