Muchas publicaciones hacen esto de señalar su hombre/mujer del año. Palinuro, también. Su hombre/mujer del año son Anna Gabriel y David Fernández.
No conozco a Gabriel personalmente, pero la he seguido con atención y me parece una figura admirable. Tiene temple, determinación, es irónica y transpira inteligencia. Me recuerda a Rosa Luxemburg, mujer extraordinaria por todos los conceptos, con un compromiso político vital similar a esta cupaire. No coincido con su punto de vista en la solución al contencioso actual sobre la investidura de Mas, pero reconozco el valor de una actitud consecuente. Creo que entra dentro de esa determinación tan cerrada como imposible del Fiat justitia ruat caelum que me merece todo el respeto del mundo como me lo merecería el anuncio de que el Apocalipsis comienza el próximo lunes.
Dar a lo cotidiano un toque trágico, imponer la trascendencia donde los demás hablan del tiempo, es virtud de ciertas escogidas, portadoras del ananké romántico. Las personas individuales destacan porque incorporan en su espíritu y su discurso sentimientos colectivos y, al imponerles su impronta, les dan la dignidad que ellas mismas respiran. No eencuentro nada más detestable que los ataques personales que se dirigen a Gabriel. No me parecería acertado que su criterio se impusiera porque, de suceder, obligará a replantear muchas cosas, pero no disminuirá un ápice mi admiración por su figura.
Sí conozco a David Fernández, mas la devoción que profeso por él es muy anterior. Arrancó cuando lo vi por la televisión esgrimiendo una sandalia frente a alguno de estos homínidos trajeados soltando mentiras y estupideces a partes más o menos iguales. Creo que era Rato, aunque no estoy seguro. Luego lo he visto seguir actuando y siempre lo ha hecho en una línea de coherencia con un espiritu radical pero envuelto en el terciopelo de la amabilidad y una dimensión muy humana y hasta sentimental, no con el sentimentalismo frío y cínico del marqués de Bradomín, sino con el cálido y afable de Jane Austen con una pizca oculta de frenesí romántico, estilo Hiperión.
En el fondo, un otro romántico vulnerable que oculta esa vulnerabilidad tras una agudeza y rapidez mentales entreverados de afabilidad que gana el corazón de la gente. No conozco a ninguna persona de buen natural que no simpatice con este mozo espontáneo capaz de exponer su parecer con una sinceridad adánica. Suelo coincidir con sus juicios y propuestas, pero, aunque no lo hiciera continuaría valorando su persona por encima de sus opiniones.
Las dos, siendo tan distintas, tienen algo que hoy escasea en el mundo: la capacidad de mezclar lo personal y lo político, la de vincular el individuo al grupo en una dialéctica en la que ambas se enriquecen. Eso que caracteriza a toda la CUP y explica por qué es única en el conjunto del Estado en donde este espíritu no existe, machacado por el mazacote de un simulacro de comunidad impuesto por una oligarquía a la que todas se han rendido.