Al dar cuenta de la exposición de González Palma, prometí hablar de otra también albergada en la Fundación Telefónica sobre el conjunto de la obra de Alberto Corazón. Una retrospectiva completa que abarca cincuenta años de diseño gráfico, de fines de los años sesenta a hoy, en la que podemos rastrear indirectamente la evolución del país y directamente la del autor. A lo largo de ella, este, que es también pintor y ocasional escritor que reflexiona sobre su obra y su oficio, tiene un concepto reiteradamente modesto de sí mismo. Dice que el diseñador no es un artista, sino un profesional, subrayando así una visión diríamos artesana de su quehacer que, sin embargo, la realidad se ha encargado de resituar con justicia pues Corazón posee el premio nacional de diseño y es académico de la Real Academia de Bellas Artes, cosa que él mismo interpreta como un espaldarazo a la consideración del diseño como arte.
Conocí en Alberto Corazón en los años sesenta en la Facultad de Ciencias Políticas, que era la nuestra, pero no lo traté porque, siendo él un año y pico o dos mayor que yo, pertenecía a un círculo en el que destacaban otras gentes que admiraba y admiro, como el fallecido Alberto Méndez, el autor de los girasoles ciegos y otros seniors para mí, que era por entonces un mocoso. Pero, aun sin tratarlo directamente, me lo he ido encontrando a lo largo de la vida, como todos los de mi generación y aficiones estéticas y orientaciones políticas. Desde fines de los años sesenta, todavía en la Dictadura, Alberto Corazón dominaba el diseño de los libros que los rojos leíamos y en muchos casos, seguimos leyendo. Comenzó la aventura con la editorial Ciencia Nueva. Siempre he supuesto que la referencia a Vico vendría de los hermanos Méndez. Sobre unas portadas sobrias, elegantes, serias y muy innovadoras, umbral de obras como Ciencia y Política en el mundo antiguo, de Benjamin Farrington, Thomas Münzer, teólogo de la revolucion, de Ernst Bloch, hemos discutido a veces tardes y hasta noches enteras. Autores más o menos marxistas que, en lugar de dar vueltas autocomplacientes al propio marxismo, lo empleaban como verdadero instrumento para la elucidación de otras cuestiones, filosóficas (Avicena y la izquierda aristotélica), arqueológicas (La evolución de la sociedad, de Gordon Childe) etc. La colección de "clasicos" (Larra, Lucrecio, Herzen, Marx) también tuvo muy buena acogida. Conservo muchos de estos títulos, bastante manoseados, por cierto.
La censura franquista obligó a cerrar la editorial, pero no puso fin a la relación de Corazón con los libros y con determinados libros. Él mismo se convirtió en editor. Comunicación Alberto Corazón Editor tenía un contenido mucho más actual y más especializado en los campos de la comunicación, la semiótica, el lenguaje en los que el vanguardismo del contenido corría parejo con la originalidad de la presentación. Aún hoy puedo reconocer cualquier libro de esa editorial con los ojos cerrados, al tacto. Más tarde, otras empresas editoriales recurrieron a él, Ariel, Castellote, Morata, de forma que Corazón siguió ampliando su presencia en nuestros anaqueles, repletos de obras de intencionalidad política, crítica, revolucionaria. Después, en su desarrollo profesional, dio el paso a ilustrar libros de carácter más comercial, de texto, etc, para Anaya y, a través de ella, la fundación Sánchez Rupérez para la que siguió trabajando.
Al tiempo que realizaba su obra propia y publicaba ensayo sobre su vocación y actividad profesional amplió esta al diseño de revistas (Nuestra Bandera, el órgano teórico del PCE, partido al que imagino, aunque no lo sé de cierto, se sentía cercano) y sobre todo la cartelería, singularmente para representaciones de teatro clásico (Lope, Calderón, etc) o de vanguardia (Weiss, Handke, Kafka, etc) obras que los rojos íbamos a ver no diré que religiosamente porque sería un contrasentido pero con pasión.
Alberto Corazón ha sido, pues, una presencia gráfica, colorida pero innominada,en la vida de mucha gente y, desde luego, en la mía. Lo he encontrado en una especie de diálogo con el pop, lo he podido comparar en algún momento con productos como los del Equipo Crónica y, desde luego, lo he visto muy relacionado con las propuestas gráficas de los situacionistas, cuando utiliza imágenes de publicaciones gráficas populares, comics, etc., reformulando las leyendas.
Luego, su actividad ha conocido una insólita expansión, casi industrial y ese es el verdadero hallazgo de esta exposición. El diseño gráfico se pone al servicio de las identidades corporativas y la propuesta de logos comerciales y aquí es donde el visitante, de pronto descubre que no solamente hay un Alberto Corazón audaz diseñador instalado en la memoria, sino otro, una verdadera empresa comercial que condiciona el horizonte visual cotidiano de millones de personas. No exagero. Una lista expurgada de las instituciones y empresas cuyas identidades corporativas, marcas y logos son obra de Alberto Corazón no me dejará mentir: el MOPU, la Universidad Autónoma de Madrid, la empresa DAGU, la Fundación Germán Sánchez Rupérez, Paradores Nacionales, Ferrovial, la Junta de Andalucía, la ONCE, MAPFRE, FEVE, etc. Raro será el día en que no nos topemos con algún producto del trabajo de este hombre cuya fuerza creadora es tan elegante como inagotable. ¡Hasta resulta haber diseñado el logo de mi Universidad, la UNED, y el de mi Facultad, que es la suya!
Todo un descubrimiento de pasado y presente esta retrospectiva de la obra de Alberto Corazón, gran creador del diseño gráfico y nieto de hortelano, como él mismo gusta de calificarse.