Òmnium no pide nada que no pidan todas las personas comprometidas en el movimiento independentista en todos los niveles. Nada que no pidan los políticos y partidos indepes. Esa coincidencia y unanimidad es esencial porque es estratégica, la fuerza misma, el nervio del movimento. Por supuesto, este se nutre del esfuerzo combinado de personas y grupos, todos seres humanos y, como seres humanos, accesibles a sentimientos diversos, altos y bajos de ánimo. Si no, no serían seres humanos; serían máquinas. Personas que individual o colectivamente se enfrentan a situaciones a veces muy duras en defensa de sus ideas y convicciones, frente a un adversario poderoso, sin escrúpulos ni límites. Es comprensible y de comprensión mutua y respeto ha dado este movimiento muestras abundantes. Bien empleados porque, hasta la fecha, todos los participantes, cada cual en donde le correspondía, han sabido estar en su sitio y no ha habido fallos. En estas mencionadas condiciones. Todos se han hecho acreedores a un ancho margen de confianza.
Luego están las propuestas tácticas. Estas habrán de ser variadas, lógicamente, y deberán debatirse de buena fe siempre sobre el telón del fondo del objetivo estratégico compartido.
Ayer considerábamos dos vías que llamábamos de contemporización y de ruptura. Hoy, después del mensaje de Puigdemont por instagram y el parecer expresado por alguna miembro de JxC, merece ela pena considerar la propuesta de provocar nuevas elecciones. Desde el punto de vista práctico es fácil de implementar: se fracasa en la votación de investidura y se dejan pasar los dos meses reglamentarios antes de disolver el Parlament y convocar nuevas elecciones. Esta propuesta tiene, a primera vista, una ventaja y un inconveniente. A segunda vista ya es otra cosa. La ventaja a primera vista: las elecciones las convoca Torrent, el Parlament, no el gobierno central. Es el independentismo el que marca los tiempos. El inconveniente también a primera vista: hay dos meses de gobierno vacante que no se compadecen con la urgencia en la recuperación de las instituciones y en los cuales, probablemente, se den las inhabilitaciones express preanunciadas por el Supremo de Junqueras y Puigdemont.
A segunda vista, también de consideración obligada porque podemos encontrarnos con elecciones anticipadas tanto por mano del Parlament como del gobierno del 155. Aunque la propaganda contraria explotará un supuesto cansancio del electorado indepe, no es iluso pensar que, al contrario, el problema lo tendrá la movilización del voto unionista. En buena medida esto dependerá de cómo se articule la comunicación política de la campaña indepe. Se consolida la idea de que el conflicto no solo es sobre el derecho de autodeterminación sino y sobre todo, con carácter previo, sobre la defensa de la democracia frente al ataque dictatorial del 155 cuya negativa a aceptar el resultado de las elecciones que él mismo convoca, prueba que intentará seguir haciéndolo. Solo un aumento del voto independentista conseguirá evitarlo.
Ciertamente, esto significa devolver el juego al campo del pueblo, dado que es el que lo ha impulsado desde el principio y el que puede coronarlo.
No obstante, cualquier decisión táctica que adopten todos lo intervinientes en el proceso de acuerdo unánime estará bien.
Donec Perficiam.