Los amigos de Transversales han publicado un número extraordinario en PDF sobre las próximas elecciones del 20 de diciembre para el que me han pedido un artículo. En su presentación la redacción de la revista advierte de que el contenido es muy variado, como corresponde a la izquierda, que es sumamente plural. Asimismo recuerda que no tienen por qué coincidir con el contenido de las colaboraciones y que, leídas estas, es muy posible que unas autor@s no coincidamos con otr@s. Sin duda. Eso también es bueno. No sé si llevarlo al nivel de excelente advirtiendo de que hasta es posible que todavía otr@s ni siquiera coincidamos con nosotr@s mism@s. Los tiempos se han acelerado tanto que no es absurdo que alguien cambie de parecer a su ritmo y ya no suscriba lo que escribió ayer. Sobre todo cuando se da rienda suelta al torrente de pasión que aparece en este número de la revista y que, por supuesto, bien venido sea. No sé si interpreto un sentir universal pero sí muy extendido (al menos en los medios en que muevo) al decir que estamos tod@s hart@s de ver, escuchar y aguantar a esta banda de ladrones e imbéciles campando por doquier tras haber hundido el país en todos los sentidos a base de robar, reprimir y excluir. Además de por la serie, el número es extraordinario por su contenido. Enhorabuena al equipo de Transversales.
Pinchando en la imagen o en el enlace se accede al contenido completo del número. En cuanto a mi artículo, lo reproduzco a continuación:
Un sobresueldos y tres mindundis.
Hay unanimidad en los sondeos hasta la fecha: cuatro de los cinco partidos de ámbito estatal (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) están empatados más o menos a la altura del 20% de intención de voto. El quinto, la Unidad Popular, de Alberto Garzón, antes IU y antes PCE, pedalea en la cola tratando de rebasar la fatídica barrera del 3%. Los cinco partidos presentan candidatos; ninguno candidata. Las mujeres en las listas, casi todas de escrupulosa “cremallera”, empiezan un escalón más abajo. Eso, para abrir boca.
Del Sobresueldos, nuevo candidato a La Moncloa, es poco lo que cabe decir. Después de 4 años de desgobierno, con el país empobrecido, la gente en el paro o en la emigración, la seguridad social arruinada, el futuro del Estado del bienestar es inexistente. El del Estado de derecho aun peor porque las instituciones no funcionan, la división de poderes no existe, el gobierno prescinde del Parlamento o, si comparece, es para poner en marcha el rodillo y la organización territorial del poder ha quebrado con la secesión catalana. El presidente no ha hecho otra cosa que mentir como un bellaco desde siempre y, lo que no son mentiras, son estupideces dichas con la facundia de quien no calibra el pozo de su propia necedad.
Lo increíble es que un candidato y un partido así todavía tengan alguna intención de voto y que esta sea quizá la mayor, a pesar de que la valoración popular de Rajoy es la más baja de todos los políticos. Es incomprensible que la gente se apreste a votar a alguien de quien no se fía y a quien suspende en valoración sistemáticamente hace cuatro años.
Hay varias razones para explicar esta disonancia cognitiva tan peculiar, pero una de ellas la admiten todos porque es irrefutable: el sobresueldos es un mal gobernante, pero tres de los cuatro posibles relevos no son mucho mejores. Sánchez, Iglesias, Rivera, simplemente no dan la talla en campo alguno. Su reiterada, aburrida, sobreexposición a los medios los ha mostrado en su verdadera naturaleza: tres narcisistas inconsistentes, desesperados por llegar al poder como sea, incluso a riesgo de mostrarse como tres cantamañanas. El cuarto, Garzón, el único que ha sabido guardar cierta compostura en vez de hacer el ridículo por los platós televisivos, el más consistente de ellos, a pesar de ser el más joven, apenas tiene posibilidades reales por aparecer vinculado a IU e incapaz de quitarse de encima la sombra del comunismo
Ahora bien, al tratarse en conjunto de cinco opciones, con dos nuevas escisiones, una en la derecha (PP/C’s) y otra en la izquierda (a la dualidad tradicional PSOE/PCE-IU se suma ahora Podemos), y dada la naturaleza del sistema electoral español lo más seguro es que las cuatro fuerzas principales estén relativamente igualadas, por lo que es probable que, luego del 20 de diciembre sea muy difícil si no imposible, formar algún gobierno en España, salvo en una circunstancia que mencionaremos al final.
En efecto, al darse por primera vez en muchos años una escisión en la derecha, en virtud de la Ley d’Hondt y el tamaño de la mayoría de las circunscripciones, el PP tiene un importante reto de C’s que no lo dejará apuntarse el triunfo. Lo mismo puede decirse de la izquierda, pero agravado por tratarse de tres opciones en lugar de dos. Al final, el único discurso dominante en todos los cuarteles será el del voto útil. El PP se presentará como el voto útil frente a C’s para parar a la izquierda y en esta tanto el PSOE como Podemos lo invocarán para parar a la derecha. En los dos bandos habrá un montón de votos desperdiciados en aquellas circunscripciones que elijan 6 diputados o menos y que, por cierto, son 35, esto es, casi dos tercios de las circunscripciones totales. Si se introdujera un sistema de segunda vuelta, parte de este estropicio podría arreglarse, pero no es el caso. A ello hay que añadir la tendencia de la izquierda a la izquierda del PSOE a atacar más a este que a la derecha, lo que es verdaderamente irresponsable porque, en definitiva, acabará propiciando el triunfo del PP o del PP y C’s camino de una coalición entre los camisas viejas del franquismo y los flechas nuevos de este neofalangismo de C’s.
Claro que la actividad del PSOE ya desde el comienzo de esta X legislatura ha provocado las críticas con harta razón. Durante los cuatro años de gobierno autoritario, corrupto, antidemocrático, ruinoso, catalanófobo, el PSOE, partido mayoritario de la oposición no ha hecho oposición alguna. Al contrario, a veces ha dado la impresión de estar más con un gobierno de agresión permanente a las clases trabajadoras y populares que con estas. Así que no tiene mucho sentido que ahora se escandalice cuando la otra izquierda lo ataca y lo identifica con el PP.
La disyuntiva es muy significativa y pone de relieve la penosa crisis de la izquierda española: IU es irrelevante y el escaso porcentaje de votos que consiga no servirá para nada más que para debilitar a la otra izquierda. El PSOE pierde el tiempo cuando critica a Podemos (que no es mucho) pues debería concentrar sus dardos en el PP y en Ciudadanos. Pero el caso más grave es el de Podemos: después de haber fagocitado a IU pero sin acabar con ella, se ha empeñado en el sorpasso anguitiano del PSOE para lo que actúa de nuevo como un aliado objetivo del PP. Al final, la rutilante promesa del partido morado, incapaz de diferenciarse del todo de IU solamente servirá para consolidar el gobierno de la derecha otros cuatro años.
Por último, la peor opción de todas pero no inverosímil, según lo que suceda en Cataluña, es un gobierno de coalición del PP, C’s y el PSOE con la excusa de una excepcionalidad o emergencia suscitada por el independentismo que aconseje a estos partidos nacionalistas españoles cerrar filas para salvar la unidad de España frente a la revolución de la República catalana.
Así el país volverá al franquismo que añora un tercio de la población, el baluarte del voto del PP.