Apostillas palinúricas a unas declaraciones de Núñez Feijóo.
Según parece, don Alberto, se postula usted como sucesor de Rajoy si este se da el batacazo en las elecciones de mayo. Perfecto. Los políticos deben ser ambiciosos y querer llegar a lo más alto. Desconfíe el personal de esas modosas ratitas que dicen colmar sus aspiraciones con una viceconsejería en su pueblo. Tiene usted cualidades y le sobra voluntad. Le adorna, además, una virtud inesperada, aunque de cierto calado: es usted gallego. De un tiempo a esta parte, la derecha tiene una querencia claramente galaica en la provisión del liderazgo del país. Franco, Rajoy y ahora usted. Fraga, asimismo gallego, lo intentó varias veces sin conseguirlo. Una prueba más de que se trataba del eslabón perdido. Solo gracias a ese fallo se coló el madrileño Aznar. Pero ahora viene usted a restablecer el orden natural de las cosas: España debe gobernarse desde Galicia. Ríanse todos de las pretensiones del catalanismo político o intento quimérico de gobernar España desde Cataluña. Ni hablar. El granero de políticos españoles es Galicia.
No estando usted en campaña debe esforzarse por encontrar vías de hacerse oír en el ámbito público. Y lo hace usted un poco al estilo Aguirre, hablando por libre y saliéndose del guión marcado por el mando con valor y donosura. En este caso, lo difícil era no salirse, dado que el mando decretó silencio. Los 400 miembros de la Junta Directiva Nacional del PP, convocados por Rajoy, le respondieron con su unánime apoyo de 400 silencios. Nadie pidió la palabra ni para ir al servicio. Y eso que los españoles tenemos fama de discrepadores y parlanchines. La servidumbre, como la caridad bien entendida, empieza por uno mismo.
Pero usted mostró su arrojo y rebeldía después desde una emisora de radio y osó decir que la financiación ilegal del PP fue un gran error. ¿Por qué no lo dijo una hora antes en la mencionada Junta Directiva? Porque allí ni la palabra "error" se admite. El PP no comete errores. Sin embargo, si de puertas adentro el término error es inadmisible por excesivo, de puertas afuera lo es por insuficiente. Llame a las cosas por su nombre: no es un error sino una vergüenza, una inmoralidad y, probablemente, un delito. El juez Ruz ha explicado que, si no ha procesado al PP por delito fiscal es porque una ley de 2008 se lo impide. No es un error; es un delito continuado. Durante veinte años. Un delito que parece confundirse con el objeto social de la empresa. "Estamos en política para forrarnos". Muchos de los suyos le dirán, con razón, que la financiación ilegal no es un error; el error es que los hayan pillado.
Pero usted mostró su arrojo y rebeldía después desde una emisora de radio y osó decir que la financiación ilegal del PP fue un gran error. ¿Por qué no lo dijo una hora antes en la mencionada Junta Directiva? Porque allí ni la palabra "error" se admite. El PP no comete errores. Sin embargo, si de puertas adentro el término error es inadmisible por excesivo, de puertas afuera lo es por insuficiente. Llame a las cosas por su nombre: no es un error sino una vergüenza, una inmoralidad y, probablemente, un delito. El juez Ruz ha explicado que, si no ha procesado al PP por delito fiscal es porque una ley de 2008 se lo impide. No es un error; es un delito continuado. Durante veinte años. Un delito que parece confundirse con el objeto social de la empresa. "Estamos en política para forrarnos". Muchos de los suyos le dirán, con razón, que la financiación ilegal no es un error; el error es que los hayan pillado.
Tampoco está bien que un candidato a candidato dicte los plazos de los hechos a su conveniencia. Según usted, el PP ya ha pagado por ese "error". ¿En qué moneda? No lo ha hecho en dinero porque no ha devuelto ni un euro y no es cosa de contabilizar como pago el lucro cesante de los beneficios ilegales porque ahora están los jueces sobre aviso. Tampoco lo ha hecho en dimisiones. Las dos o tres que ha habido lo han sido por presuntas granujerías personales de los implicados. En materia de dimisiones en esta situación la lógica y evidente debiera ser la de Rajoy. Él era y es el presidente del partido presuntamente delictivo.
Tampoco ha pagado en términos de explicaciones y aclaraciones en sede parlamentaria de los comportamientos "erróneos". En este campo, señor Feijóo, es en donde se mide la ley de sus palabras. Su mayoría absoluta en el Parlamento de Galicia ha impedido una comparecencia suya para dar explicaciones sobre la corrupción. Si no hay corrupción sino que se trata de un "error", ¿por qué no comparecer a explicarlo? Porque usted sabe perfectamente que no es un error. Hablar de "error", en realidad, es embellecer un presunto delito.
Tampoco ha pagado en términos de explicaciones y aclaraciones en sede parlamentaria de los comportamientos "erróneos". En este campo, señor Feijóo, es en donde se mide la ley de sus palabras. Su mayoría absoluta en el Parlamento de Galicia ha impedido una comparecencia suya para dar explicaciones sobre la corrupción. Si no hay corrupción sino que se trata de un "error", ¿por qué no comparecer a explicarlo? Porque usted sabe perfectamente que no es un error. Hablar de "error", en realidad, es embellecer un presunto delito.
No obstante tiene usted posibilidades de ser el candidato si en efecto el señor Rajoy se hunde en las elecciones de mayo que el PP, como Podemos, ha salido a ganar. Con la nueva doctrina: son las siglas las que la gente vota. La marca. Los responsables de comunicación han sacado un hashtag llamado #orgullosodelPP. No estoy muy seguro de si pueden ustedes encontrar razones para estar orgullosos de su partido pero sí lo estoy de que no arrancarán ustedes su campaña proclamando estar avergonzados del ser del PP.
En todo caso, el discurso dominante, la propaganda electoral girará en torno a las siglas PP. Los de comunicación lo razonan de maravilla: votamos listas de partidos. No estamos tan americanizados como parece, las campañas no tan personalizadas como se dice y el liderazgo no es un factor tan importante como se supone, sobre todo cuando el dirigente de que uno dispone tiene la más baja calificación popular de la historia de la segunda Restauración. Es difícil fiar el éxito al tirón del líder cuando no hay líder y cuando la presencia de este no solo no anima a votar por su partido sino que anima a votar por otros.
En todo caso, el discurso dominante, la propaganda electoral girará en torno a las siglas PP. Los de comunicación lo razonan de maravilla: votamos listas de partidos. No estamos tan americanizados como parece, las campañas no tan personalizadas como se dice y el liderazgo no es un factor tan importante como se supone, sobre todo cuando el dirigente de que uno dispone tiene la más baja calificación popular de la historia de la segunda Restauración. Es difícil fiar el éxito al tirón del líder cuando no hay líder y cuando la presencia de este no solo no anima a votar por su partido sino que anima a votar por otros.