Bueno, pues jornada de alfa y omega. Empezamos el día en la calle, en la mani por la libertad de los presos políticos y lo terminamos tragándonos íntegra la entrevista que le hacía después Vicent Sanchis, el director de TV3, a Puigdemont en Berlín pasmados ante el arrojo del entrevistador sobre quien pesa un 155 mediático que ahora se recrudecerá vía tribunales.
La avenida del Paralelo presentaba este aspecto, más o menos hacia su mitad, quizá en Poble Sec. Hacia delante, el puerto. Hacia atrás, desde aquí, en dirección a la Plaça d'Espanya, otro tanto. En realidad, la foto está tomada a la altura de la cabecera, de la que acompaño también una imagen más abajo. La multitud era impresionante. Por la cantidad y la civilidad. Las papeleras a rebosar al final, pero ni un papel en el suelo.
La guerra de cifras acostumbrada se mueve en una gama de 315.000 según la guardia urbana y 910.000 según el CEEC, Centro de Estdudios Estratégicos de Catalunya. Tómese la cantidad que más plazca. En todo caso, cientos de miles. Cientos de miles de ciudadanos se echan a la calle un domingo por la mañana y la tiñen de amarillo para reclamar la libertad de sus presos políticos. Ya tiene mérito y es una prueba de fuerza pacífica y democrática. El amarillo ese que, en forma de lazo, parece ofensivo a no sé qué ministro. Pues ahí iba una ofensa casi como un dragón chino con un lazo a modo de veneranda imagen.
La cabecera es un programa: Por los derechos, las libertades, la democracia y la cohesión. Os queremos en casa. Vertiente política y vertiente humana de una formidable acción colectiva que ha tenido amplia cobertura internacional. Una movilización en masa coordinada por las asociaciones, ANC, Ómnium, los CDR, que el Estado pretende criminalizar convirtiendo la desobediencia civil en terrorismo y por la voluntad de auto-organización de la gente, patente a nada que se miren las redes virtuales en conexión con las materiales.
Si el Estado cree contener y menos reprimir o extirpar este movimiento considerándolo como un problema de orden público reservado a la policía, los jueces y las cárceles, vive en otra realidad paralela.
Por la noche, la entrevista de Sanchis a Puigdemont, absolutamente recomendable. Una hora y cuarto de un recorrido exhaustivo de la cuestión España-Cataluña en serio. Entre la multiplicidad de asuntos tratados que iban de lo general a lo concreto, de lo teórico a lo práctico, cabe trazar una distinción: los ideológicos, estratégicos y los tácticos, de cálculo. Estos últimos, muy variados (si elecciones sí o no, govern y 155, relaciones internas al bloque indepe, etc) son, por naturaleza, opinables, unos más convincentes que otros y no hacen aquí al caso.
Lo esencial de la entrevista afecta al terreno más declarativo, ideológico, estratégico, que se formula entreverado a lo largo del discurso presidencial. En concreto en manifestaciones consecutivas: el principio de legitimidad y el toque gaullista. Puigdemont deja claro repetidas veces que es el presidente legítimo de la Generalitat, ratificado por el Parlament. Esa legitimidad le viene dada, a su juicio, por el mandato popular formulado el 1-O y el 21 de diciembre e interpreta varias veces la manifestación por la libertad de los presos políticos como una reafirmación de dicha voluntad. La legitimidad tiene una base popular que sus adversarios tachan de populista con escasa razón.
Esa legitimidad adquiere un tono gaullista cuando se especifica el sistema dual de la Vª República francesa organizada según quería el general De Gaulle: una jefatura de Estado, aquí llamada Consejo para la República, obviamente presidido por Puigdemont, y un govern para los asuntos internos en el arco estatutario... hasta donde se pueda. En realidad, el toque gaullista brotó ya en el momento en que, siendo Catalunya invadida por el 155, Puigdemont y su gobierno se exiliaron. Luego no ha hecho sino consolidarse. Hasta el punto de que sus enemigos lo acusan de bonapartismo, algo en la tradición gaullista. Por la vía metafórica, esa riada pacífica, democrática, cívica, viene a ser como los poderes de esa legitimidad. Puigdemont la personifica, pero no la agota porque emana de un entramado común y unitario de acción de organizaciones sociales, partidos políticos, instituciones, sectores profesionales, todo tipo de asociaciones.
Por eso insiste el entrevistado en que siendo el movimiento unitario pero plural en su interior, así lo será el Consejo para la República.
Porque esto va de República.