Las reflexiones de Hannah Arendt sobre las dos esferas de la sociedad, la pública y la privada, ayudan mucho a entender este nuevo feminismo que se anuncia. Su lema inicial fue precisamente Lo privado es público. La separación entre las dos esferas contribuye a mantener una situación de dominio patriarcal, androcéntrico. A invisibilizar causa y efecto de la subalternidad de las mujeres sumergiéndola en el magma del hogar, de la familia, del ámbito de lo privado, oculto a lo público. La esfera pública, en donde se da la actividad política de los hombres, resplandece porque no le afectan las sombras de lo privado, de lo que procede.
La ruptura de la tercera ola de abrir lo privado al escrutinio de lo público y adoptar para aquel los instrumentos de análisis de este, como salarios, jornada, ya ha dado algún disgusto a la parroquia patriarcal, al revisar aspectos esenciales de la esfera privada y proponer soluciones audaces. No se trata solamente de que se plantee el régimen laboral del trabajo del hogar, ni de que se mejore la conciliación familiar-laboral, se trata también de valorar y retribuir el trabajo doméstico del cónyuge que sea el ama de casa, una perspectiva que promete cambios muy profundos en las relaciones sociales.
La perpetuación de los roles en la esfera pública nace en la privada en todas sus infinitas variedades y ambigüedades. Por eso hay tanta resistencia al debate sobre la esfera privada y se niega la conveniencia de abrirla a la pública. Unos por pensar que el mundo existente es el mejor de los posibles y no querer cambio alguno; otros por creer que la inclusión de lo privado, oscuro, muchas veces turbio, empaña la gloria racional de lo público y dificulta la opción emancipadora al mezclarla con factores irracionales.
Por eso es fundamental la ruptura de la tercera ola: lo privado es público (la violencia machista, por ejemplo, es privada pero de impacto público indudable) y lo público, privado. No es que se trate de que deba ser así; es que es así y así se reconoce cínicamente cuando se acuña la expresión. base del orden social liberal de "vicios privados y virtudes públicas".
Muchas veces se critica el sesgo machista en el tratamiento mediático de las mujeres con cargo público y la tendencia a frivolizarlo, hablando del atuendo de la personalidad o su vida familiar. Muy probablemente esta tendencia al cotilleo sea irreprimible. Lo que irrita aquí es que de ella queden libres los varones. Inclúyaselos. Coméntense sus asuntos personales o su atuendo, como se hace con las mujeres.
Muchas veces se critica el sesgo machista en el tratamiento mediático de las mujeres con cargo público y la tendencia a frivolizarlo, hablando del atuendo de la personalidad o su vida familiar. Muy probablemente esta tendencia al cotilleo sea irreprimible. Lo que irrita aquí es que de ella queden libres los varones. Inclúyaselos. Coméntense sus asuntos personales o su atuendo, como se hace con las mujeres.
Aquí se apunta al elemento decisivo. La fusión de lo público y lo privado no debe ser solamente una reivindicación de las mujeres sino también de los hombres. Pue si en esa oscura esfera privada, que arranca en el instante del nacimiento, se labra la desgracia de ellas es porque se impone el dominio de ellos.
Esta fusión del nuevo feminismo puede ser la que permita vislumbrar soluciones a cuestiones controvertidas de muchas aristas como la prostitución o la trata. Sin duda van arbitrándose normas legales para comportamientos antes amparados en el sagrado territorio de la privacidad. Pero nunca serán suficientes mientras los hombres no hagan suya también la idea de que lo privado es público. Es decir, que los vicios privados dejen de ser virtudes públicas.
Y actúen en consecuencia. Lo cual es complicado porque supone renunciar a un poder que han heredado, producto de siglos, de milenios de injusticia.