divendres, 13 d’abril del 2018

Fin de trayecto

Ayer se lo maliciaba Palinuro, perro viejo conocedor de las gentes: el juez Llarena no dejaría salir a Sánchez a su investidura diciendo que la decisión del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas no le vincula. Sin duda. Ni ese comité ni ningún otro comité terrenal. Solo le vincula la voluntad divina, y en cosas celestiales. En todo lo demás, él decide omnímodamente. El Comité dirá lo que quiera pero a él le consta que, si Sánchez sale, hay gran riesgo de reiteración de la actividad delictiva que se le supone, porque aún está por probar. Pero eso no importa. A fuer de agudo, el juez es zahorí. Aunque quizá poco pragmático. Si tanto le consta que el pérfido Sánchez proseguirá su hasta ahora inexistente actividad delictiva, su interés, sin duda, es dejarlo salir por si, en efecto, cumple su premonición y delinque y así quizá pueda él acusarlo por el segundo delito si no lo consigue por el primero. 

No todo han de ser noticias ridículas de los tribunales. También las hay serenas. El juez que ha tomado declaración a la temible terrorista detenida el día anterior y llevada a su presencia como si fuera una comando suicida, la ha puesto en libertad bajo fianza y ha descartado imputarle delito de terrorismo como pedía el ministerio público, dejándolo en desórdenes públicos. No es tan imaginativo como el del bombástico fiscal. Parece ser tradición en el oficio emplear prosas flamígeras para aliviar la sequedad judicial. Terrorismo llamaba el fiscal a un corte de autopista o cosa similar. Estoy esperando a ver cómo califica un atentado con muertos. 

La fiscalía no se anda por las ramas. El gobierno necesita probar que en Catalunya hay violencia, terrorismo, atracos a la luz del día, atentados y bombazos para aplicarle la plantilla País Vasco que tan buen resultado dio a los de su cuerda a finales de los años 90. El por entonces superjuez Garzón, hoy dirigente de la izquierda desperdigada, instruyó una macrocausa contra el independentismo vasco al grito judicial de todo es ETA. Se detuvo y procesó a decenas de personas, se ilegalizaron asociaciones y partidos, se encarceló a sus dirigentes, se cerraron dos periódicos, Egin y Egunkaria y se mandó al trullo a quienes los hacían. Todo para que los tribunales reconocieran muchos años después que aquello había sido ilícito, que los periódicos no debieron cerrarse ni la gente ir a la cárcel. Años después también se acababa ETA  que, sin embargo, no se ha acabado. Éxito, pensaron los estrategas políticos y judiciales de la hazaña. Lo mismo pasará en Catalunya. El independentismo es terrorismo y, por tanto, todos a la cárcel. Y, cuando estén todos en la cárcel, ya verás cómo se callan.

Todos, en Catalunya, son más de dos millones. 

Falla un poco lo de rebajar a desórdenes públicos. Pero es más congruente con una idea menos disparatada de cómo habérselas con la muy previsible desobediencia civil masiva que se dará en Catalunya. El juego está exactamente aquí: si el independentismo pone en pie un movimiento de desobediencia civil (que solo puede tener una represión judicial de "baja intensidad") al Estado le será muy difícil combatirlo e imposible hacerlo con la absurda acusación de terrorismo. Si esta se mantuviera, en realidad, el terrorista sería el Estado.  

Así las cosas, Torrent ha reaccionado a la previsible negativa de Llarena como suele: aplazando y amenazando con querellas contra el Tribunal Supremo, por decir algo y pasar el rato. Sabían que la propuesta no prosperaría. Igual que la querella y cualquier otro procedimiento en el marco de la legalidad del 155. Pero así van pasando los días, camino del agotamiento del plazo y la convocatoria de nuevas elecciones. 

Al final, aquí solo parece haber dos posibles soluciones: o el Parlament propone a Puigdemont y el Estado le permite tomar posesión o hay nuevas elecciones en las que obviamente, habría una lista de país encabezada por Puigdemont e incorporando a todos los consejeros presos y exiliados. 

Es curioso cómo este gobierno de franquistas impenitentes no comprende que no tiene medio alguno de resolver el contencioso con Cataluña como no sea al estilo "bombardeo cincuentenario". 

Y eso no van a permitírselo en Europa.