Artículo de hoy en elMón.cat Ya en la jornada de reflexión, es bueno reflexionar brevemente sobre el contenido de la campaña y el carácter de estas elecciones: impuestas, ilegítima, ilegales, pero de obligada asistencia por la cuenta que nos trae. Los partidos unionistas han pretendido y pretenden que son una consulta normal cuando se trata de un abuso, un atropello, una injusticia. Que no lo hayan hecho patente y, al contrario, se hayan aprovechado con bajo estilo de la ventaja que les daba la arbitrariedad de la dictadura española del 155 responde a su categoría moral. Que Domènech, dels Comuns, compareciera en el debate de TV3 sin el lazo amarillo ya apunta hacia donde tira esta peña. Encabezada por la oportunista Colau, que ya se relame pensando qué va a sacar a cambio de su abstención para elegir a Iceta.
Por fortuna, todo esto es a la par lamentable e irrisorio. Para el 21 esperamos una clara victoria del independentismo en sus tres vertientes. Luego, empezará otra historia.
Acabar con la dictadura española.
La lluvia de debates y tertulias de los últimos días de campaña ha demostrado la verdad de dos hechos: a) el pluralismo de la política catalana en donde se enfrentan siete opciones, casi ocho si contamos la de Albano Dante, que no se presenta a las elecciones, cosa que señala la diferencia cualitativa entre España y Cataluñay; b) el poder de la dictadura española, que tiene cómplices incluso y sobre todo entre quienes la padecen en Cataluña.
En las tertulias, la tónica ha sido debatir civilizadamente (en eso se diferencian de las españolas) entre posiciones muy encontradas pero dando por supuesto que el momento político y las elecciones son circunstancias normales. De vez en cuando, sin embargo, exabruptos de baja y probable etílica estofa como el de Soraya Sáenz de Santamaría, jactándose de que ha sido Rajoy quien ha encarcelado directamente a los independentistas, avisan de la absoluta anormalidad de la situación, de su excepcionalidad.
Unas elecciones en una sociedad sometida al 155, norma de plenos poderes dictatoriales, con varios candidatos en prisión, impedidos de expresarse en los medios, censurados y represaliados si hablan, no son normales. No son ni elecciones, sino un acto de arbitrariedad impuesto por el poder franquista, que es el que rige en España. La suspensión de la Generalitat, la destitución de sus dirigentes, la intervención y ocupación de hecho de Cataluña no son circunstancias normales, sino brutalmente excepcionales.
La presencia de Rajoy en Cataluña, como si fuera a unas elecciones autonómicas ordinarias cuando tiene a sus adversarios encarcelados y rehenes de su arbitrariedad, es otra evidencia de la hipocresía de la derecha y de la situación de dictadura española en que vive Cataluña.
Los ataques permanentes de rabia de Borrell, sus insultos, amenazas y pedanterías solo delatan la frustración y la incomodidad de participar como principal beneficiario de unas elecciones injustas y arbitrarias. Beneficiario y cómplice de quien las ha convocado mediante el golpe de Estado del 155. El principal soporte y aliado del ataque franquista a Cataluña es el PSOE/PSC. Una posición que trae malos augurios al partido. No en punto a dignidad, que la tiene perdida, sino en punto a eficacia. Será imposible convencer al electorado español de la sinceridad del PSOE en su lucha contra Rajoy y el PP cuando se ha puesto a su servicio incondicional para justificar el atropello cometido en Cataluña. Porque este el trágico absurdo del discurso del PSC (ese tan inteligente) que no es contra el PP a favor de Cataluña, sino contra Cataluña a favor del PP. Disfrazar eso es imposible.
Los demás partidos unionistas, el PP, C’s y la seudoizquierda oportunista catalana de Podem y los comunes están dentro de lo previsible. No engañan: quieren perpetuar la situación colonial de Cataluña como cámara de compensación y financiación del perpetuo expolio oligárquico y caciquil de España. Lo escribí hace un mes en este diario: el golpe de Estado del 155 no anuncia la dictadura del PP sino la española en su conjunto sobre Cataluña. Es la dictadura española. El PP, el PSOE, C’s, Podem y los Comuns , con diferencias de matiz tienen la misma intención: el mantenimiento de una régimen autonómico que es una farsa para impedir que Cataluña pueda desarrollar su potencial como Estado independiente.
Al final, la dura realidad de las cosas se ha impuesto y demostrado que, por mucho que se mienta, las elecciones de mañana impuestas manu militari con los candidatos catalanistas en prisión o en el exilio, son un referéndum. El referéndum de autodeterminación que los franquistas españoles del 155 (especialmente PP/PSOE/C’s) trataron de evitar apaleando a la gente indefensa. En este referéndum hay dos bloques: el de los partidarios de la sumisión catalana a una Monarquía ilegítima impuesta por un dictador y el de los partidarios de una República independiente. De elecciones normales, nada. Un atropello por el que se intenta hacer bueno (hacerlo a base de insultar y reprimir) un golpe de Estado en contra de las instituciones legítimas de Cataluña.
Dadas las circunstancias, la estrategia del bloque independentista, al fracturarse en tres opciones distintas, no ha sido especialmente hábil. La unidad del principio debió mantenerse porque fue ella la que obligó al bloque franquista a quitarse la careta e ir a la dictadura del 155 descaradamente. No pudo ser probablemente por ese clima de agobio, hostilidad, acoso, prepotencia e injusticia en que se ha perpetrado este atropello. Yendo por separado, el independentismo ha hecho concebir esperanzas a los unionistas, a los más y los menos provocadores de que, con un poco más de presión “normal”, aquel quedaría fuera de juego.
Con sus dirigentes en la cárcel o en el exilio, una vez contabilizados sus votos por partidos y luego de su probable victoria de mañana el independentismo tiene que recomponer su unidad sin veleidad alguna de pactos con los unionistas. Tiene que restablecer el gobierno legítimo de la Generalitat, sacar de la cárcel a los presos políticos, traer del destierro a los exiliados, levantar el embargo del patrimonio de los represaliados y seguir adelante con la República Catalana.
Tiene que hacerlo porque, si no, todo el esfuerzo, toda la movilización de este pueblo habrán sido en balde, los presos se pudrirán en las cárceles y la frustración durará generaciones.