Los símbolos son caros. El periódico parece objetar a que los gastos de la presidencia simbólica (que, además, juzga muy elevados) vayan con cargo al erario. No se ve a qué otro pudieran ir siendo una decisión del Parlament. Vamos, que el gobierno, muy atento a no meterse en más líos para salir mal parado, piensa no darse por enterado.
Será a efectos internos. A los externos, el ministro de Exteriores ya ha tenido la delicadeza de meter la pata insinuando conflicto diplomático con Bélgica. En verdad, no tienen arreglo. Esto de la política les es tan ajeno como el hockey.
No querían un referéndum pactado de autodeterminación y han tenido cuatro (el 9N, el 27S, el 10 y el 21D), el último convocado por ellos mismos. Y perdiéndolos todos, uno detrás de otro. Fabuloso.
No querían a Puigdemont de presidente y van a tener dos, uno simbólico en el exterior y otro real y efectivo en el interior que tendrá otro nombre y figura pero irá en unidad de acción con el externo. Eso no hay modo de evitarlo. Como no lo hay de evitar que esta República Catalana vaya asentándose feliz aunque trabajosamente.
Resueltos que estén los trámites de la investidura se abrirá un tiempo nuevo con nuevos planteamientos y conflictos. Según parece el frente judicial unionista tiene previsto escenificar un proceso inevitablemente político contra el independentismo hacia el otoño. Entre tanto proseguirá su tarea de procesando a más gente.
Una vía sin salida pues no es sino la perpetuación del conflicto. Es incomprensible que los instigadores del 155, su frente mediático y judicial, no vean que la represión solo puede llevar a la generalización de la desobediencia.
No lo ven porque es una cuestión de dignidad.