Ayer España era una fiesta. El país, que presentaba un monótono azul desde 2011, de pronto, mostró otros colores, singularmente el rojo. Estaban las redes entusiasmadas con las tomas de posesión de Carmena y Colau, entre otras. Según cálculos de Público, 10,6 millones de ciudadanos en 27 capitales pasaban a tener alcaldes de izquierda, hala, así, sin matizar que, según reza el prontuario de los verdaderos, el PSOE no es de izquierda. Con todo, notable alegría y jolgorio que contrastaron con los desplantes a lo Barberá o las caras murrias de Botella y Ruiz Gallardón en el acto de proclamación de Carmena. Mal perder tiene la tropa.
La casuística deparó las sorpresas. En la política local nunca faltan. En Gijón, por ejemplo, los de Podemos han entregado la alcaldía a una candidata, creo, del Foro Asturias de Álvarez Cascos porque se llevan muy mal con los del PSOE e IU. En Oviedo, para compensar, los mismos de Podemos han cedido la alcaldía al PSOE. Algo parecido al PSOE-A apoyando al candidato de Podemos en Cádiz a pesar de no haber obtenido su aprobación para la investidura. En Cuenca los que han metido la pata son los de IU, dejando gobernar al PP por no apoyar al PSOE y en algún pueblo de Extremadura ha sido de nuevo Podemos el que ha aupado al PP.
Pero eso es la casuística, la moneda menuda. En general, la colaboración PSOE-Podemos ha funcionado muy bien por lo que Palinuro se felicita. Y no lo digo solo yo. También lo dice Pablo Iglesias, quien augura nuevos pactos con el PSOE pues, afirma con ecos lejanos del otro Pablo camino de Damasco, estamos convencidos. Ayer cundía el alborozo y estaban tod@s muy content@s.
¿Tod@s? No. Hay alguno más que se ve perdedor. Allá en la lejana Córdoba, un irreductible almohade afila su cimitarra, presto a partir para la guerra santa en contra de la infiel socialdemocracia. Noticias han llegado de que los verdaderos creyentes de la izquierda están sellando pactos diabólicos con los enemigos de Alá. Es preciso enarbolar la bandera verde del profeta y llamar a formar un frente único de todas las tribus de verdaderos creyentes, cada una con su nombre, para dar la batalla final al bipartidismo. Lo llama bipartidismo porque decir PSOE cuando muchos de sus presuntos seguidores están gobernando con él es demasiado surrealista hasta para Anguita. Pero claro queda de inicio que cualquier frente, coalición, asamblea o conciliábulo que aliente Anguita excluirá al PSOE.
Para Podemos esa confluencia en forma de amalgama en la que pierde su fuerza directriz para amontonarse con otros en el habitual guirigay de IU es un mal negocio. Añádase que estar en coaliciones de gobierno con el PSOE en media España no contribuye a marcar distancias para enfrentamientos dialécticos de tipo electoral. Y, de fusionarse de algún modo en una organización paraguas de nuevo nombre sería muy difícil que el electorado no lo viera como una experiencia de IU, segunda época.
La situación de esta izquierda es endemoniada. El frente amplio anguitiano sin Podemos no tiene posibilidades reales. Ni siquiera es seguro que llegue a constituirse, cuenta habida de que es poco probable que los Anticapitalistas se escindan de Podemos. Rezongarán por los rincones pero se quedarán, como los de Izquierda Socialista en el PSOE. Las perspectivas de Anguita y su cómica guardia califal es desesperada. No pueden dejar de confluir porque por mucho que este huero predicador fabule que somos mayoría, sabe que no lo van a votar y, por tanto, necesita la confluencia para sobrevivir. Como Garzón y, en el fondo, como Cayo Lara. Pero Iglesias ya ha aclarado que Podemos no será "tabla de salvación para nadie" y, si se da confluencia, será a base de que estos tres cabecillas y quienes se les sumen pasen por las horcas caudinas de dejar a la entrada sus queridas siglas y colores que tantas gloriosas batallas vieron en el pasado. Eso es mucho más de lo que la vanidad y soberbia de Anguita le permiten encajar. Si sus ahijados espirituales de Podemos se avienen con el bipartidismo, o sea, con el PSOE, él seguirá, impertérrito su camino, guiado por la estrella polar del "programa, programa, programa".
Los tiempos han cambiado. Los ha cambiado Podemos. IU y las ilusiones del sorpasso a la antigua usanza de la pintoresca teoría de las dos orillas, han sido ya trituradas por las ruedas dentadas del destino. El comunismo no pinta nada y despinta un montón. Incluso como neocomunismo asambleario y jacarandoso. Aquí la única unidad popular que hay es la de Podemos y bajo la guía de Pablo Iglesias. Si se quita uno se quita el otro y si los dos desaparecen, reaparece Anguita, símbolo de la modernidad.
Repárese en un dato. Búsquese una explicación al hecho de que Podemos, a quien los sondeos daban en febrero de este año una intención de voto del 28%, poniéndolo de primero en el ranking, mientras que dejaban al PSOE en torno al 17%, haya obtenido en torno al 14/15% en las dos convocatorias últimas y el PSOE se haya recuperado. Habrá varias razones, sin duda, pero la de que no han sabido aplicar el modelo Syriza ni diferenciarse gran cosa de la batahola de IU no es desdeñable. La enseñanza es clara: la confluencia con la verdadera izquierda es mortal y, además, para ser rigurosa, obligaría a deshacer muchos gobiernos locales.
Lo esperable es que a las elecciones concurran en la izquierda PSOE, Podemos y la Mayoría Imaginaria anguitiana. PSOE y Podemos enfrentados al PP, no al bipartidismo, es decir, no enfrentados entre sí. Iglesias lo deja claro: salen a ganar al PP. No al PSOE. Perfecto. Habrá, pues, buena lid. Y en esa buena lid de las dos ofertas de izquierda como alternativa al PSOE será en donde podrá verse si, en efecto, se produce el anhelado sorpasso. De darse este sería mérito exclusivo de Podemos y su dirigente Iglesias. Eso probablemente sea más de lo que sus amigos pueden soportar.
Pero es lo que tendría mérito. Competencia entre PSOE y Podemos por desbancar al PP. Entre Sánchez e Iglesias. Desde que Palinuro escribiera el post Pedro y Pablo, apóstoles en falta, los dos se han conocido, han hablado, como se recomendaba en él, y parecen haber sintonizado bastante bien, a juzgar por los resultados de esta jornada tan claramente de izquierdas.
Dos mujeres alcaldesas de Madrid y Barcelona. Y la de Barcelona trae ya sonido catalán porque ofrece a Mas su apoyo en pro del derecho a decidir. Esto se mueve. Y en la buena dirección. No la tuerzan. No fastidien.