Entre las numerosas tonterías con que los políticos alegran el día al común de los mortales se cuenta esa de que, cuando el pueblo vota, su decisión es sabia. Las demás tonterías son de jaez similar. Por ejemplo las de carácter anatómico: todos los políticos andan siempre con la mano tendida y todos están siempre dispuestos a dejarse la piel en su empeños, para señalar su gran interés en conseguir algo, con lo incómodo que resultará, supongo, andar por ahí sin pellejo. En otro momento hablaremos de ellas. Ahora nos ocupa eso de la sabiduría del pueblo porque, si tal cosa es cierta, el hecho de que, habiendo votado la gente, los políticos no consigan formar gobierno, prueba que cuanto tienen de listos los electores lo tienen de lerdos los elegidos.
No pretendo humillar a los políticos españoles recordándoles sus risas y codazos de complicidad cuando aun creían que los partidos catalanes no se podrían de acuerdo para formar gobierno a raíz de las elecciones del 27 de septiembre de 2015 y tenderían que repetirlas. Ahora son ellos quienes, tres meses después de las del 20 de diciembre no están más cerca de un acuerdo de gobierno que de la cuadratura del círculo.
El país tiene un gobierno presidido por un manifiesto incompetente, incapaz de expresar en su mediolengua algo que no sea una tontería. El incompetente, además, preside un partido al que los jueces imputan varios delitos y pasa más tiempo diseñando estrategias procesales que proyectos de políticas públicas. El citado presidente, Mariano "Garrapata" Rajoy cobró presuntamente sobresueldos en B y se hizo pagar diversos caprichos gürtelianos, como viajes, estancias en hoteles holandeses o las atenciones y cuidadosos a padre a cuenta del erario, todo según el ejemplo Camps, un referente mundial del gobernante con delirios de grandeza.
El secretario general del PSOE, hombre dicharachero, pero no de muchas luces, se ha buscado una llamada alianza restrictiva con Ciudadanos para justificar la imposibilidad de acordar algo con Podemos, con quienes Sánchez no quiere compartir responsabilidades. "Yo bien quisiera hacer concesiones", parece decir a los interlocutores- "pero es imposible por los compromisos adquiridos con las huestes neofalangistas.".
El secretario general de Podemos, en un repetino ataque de paranoia delirante, destituye fulminantemente al número tres de su partido en un procedimiento cuya originalidad reside en una mezcla de autoritarismo franquista y estalinista al mismo tiempo. Nada más acorde con el espíritu de la "nueva política"
Por último, el líder de ciudadanos recién estrenado en la política nacional, trata de reproducir el modelo UCD de Suárez y el mito del centro, pero no consigue disipar la imagen de eclecticismo que provoca su falta absoluta de ideología y de experiencia de gestión.
En estas condiciones, los sondeos auguran lo que cualquiera con algo de objetividad y sentido común puede predecir: las nuevas elecciones parecen ser inevitables a la vista de la incapacidad de los dirigentes de los partidos de refrenar sus egos desbocados y sus megalomanías sin parangón. Que sea Podemos, el que más tiene que perder si se repiten el que con mayor ahínco trata de provocarlas, demuestra que su endiosado líder ha pasado de la clarividencia de Maquiavelo a la estrategia de Groucho Marx en Sopa de ganso.