En el arte de la guerra se sabe que las escaramuzas laterales al cuerpo de la batalla son importantes cuando pueden afectar la suerte de esta. Si no es el caso, su interés se desvanece y se las deja al resultado que den. Es lo que pasa con las dos elecciones autonómicas próximas: las encuestas, esas contra las que llama Sánchez a luchar, dibujan dos resultados probables que no cambiarán la correlación de fuerzas en Madrid. En Galicia, mayoría absoluta del PP en una prueba más de la conveniencia de que los politólogos, además de aplicar sus esquemas analíticos, se asocien con con otros especialistas, por ejemplo, los antropólogos, para hacer más substanciosas sus conclusiones. En el País Vasco, según parece, el PNV habrá de pactar con otro partido y no tendrá problemas para escoger a uno que no le haga estar en deuda con el PP en Madrid.
Ninguno de los resultados previstos cambiará la situación general. La mayor intensidad que muestra la campaña de Sánchez en Galicia se debe al interés en no quedar cuarta fuerza política, por detrás de En Marea porque eso trae resonancias de sorpasso, aunque parecen inestables. Pero, en todo caso, la campaña electoral tanto en Galicia como en el País Vasco persigue sobre todo finalidades de consumo interno. Ya se sabe que el PSOE va a tener un descalabro, de lo que se trata es de mitigarlo para evitar que se emplee después en las batallas domésticas por la Secretaría General.
En lo demás, estas elecciones autonómicas son escaramuzas colaterales. El PSOE no va a pintar mucho en Galicia, pero tampoco lo haría en alianza con En Marea porque no alcanza la mayoría absoluta. La elección tiene interés en cuanto a la correlación de fuerzas dentro de En Marea, en donde los de Podemos no están enteramente a gusto. En el País Vasco, el PSOE puede aliarse con el PNV y tendrá algo más de relevancia o los de Urkullu eligen otros compañeros, elección en la que por primera vez, aparece la opción Elkarri Podemos y habrá que ver qué alianza prefiere el PNV al final. El que no cuenta nada en Euskadi es el PP, el alma del "constitucionalismo", el partido de la mayoría absoluta en Galicia. Toda comparación entre los sistemas políticos autonómicos en España es un empeño inútil.
La campaña para arrancar la abstención al PSOE arrecia. Los barones se han batido en retirada a sus baluartes locales ante la cerrada reacción de los militantes y los votantes en apoyo del NO es NO de su secretario general. Ya no sirven de nada los consejos no pedidos administrados por las viejas glorias. Incluso irritan al auditorio y lo predisponen en contra. Así que los barones parecen estar complotando alguna maniobra o un golpe de mano para sustituir a Sánchez por Díaz. O quizá es un escenario que estén fabricando los medios. O ambas cosas. Lo más probable. Pero, se piense lo que se piense del supuesto propósito, no deja de ser también para consumo interno. Y de lo que se trata es de componer gobierno aquí y ahora.
Los derrotistas proponen abstenerse a cambio de una garantía tentadora: el candidato del PP debe ser otro, cualquiera, pero no Rajoy. Pues sí, es algo digno de considerarse. Empecemos por preguntar al interesado, el propio Rajoy. ¿Qué dirá Rajoy? Obviamente, NO es NO, pero aplicado a su retirada. Acudamos entonces a preguntar al PP. ¿Qué dirá el PP? Obviamente, NO es NO respecto a la retirada del líder. Se acabó. ¿Por qué no pedir la abstención del PP? Porque, dicen, 85 diputados no son 135. Cierto, pero 135 tampoco son 156, suma de PSOE y Podemos y menos aún 171, suma de PSOE, Podemos e indepes.
¡Ah! Pero si el PSOE se alía con Podemos y más con los indepes Rodríguez Ibarra se da de baja y, con él, presumiblemente, otros. Situación compleja con tensiones desagradables. Por eso, entiendo, insiste Sánchez en una alianza PSOE, Podemos C's. Esta opción tropieza con la inquina mutua personal de los dos líderes emergentes y siempre con la espantada de Rodríguez Ibarra ante Podemos, pero ahora seguramente tendría menos arrastre, al no aparecer los malévolos independentistas.
La propuesta del gobierno tripartito (PSOE, Podemos, C's) se basa en la urgencia del momento, la necesidad de poner fin a un gobierno quemado, abrasado en su incompetencia en todos los órdenes de la gobernación del Estado. Ni un instante puede seguir un gobierno al que, al parecer, han estafado millón y medio de euros, con los que pretendía comprar documentación para atacar a un rival político con supuestos escándalos que ha resultado ser falsa. Un millón y medio de euros de los fondos de reptiles para que al gobierno le den un toco mocho, unas estampitas.
Habrá quien diga que el cenagal de corrupción y estupidez que es la política gubernativa es un asunto menor porque lo realmente importante en España es hoy la cuestión catalana. Y añadirá que un gobierno tripartito, prácticamente un gobierno transitorio, casi provisional, no podrá hacer frente a ese problema. Es posible. Pero, en cambio, lo seguro es que el verdaderamente incapaz para gestionar el contencioso catalán es el gobierno del PP puesto que ya lo ha demostrado ampliamente llevando un conflicto más o menos negociable en 2012 a una confrontación sin vuelta atrás en 2016.
Y, en definitiva, queda la hipótesis de las terceras elecciones. Algo perfectamente legítimo y también lógico. Nada de dejarse impresionar por esas afirmaciones de que serán absurdas, ridículas, una vergüenza. En absoluto. La alternativa es decidirse por un mal que se cree menor, pero no es seguro, para evitar un mal que se cree mayor pero tampoco es seguro. El menor puede ser mayor y el mayor puede resultar menor o, incluso, un bien.
En esa decisión reside el liderazgo.