El PSOE festejó en días pasados el décimo aniversario de la Ley de Dependencia. Verdad es que con otras finalidades menos ceremoniales, pero lo hizo. También proclamó en sede parlamentaria su paternidad de la llamada Ley de la Memoria Histórica, pero acto seguido, se negó a recibir a dos víctimas del franquismo y a excluir de la amnistía en la Ley de Amnistía a los torturadores franquistas.
El PSOE tendría que estar repleto de mastines dispuestos a aplicar a rajatabla la Ley de la Memoria Histórica. No es así. Se limitan a preguntar por su aplicación sin mucha insistencia. Al fin y al cabo, esa Ley de Memoria Histórica socialista, con todo y ser lo único que se ha hecho en España en pro de las víctimas del franquismo, no era más que una confesión de mala conciencia: los socialistas estuvieron en el poder ininterrumpidamente durante más 14 años, 12 de ellos con mayoría absoluta y no movieron un dedo para hacer justicia a las víctimas del franquismo.
En realidad, todos los partidos del Parlamento tendrían que estar aplicando la Ley de la Memoria. La derecha, también. Es la forma de conseguir crear un terreno común de entendimiento que no puede basarse en un pasado con el que el país (los dos países que son España, las Españas) aún no se ha reconciliado. Ese pasado que reaparece siempre que los dirigentes de la derecha dicen que hay que mirar al futuro.
Un país en el que sigue habiendo unas 100.000 personas asesinadas en fosas anónimas no puede construir nada. El suelo se mueve bajo sus pies.