Tengo al Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) por uno de los mejores institutos demoscópicos en España. Su ámbito de estudio es Cataluña y siempre hace un trabajo concienzudo y profesional, que proporciona muy buena información. No obstante, en la situación actual de inestabilidad política, con un elevado grado de volatilidad, el CEO admitirá que su último barómetro, publicado ayer, 13 de noviembre (la ciencia combate la superstición a base de ignorarla), y hecho en octubre, puede reflejar la opinión de hoy o no. Los acontecimientos se aceleran. Pero, en todo caso, muestra la opinión del mes pasado. Y merece la pena verla con los ojos de hoy.
En primer lugar, las intenciones de voto de cada cual. JxS volvería a ganar y la CUP pegaría un salto como 3ª fuerza, con 14-16 escaños. No sé si los mantendría ahora. En octubre le aplaudían todos los partidarios de atenerse a los principios. En noviembre da la impresión de que muchos consideran que atenerse a los principios es intransigencia y rigidez y que hay que ser flexibles; o sea, ceder en los principios. Pasa frecuentemente. C's consolida su segundo puesto más o menos con los mismos diputados. Parece su suelo, pero también su techo. Por eso, el ambicioso Rivera quiere medirse en España.
En cuarto lugar, los socialistas de la inverosímil pareja Chacón/Iceta, pillados y triturados entre los dos nacionalismos, el catalán y el español, con un discurso sobresaltado, a veces tímidamente catalanista y a veces más españolista. Algo parecido sucede a Podemos, en su confluencia de CSQEP, que las redes conocen como QWERTY. Su intención de voto sigue por debajo de lo que obtenía ICV-EUiA. Cataluña no será el trampolín para asaltar los cielos pero sí una especie de heraldo negro de malos resultados el 20 de diciembre. Fiar toda la fortuna electoral al gancho de un rostro, el de Iglesias, que se prodiga por los platós de las teles y las radios, tiene el inconveniente de que el electorado no lo vote por considerarlo más un showman que un político votable.
Por último, la perspectiva electoral del PP (8 a 10 escaños) lo convierte en el último mono en Cataluña. No quiero amargar a vida a nadie pero, si el partido más votado en España resulta ser el menos votado en Cataluña cabe pensar que España y Cataluña son muy distintas, ¿no? Casi como dos países.
En cuarto lugar, los socialistas de la inverosímil pareja Chacón/Iceta, pillados y triturados entre los dos nacionalismos, el catalán y el español, con un discurso sobresaltado, a veces tímidamente catalanista y a veces más españolista. Algo parecido sucede a Podemos, en su confluencia de CSQEP, que las redes conocen como QWERTY. Su intención de voto sigue por debajo de lo que obtenía ICV-EUiA. Cataluña no será el trampolín para asaltar los cielos pero sí una especie de heraldo negro de malos resultados el 20 de diciembre. Fiar toda la fortuna electoral al gancho de un rostro, el de Iglesias, que se prodiga por los platós de las teles y las radios, tiene el inconveniente de que el electorado no lo vote por considerarlo más un showman que un político votable.
Por último, la perspectiva electoral del PP (8 a 10 escaños) lo convierte en el último mono en Cataluña. No quiero amargar a vida a nadie pero, si el partido más votado en España resulta ser el menos votado en Cataluña cabe pensar que España y Cataluña son muy distintas, ¿no? Casi como dos países.
Estas intenciones de voto mantienen sutiles relaciones con las valoraciones populares de los líderes. La cosa empieza caliente cuando se sabe que el 52,4 %, cree que los políticos catalanes son unos inútiles, pero la proporción llega al 83,8 % hablando de los políticos españoles. Si estas dos valoraciones aparecieran en los barómetros del CIS, esto es, cómo los españoles conceptúan a los políticos españoles y a los catalanes, los resultados serían interesantes. Si no recuerdo mal, en el último barómetro del CIS solo Rivera aprobaba en valoración y todos los demás suspendían, incluido Pablo Iglesias, que se acercaba al pozo sin fondo de Mariano Rajoy o, quizá iba más abajo.
En Cataluña, en cambio, tres políticos aprueban cómodamente: Gabriel (5,82%), Baños (5,60%) y Junqueras (5,38%). Esto debe matizarse ya que Anna Gabriel y Antonio Baños son mucho menos conocidos que Oriol Junqueras, al que conoce el 93% de la gente. Me alegro de estos resultados. La gente valora la personalidad, la elegancia y la inteligencia. Gabriel recuerda a Rosa Luxemburg; Baños parece una dandy ácrata y Junqueras, una especie de Lutero de la nación catalana. Los demás políticos suspenden; pero unos más que otros. Artur Mas, con un 4,22, no recorta figura de un Moisés y probablemente paga el precio del viscoso pasado convergente, punto débil en el que golpea inmisericorde la CUP. Aun así, ese 4,22% es el doble de la puntuación que obtiene en España su homólogo Rajoy, al frente de un gobierno con mayoría absoluta parlamentaria. Absoluta y absolutista. Le ganan, sin embargo, Luis Rabell (4,40%) y Joan Coscubiela (4,62%), ambos de QWERTY. Aceptable resultado porque los dos son catalanes. Si se hubiese pedido la valoración de los líderes españoles que hicieron la pasada campaña, el resultado quizá fuera otro.
