Los periodistas, locutores, publicistas que militan en el machismo sin complejos están de enhorabuena. Van a tener trabajo atacando a las feminazis, las violadoras, las falsas violadas, las excitadas sexualmente y demás necedades del hirsuto ideario del macho ibérico. Las actividades feministas (por darles un nombre que se les está quedando pequeño) tienen un impacto enorme en la sociedad y no solo entre la clase política y los partidos, obligados a feminizarse de verdad; también en otros ámbitos sociales, empresariales, funcionariales, mediáticos. El movimiento interpela a todas las mujeres y cada vez más de estas, en zonas mediáticas privilegiadas, se ven obligadas a abandonar la ambigüedad y defender un feminismo más consecuente, incluso radical. A la vista del cierre de filas del patriarcado en todo el arco penal, desde los delincuentes hasta los jueces y juezas que los juzgan, es preciso revisar el alcance de los términos.
¿Qué significa feminismo radical en una sociedad que encarga un estudio sobre el tratamiento jurídico de la violación a un órgano compuesto por veinte varones? Sí, el escándalo ha sido simultáneo a la noticia y casi al instante se ha dicho que ese órgano tan viril se vería iluminado por las consejas de unas cuantas catedráticas y juristas. Es la época del "tiempo real". Es de esperar que esas mujeres introduzcan algo de razón en el órgano deliberante proponiendo que, antes de deliberar acerca de lo que no sabe nada, procure informarse llamando a declarar a distintos sectores de mujeres con conocimiento directo de las circunstancias de eso que, al parecer, es tan difícil de entender, la violación.
Pero este es un asunto más en el plan general de lucha contra el patriarcado que debe ampliarse como de hecho está sucediendo ahora mismo con los hashtags en las redes en que las mujeres publicitan en masa los casos de agresión y confrontan a los hombres con una especie de memoria colectiva. Todo lo que sea exposición pública de la subalternidad de las mujeres contribuye al mismo fin. Aunque pueda parecer alejado. La aplicación obligada de la perspectiva de género, que se olvida muchas veces, cuando no se soslaya sin más, lleva a reconsiderar hasta los pilares de la cultura. La literatura, por ejemplo, en cuanto forjadora de modelos humanos, héroes y heroinas, tiene un aspecto muy distinto cuando se considera desde esa perspectiva. Basta con pensar en el ideal de mujer que consagra el Romanticismo, todo él, y acuñada también por mujeres. Puede parecer alejado, pero no lo es. Aquellos modelos condicionan los nuestros. Son herencias que llevamos.
Todavía hoy hay quien dice que los piropos son una forma de cultura popular y sana libertad de expresión de un pueblo jacarandoso. Pues eso. Hasta el feminismo más radical será siempre moderado.