Estamos en Vic, una ciudad que enamora, curiosa mezcla de lugar obispal, condal, burgués con un rico pasado, anterior a los romanos, romanizada después, "visigotizada" y "medievalizada", con una riqueza arquitéctónica civil y religiosa incomparable, aunque sufrió mucho en la guerra civil. Tuvimos el privilegio de contar con una guía excepcional que se sabe la ciudad al dedillo y, además, la interpreta con mucho sentimiento.
Nos alojamos en el seminario de Vic, reconvertido en un establecimiento hotelero y de otras finalidades, cuyo refectorio está discretamente presidido por una fotografía tradicional hoy en al archivo del establecimiento que representa un grupo de seminaristas del siglo XIX. La imagen es sorprendente: ¡seminaristas con atuendos casi de dandies, alzacuellos y sombrero de chistera! Mezcla del espíritu y el mundo, sus pompas y obras. Los seminaristas eran una verdadera institución en la ciudad y la guía, Andrea, nos ilustró sobre el contexto social de estos caballeretes y trazó una cuadro de clases sociales en el siglo XIX. Seminaristas ricos, seminaristas pobres. Mírense bien porque son un espectáculo: los ademanes, los gestos, las actitudes.
Luego de contemplar la ciudad nos sumamos a la festividad de Santa Ágata, en Prats de Lluçanès, a invitación del alcalde, Isaac Peraire que es también vicesecretari general de coordinación interna, territori y organizatció de ERC. El contenido de la festividad fue un espectáculo estupendo de luz, sonido e interpretación en memoria de la crema (dos veces) de la ciudad por Felipe V, el antepasado del VI, traído y adecuado a los sucesos más actuales en reivindicación de la libertad de los presos políticos de los que, en este país, para frustración del gobierno, nadie está dispuesto a olvidarse. Maravillosa traca final de fuegos artificiales, con la que disfrutamos chicos y grandes y no sé quiénes más. Luego caímos a una cena de pan con tomate y embutidos que no pudimos disfrutar como hubiéramos querido porque la tiranía del tiempo no nos lo permitió. Lo sentí mucho (estaba, además, encantado, departiendo con algunos comensales sobre el tortuoso tema de la esencia de España) y prometo volver más adelante.