El hundimiento del PSOE en todas las portadas y en todos los audiovisuales. El tema de todas las conversaciones en la corte. Amargo vaticinio con el que ha de lidiar Pedro Sánchez, al que está poniéndosele cara de perdedor. Basar las expectativas del PSOE en el tirón del liderazgo personal de Sánchez, confiando en su imagen ágil y juvenil frente a un acartonado y más bien vetusto Rajoy era buena estrategia. Hasta que aparecieron otras dos estrellas del rutilante firmamento político, mucho más rompedoras y nuevas, que han dejado al bueno de Sánchez en tierra de nadie.
Si se atiende a la valoración de los políticos, resulta que el orden en que se encuentran contradice el de las opciones electorales, lo cual es muy curioso. Por ejemplo, el político peor valorado es Rajoy, sin embargo su partido tiene la más alta expectativa de voto, circunstancia de la que puede colegirse que los españoles votan mayoritariamente a los políticos en los que no confían. Tiene que haber un elemento de masoquismo hispano que seguramente se concreta en la idea de que los que mandan son unos sinvergüenzas y los tenemos calados. Por eso los votamos.
En esto de las inclinaciones y tendencias también hay de todo. El segundo político en valoración, Garzón, ocupa el quinto puesto en expectativa de voto, es decir, el último porque UPyD no llega al 3% y se verá fuera del Parlamento. La gente aprecia a Garzón, probablemente por su gentileza y punto donquijotesco, pero no piensa en votarlo.
El número uno en valoración, Rivera, es tercero en intención de voto y subiendo. Ese primer puesto en valoración (4,98, casi un aprobado, el único) se explica por la imagen de acaramelado joven que proyecta. En el fondo, las estampas clásicas del mozo de buena familia, pegan. No hay necesidad de ir más hondo en el misterio de por qué los ciudadanos valoran tan alto y tienen intención de votar a este joven con pinta de broker de éxito, que ha tenido el acierto de bautizar su partido con el nombre de Ciudadanos. Quedan por aclarar misterios del pasado, como la financiación o la famosa campaña de Libertas, una asociación ultraderechista entre C's y el patrón de la ONCE, pero eso son menudencias.
Curioso es también el muy bajo índice de valoración de Iglesias, 3,87, ligeramente por encima de la de Rajoy, un 3,31, lo cual tampoco es muy difícil. Hasta Herzog, de UPyD, está por encima del de Podemos y eso que no lo conoce nadie. Se ve que los cuatro gatos que lo conocen lo valoran mucho, puede que hasta sean familia. En el caso de Iglesias lo conoce casi todo el mundo, aunque no tanto como a Mariano Rajoy. Los dos más conocidos son los peor valorados. En nuestra sociedad cuanto más te conocen, menos te quieren, aunque esta sabiduría no se aplica en el caso de Rivera el misterioso.
El drama del PSOE tiene una dimensión especial. Si cae por debajo del resultado de 2011, que fue el peor de la historia, la era Sánchez podría tocar a su fin. Los mentideros sociatas hablan de un difuso anhelo, plan o deseo de que Susana Díaz se postule a la secretaría general, aunque habrá también escuderías de otra índole en las que quizá estén preparándose otros candidatos. No nos corresponde a los comentaristas apoyar a unos u otros, pero sí considerar los efectos de la decisión. Si el PSOE decide cambiar de secretario general, el cambio lo tendrá entretenido en los primeros tiempos de la siguiente legislatura, que es cuando se toman las medidas fuertes. Es decir, corre el peligro de deslizarse hacia la irrelevancia. Al fin y al cabo ha sido su situación en la X legislatura, la de mirones irrelevantes.