Enésimo portazo de Iglesias a las ilusiones de los confluyentes de crear una amplia alianza de la izquierda (se evita con cuidado el término "frente") en la que vayan todas juntas pero no revueltas, cada una con sus siglas y todas bajo una identidad ómnibus. Podemos irá a las generales con sus siglas. Rechazo frontal a Garzón, Anguita y Cayo Lara que es converso reciente a la confluencia.
En IU la bronca se encona más, si cabe, entre otras cosas porque ya nadie prácticamente sabe qué defiende y ataca cada quién. IU es el pecio de una nave de los locos. La nao ya se ha hundido, pero los locos siguen pegándose. Palinuro lo había entrevisto hace meses en Izquierda Unida y el efecto sifón de Podemos en donde se decía: Lo llaman convergencia. Es efecto sifón. Podemos absorberá a IU con la misma indiferencia natural e inocente con que el pez grande se come al chico. La mística comunista, comunitaria, solidaria vale poco cuando se cuentan votos o, sea, para entendernos, poder. Y, efectivamente, como preveía Palinuro el 1º de febrero pasado, Podemos se ha comido a IU. No obstante también conviene recordar que hay comidas indigestas.
¿Qué ha sucedido desde el 1º de febrero? Dos hechos de gran importancia: las elecciones autonómicas andaluzas y las municipales y autonómicas en 13 CCAA en España. En las dos se ha marcado una pauta: el PSOE resiste bien el efecto sifón de Podemos (que iba orientado a su sector izquierdo); IU se da un batacazo en todas partes en que concurre sola, cuando no desaparece; Podemos no obtiene ni de lejos los resultados a los que aspiraba cuando, a primeros de año anunciaba que iba a asaltar los cielos no por consenso, sino por conquista. Podemos "salía a ganar", iba "por todas" a los clarines triunfantes de unos sondeos embriagadores. Algunos le adjudicaban casi un 28% del voto y primera o segunda posición por doquiera, claro sorpasso a la socialdemocracia tradicional, a la que se auguraba un proceso de "pasokización". La realidad los ha dejado en el 14% y con visos de empeorar. ¿Culpables de este amargo resultado? Tres:
Primero, el bipartidismo, más difícil de batir de lo que parecía. Vamos, que el oso mantenía su piel y quien la había vendido antes de tiempo tiene que devolver los cuartos. Se impone el realismo. Esta dura experiencia, unida al aprendizaje del joven Iglesias en los reservados de los restaurantes que mucho criticaba y en el fondo envidiaba, hará que en Podemos no vuelva a hablarse tanto de bipartidismo. Eso es más propio de Anguita, mientras que lo suyo es, maravilla el decirlo, la socialdemocracia, la socialdemocracia sorpassata, si se dice así.
Segundo, el absurdo caos de IU. La doctrina sifón, más arriba mencionada, partía de la aplicación a España del modelo de Syriza en Grecia: un Partido Comunista griego, claramente definido, cuya función era perder las elecciones (aprox. un 2% del voto) para que el discurso de Syriza, de un izquierdismo más radical, neocomunista, pero sin mostrar lazos con el comunismo, pudiera ganarlas, dejando al PASOK convertido en un partido-taxi. El problema en España es que IU, y su alma comunista, no ha entendido o no ha querido entender el mensaje y, en vez de ir sola al matadero electoral, ha explotado en un sinfín de tendencias confluyentes (a su vez con propuestas distintas de confluencia) y partidarios de unas u otras reediciones del espíritu numantino. Todo este jaleo ha hecho gran daño a Podemos, mezclado en ese incomprensible desbarajuste de IU que, aunque no se lo crean, tiene al electorado en verdad hasta la coronilla. De ahí que, en los últimos días, Podemos trate de marcar distancias. Lo ha hecho con Garzón, de modo innecesariamente cruel, a juicio de Palinuro, y con IU en su conjunto, porque Podemos "no será tabla de salvación para nadie". Sobre todo cuando la propia tabla no va muy segura y la salvada o salvable IU es, en realidad, una organización en liquidación, contable y políticamente. La cuestión ahora es saber si, vistas las circunstancias, Julio Anguita no interviene para sostener su propia propuesta de alianza. Encabeza un Frente Cívico Somos Mayoría, pues el cordobés es experto en calificar sus inventos no con su razón, sino con su deseo: Somos Mayoría, Izquierda Unida. Al final puede suceder que las izquierdas vayan a noviembre divididas en tres formaciones: Candidatura de Unidad de la Mayoría (por ponerle un nombre), Podemos y PSOE. De ahí que este haya pasado a ser tan importante.
Tercero, el PSOE ha resistido el efecto sifón de Podemos. De tal modo que, aunque no haga nada o, quizá, por no hacer nada, va perfilándose como una alternativa frente a un gobierno y un partido absolutamente desprestigiados, comidos por la corrupción y en los que los enfrentamientos y broncas no son visibles como en IU pero tienen a la derecha desconcertada sin política de ningún tipo. Que hayan lanzado a la vicepresidenta del gobierno a largar una filípica contra el radicalismo de Pedro Sánchez demuestra que en el PP han perdido la Minerva. Es tan absurdo que beneficia al mismo Sánchez, a quien no le resulta difícil aparecer a contrario como un centro entre radicalismos de izquierda y derecha. Para beneficiarse del todo, el PSOE debiera reajustar su terreno, dejando entrar en él con más voz a su sector más izquierdista. Un giro, no a la izquierda radical de Santamaría, sino a la moderada y democrática eliminaría del todo el efecto sifón de Podemos y hasta quizá lo revirtiera, según se desarrolle el proceso de articulación de este como opción de gobierno.
Aquí es donde reaparece la socialdemocracia. El giro de Podemos es patente. Pueden llamarlo como quieran, pero es obvio que el PSOE ya no es igual al PP, sino un partido con el que hay que entenderse. Tiene gracia: IU buscando confluir con Podemos y Podemos pretendiendo entenderse con la familia socialdemócrata. Casi parece un vodevil. Al final acaban todos en sana promiscuidad socialdemócrata. Palinuro ha defendido siempre una unidad de la izquierda y, cuando menos, una alianza PSOE-Podemos. Los socialistas seguramente llegarán al momento de alianzas en una posición relativamente cómoda. No lo parece tanto que lo consiga Podemos. Tiene urgencias de consolidación, debates internos serios y pinta de haber agotado su mágica capacidad de movilización del principo. Sin resuello, vamos.