Miquel Iceta (4,13) se queda también en este rincón de los suspensos con honra, pero Carme Chacón (3,12), desciende ya al suspenso sin remedio, en donde la acompañan Albert Rivera (3,77) e Inés Arrimadas (3,14). La negativa valoración de Rivera en Cataluña contrasta con la muy alta que tiene en España y explica que, en efecto, el líder de C's haya cambiado su primera estrategia de conquistar España desde Cataluña por la de conquistar Cataluña desde España. En Cataluña no parece salirle pero sí quizá en España y, si le saliera en España, podría acabar saliéndole en Cataluña. Por eso la desconexión para los indepes es urgente y no pueden permitirse elecciones anticipadas.
De los del PP merece poco la pena hablar. Sus valoraciones populares (Xavier García Albiol (2,06) y Jorge Fernández Díaz (1,88)) son inversamente proporcionales a la cantidad de arengas y soflamas sobre la unidad de España que sueltan en todo momento y circunstancias, que suelen darse un aire así como a Fuerza Nueva o Centinelas de Occidente.
En Cataluña, en cambio, tres políticos aprueban cómodamente: Gabriel (5,82%), Baños (5,60%) y Junqueras (5,38%). Esto debe matizarse ya que Anna Gabriel y Antonio Baños son mucho menos conocidos que Oriol Junqueras, al que conoce el 93% de la gente. Me alegro de estos resultados. La gente valora la personalidad, la elegancia y la inteligencia. Gabriel recuerda a Rosa Luxemburg; Baños parece una dandy ácrata y Junqueras, una especie de Lutero de la nación catalana. Los demás políticos suspenden; pero unos más que otros. Artur Mas, con un 4,22, no recorta figura de un Moisés y probablemente paga el precio del viscoso pasado convergente, punto débil en el que golpea inmisericorde la CUP. Aun así, ese 4,22% es el doble de la puntuación que obtiene en España su homólogo Rajoy, al frente de un gobierno con mayoría absoluta parlamentaria. Absoluta y absolutista. Le ganan, sin embargo, Luis Rabell (4,40%) y Joan Coscubiela (4,62%), ambos de QWERTY. Aceptable resultado porque los dos son catalanes. Si se hubiese pedido la valoración de los líderes españoles que hicieron la pasada campaña, el resultado quizá fuera otro.
Miquel Iceta (4,13) se queda también en este rincón de los suspensos con honra, pero Carme Chacón (3,12), desciende ya al suspenso sin remedio, en donde la acompañan Albert Rivera (3,77) e Inés Arrimadas (3,14). La negativa valoración de Rivera en Cataluña contrasta con la muy alta que tiene en España y explica que, en efecto, el líder de C's haya cambiado su primera estrategia de conquistar España desde Cataluña por la de conquistar Cataluña desde España. En Cataluña no parece salirle pero sí quizá en España y, si le saliera en España, podría acabar saliéndole en Cataluña. Por eso la desconexión para los indepes es urgente y no pueden permitirse elecciones anticipadas.
De los del PP merece poco la pena hablar. Sus valoraciones populares (Xavier García Albiol (2,06) y Jorge Fernández Díaz (1,88)) son inversamente proporcionales a la cantidad de arengas y soflamas sobre la unidad de España que sueltan en todo momento y circunstancias, que suelen darse un aire así como a Fuerza Nueva o Centinelas de Occidente.
Por último, el sentimiento independentista: un 47,8% en contra de la independencia y un 46,7% a favor. En comparación con el barómetro anterior, los del "no" disminuyen del 50% al 47,8%, mientras que los del "sí" aumentan del 42,9 al 46,7%. Hace 20 años, los partidarios del "sí" eran más o menos, el 20%. Dentro de otros veinte años, los del sí serán el 66% y los del "no", el 34%. Es comprensible que los indepes digan que no merece la pena esperar.
Lo grandioso de todo esto es que el nacionalismo español ni se entera. Presten atención a los debates electorales con vistas al 20 de diciembre. Todas las fuerzas políticas coinciden con el gobierno y el PP, incluido el PSOE, lo cual es alucinante, en que la cuestión catalana es un problema de orden público que va a resolverse a base de echarle jueces y policías.
Lo grandioso de todo esto es que el nacionalismo español ni se entera. Presten atención a los debates electorales con vistas al 20 de diciembre. Todas las fuerzas políticas coinciden con el gobierno y el PP, incluido el PSOE, lo cual es alucinante, en que la cuestión catalana es un problema de orden público que va a resolverse a base de echarle jueces y policías.