En las próximas elecciones en Madrid se presentan dos mujeres del mismo partido que gustan de fotografiarse juntas, subrayando la idea de formar una especie de tándem con una clara intención de transmitir un mensaje de coordinación y estabilidad por común militancia. Un tándem de cine. De qué cine está por ver. A veces recuerdan algo "Con faldas y a lo loco" (Some Like It Hot) y todo el problema sería repartir entre las dos candidatas los tres papeles de Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemon. En las redes hay malvados que las presentan como las dos niñas de El resplandor, lo que quizá sea un tanto excesivo.
En todo caso hay algo que las distingue de casi todos los demás candidatos: la veteranía. Los otros pretendientes vienen casi in albis. Ellos sí son candidatos en sentido propio, pues visten la túnica cándida. No traen equipaje, ni historia. Algunos se presentan por primera vez en su vida a algo. Otros quizá hayan ocupado algún otro puesto o cargo en el pasado, pero no son propiamente políticos profesionales. No lo es Carmena ni siquiera Gabilondo, a pesar de haber sido ministro del PSOE que lo era, como sigue siendo hoy, independiente. Es decir, aquí hay diez primerizos, a algunos de los cuales casi no los conocen ni los suyos y dos veteranas archiconocidas con una larguísima experiencia en puestos de gestión pública, sobre todo la sandunguera señora Aguirre a quien, habiendo sido casi todo, ministra, presidenta del Senado, de la Comunidad de Madrid, ya solo queda ser alcaldesa y cardenal primada de España, aunque eso lo tendrá más difícil.
El tándem es de cine porque coincide con el meollo del discurso electoral del PP: ojo a las ocurrencias, las improvisaciones, los conejos de la chistera, las aventuras y los adanes, por sintetizar el jardín metafórico del presidente. No tiréis por la borda lo mucho conseguido y nada de poneros en manos de inexpertos. Hay que confiar en la experiencia, la estabilidad, la responsabilidad de quien lleva años al frente de los gobiernos y sabe lo que hace y lo que se trae entre manos.
Vale. Por eso el PP propone de candidatas a dos veteranas funcionarias del partido que han pasado toda su vida laboral trabajando para este, bien en su organización interna, contratadas por él aunque, como en el caso de Cifuentes, a veces haya sido presuntamente con procedimientos ilegales y en régimen de economía sumergida, bien en cargos representativos. No deja de tener gracia que se presente a guardiana de la ley quien comenzó por saltársela. Pero esto no parece ser óbice en el país de José María el tempranillo. Ahora, las dos mujeres piden el voto para acabar con la corrupción y regenerar Madrid, lugar en el que su partido lleva veinte años gobernando con mayorías absolutas. O se refieren a la corrupción de la corte visigótica o habrán de admitir se trata de la que ellas alimentaron, o ignoraron, o fingieron ignorar mientras gobernaban. Sobre todo Aguirre. De forma que es lícito preguntarse si, a pesar de su veteranía, las dos saben qué se traen entre manos.
En el caso de Cifuentes sí parece, aunque, a la vista de su ejecutoria como delegada del gobierno en Madrid, da miedo lo que pueda estar tramando. Su política de orden público, muy respaldada por el ministerio del Interior, ha sido represiva, autoritaria, hostigadora de la ciudadanía, punitiva y escasamente respetuosa con los derechos civiles y las libertades públicas. Miedo da con una Consejería de Presidencia y Justicia que lleva también asuntos de interior a su disposición. Y su programa está muy claro. Lo dijo en el debate de la televisión: libertad de elección. O sea, privatización de servicios públicos. Quien quiera educación, sanidad, etc., que se los pague de su bolsillo.
Decir que Aguirre sabe lo que se trae entre manos es mucho más aventurado. Su casi interminable mandato en la Comunidad de Madrid ha dejado un panorama terrible: tiene decenas de colaboradores o cargos bajo su responsabilidad en la cárcel o rodando por los juzgados como robagallinas compulsivos. Le han sacado a relucir tramas y fraudes rocambolescos derivados o relacionados con contratos de su gobierno en donde, al parecer, el que no trincaba comisiones, pillaba sobresueldos, enchufaba a recuas de parientes o quería modificar el régimen fiscal aquí o allá en beneficio propio o de sus allegados. Un panorama tremendo que tiene a los juzgados echando humo y a los medios pasmados de cómo se lo llevaba crudo el personal. Pero la señora Aguirre no sabía nada. Y menos mal que no salió una operación bajo su directa influencia, pero que parecía ideada por un comité de gangsters presidido por Al Capone de instalar una especie de Sodoma y Gomorra del ludocapitalismo en Alcorcón. ¿Puede decirse que alguien así sepa lo que se trae entre manos?
Es un tándem de cine, pero más al estilo de Pili y Mili.