Aviso. Es mi intención comentar algo de mis impresiones en Barcelona ayer, tanto en el programa de TV3, Divendres, dirigido por Helena García Melero, como en el Orfeó Gracienc, en Gràcia, en el acto de la ANC sobre Cataluña y el vacío de poder en España. Pero esperaré a tener los enlaces tanto del vídeo de la conferencia como del programa de TV3. Cuando los tenga los subo a FB para compartir, con mis observaciones. Como introducción, sin embargo, no puedo dejar de agradecer al público el interés demostrado, que se evidencia en la cantidad de preguntas a las que respondí con mi mejor voluntad, esperando no haber defraudado a ningún interviniente. Había subido un post hablando de que en Cataluña me siento como en casa y así me han recibido.
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Ahora a la crítica política de un tiempo a esta parte derivada de la crónica de los tribunales. En estos días me he acordado varias veces del clásico de los años cincuenta de Wright Mills, La élite del poder. Esta élite, esto es aquellos miembros de la clase dominante que controlaban el poder político, era un trípode cuyas tres patas eran los políticos y altos cargos de la administración, los militares y los representantes del poder económico. Estos eran quienes tomaban las decisiones para toda la sociedad. El modelo podría aplicarse en España sustituyendo a los militares por los delincuentes. Una de las diferencias entre la tercera restauración borbónica y la dictadura de Franco es que el ejército ha dejado de ser un factor político de primera magnitud. Su lugar lo han ocupado los malhechores organizados. Por eso, la élite española esta compuesta por políticos (todos de partidos, especialmente del PP), poder económico (empresarios y banqueros) y una florida turbamulta de delincuentes empresarialmente organizados y estaba dedicada al saqueo sistemático de los recursos públicos de mil formas distintas, mediante dádivas, cohechos, malversaciones, adjudicaciones fraudulentas, etc.
Al mismo tiempo, esa élite del poder, viendo la impunidad con que podía actuar, acabó creyéndose invulnerable, tenía una opinión altísima de sí misma y la manifestaba en actos sociales que eran como la escenificación de un poder colectivo. No hay más que ver los asistentes a la boda escurialense de la hija de Aznar para encontrar a una proporción de los individuos que están hoy sentados en el banquillo de los acusados o que lo estarán en breve.
Igual que no hay sino observar las comparecencias de Correa y atender a sus parlamentos para concluir que este hombre se considera muy por encima del común de los mortales y da a entender que de él dependen muchas cosas en el partido y en el gobierno. Y es cierto. Su porte de advenedizo aristócrata, la claridad y la medición de sus afirmaciones dan a entrever que puede hacer más daño del que ya ha hecho.
Lo ha hecho y sigue haciéndolo. Dice la señora Sáenz de Santamaría que los hechos juzgados acaecieron en los años 90, época equivalente en su afán exculpatorio a las guerras médicas. Y, sí, es posible que en esos años ella estuviera jugando a las casitas, pero la esposa de uno de los acusados de haberse llevado medio parque automovilístico de la Gürtel por la cara, la señora Mato, que jamás vio ese parque en su casa, fue hasta ayer mismo, casi, ministra de Sanidad del gobierno del PP y es en la actualidad asesora en algún organismo europeo, por enchufe directo del mismo PP. Igual que Bárcenas dejó de ser un dios menor de ese partido cuando se le acabó el despido en diferido hace escaso tiempo. Por no hablar de Camps y de doña Rita Barberá, actualmente acogida a santuario en el Senado para resguardarla de la acción de la justicia.
Palinuro lo mencionó en días pasados: es la era Gürtel, hasta ayer un conjunto de rumores, sospechas, acusaciones, insinuaciones y desde ayer una serie de pruebas y evidencias abrumadoras de nombres propios, fechas, datos, cantidades y tipo de trapacerías. La élite del poder en España, el trípode de políticos corruptos, empresarios defraudadores y delincuentes todo terreno ha reinado impunemente durante más de veinte años a base de falsear los datos electorales porque el partido se financiaba ilegalmente. El dinero se gestaba en los despachos de los ministerios, en la sede de Génova o en los edificios de las empresas En estos lugares volaban los sobres y se adjudicaban las obras públicas, se amañaban los precios, las licitaciones y hasta los sobrecostes en que fatalmente se incurría. Pero también se recaudaba en los ayuntamientos, hasta en los más pequeños gracias a unos cursillos ultramodernos (a base de PWP) en los que el partido ilustraba a los alcaldes acerca de cómo financiar ilegalmente sus campañas electorales y burlar la vigilancia del Tribunal de Cuentas.
"Casos aislados", "el que la hace la paga", "el gobierno lidera la lucha contra la corrupción". Todo mentiras. Hoy es claro que la corrupción es estructural y abarca al conjunto del sistema.
A ese gobierno, diligente mandado de la élite del poder, quiere ver gobernar la conjura de los caciques del PSOE a base de torcer la voluntad negativa de la militancia e imponer la abstención. "Abstenerse no es apoyar", balbucea el presidente de la Gestora en sus denodados esfuerzos por justificar la abstención. Algo lamentable porque, al abstenerse, el PSOE no se compromete a apoyar el gobierno, aunque, a fuer de humano, es posible que lo haga. Al abstenerse condona las tropelías e ilegalidades cometidas por el partido del gobierno, no como una posibilidad, sino como una certidumbre.
Por eso es de esperar que la rebelión democrática de la militancia en favor del NO es NO y de no abstenerse acabe imponiéndose. Porque abstenerse no es permitir que gobierne un partido de la derecha, sino un partido que no es un partido sino una asociación de presuntos delincuentes, presidido por un personaje que debiera haber dimitido hace años y cuya evidente responsabilidad política está por materializarse.