Rousseau decía que si uno se encuentra en minoría frente a una decisión mayoritaria democrática de una colectividad, eso era señal de que uno se había equivocado a la hora de identificar el interés general.O sea, la mayoría no se equivoca nunca y, por lo tanto, los once millones de votos que llevaron al Sobresueldos a La Moncloa en un carro tirado por el engaño y la mendacidad, eran el interés general de España.
Mis respetos al genio ginebrino pero sigo pensando que el interés general de España estará mejor servido por una coalición de PSOE + Podemos + IU, cosa muy posible si los de Podemos dejan de fanfarronear, de copiar a otros, adornarse con plumas ajenas y pensar que los demás son tontos. Por cuanto voy viendo es arduo. Pero no hay que perder la esperanza. Veremos qué pasa el lunes, cuando Sánchez haga públicos los puntos programáticos que ofrece como eje de un gobierno de coalición para el cambio. Probablemente no sea difícil conseguir la abstención de C's, cuando menos. Lo problemático será obtener el acuerdo de Podemos, cuyo sentido de la negociación parece dictado por Atila.
La portada del país equilibra a la perfección la información escrita con el contenido icónico. Si en lugar del título que trae hubiera puesto "El País prefiere un gobierno de PSOE-Ciudadanos" quizá se ajustara más a la realidad. De hecho, el mensaje real, la carga subliminal, está en la imagen. Un dedo índice acusador apunta a un Iglesias encogido, mientras un poderoso Rivera extiende la mano abierta en símbolo de apertura y sinceridad. No le tiene en cuenta haberlo excluido apenas 24 horas antes de todo posible acuerdo con el PSOE. Se parece a Voltaire, cuando aconsejaba a Vauvenargues: "Un hombre como tú tiene preferencias, pero no exclusiones".
Entre los dos, con las manos en los bolsillos, sin corbata y confiado, Sánchez parece el tercer juez del tribunal de los muertos en la mitología, Minos, el que tenía el voto decisivo. ¡Cuánto ha crecido este hombre desde que se colara casi de rondón en la Secretaría General del PSOE! Quizá no sean sus ocultas virtudes sino los evidentes vicios y defectos de sus contrincates las que le han colocado en donde está, pero no hay duda de que su golpe de audacia le ha dado una relevancia que es la envidia de los otros. A estas alturas, el único que no tiene por qué asustarse ante unas nuevas elecciones es, precisamente, él.
Por lo demás, solo un comentario sobre el acto de los Goya de ayer: así como hay actores y gente de la farándula que prueba suerte en la política, bien pudiera ser que Iglesias fuera un caso a la inversa, el de un político que, en el fondo, trata de situarse en el mundo del espectáculo, antes de que las responsabilidades del poder marchiten sus sienes.