Palinuro prometió ayer elaborar algo más el análisis de urgencia a las tres horas del cierre de los colegios y así lo hará. Pero sin mayor demora porque, por un lado, lo expuesto se tiene de pie y, por otro, en este mundo a toda velocidad, las elecciones son ya pasado y ahora encaramos otros asuntos pues cada día tiene su afán.
Hay interpretaciones según las cuales Podemos triunfó en Andalucía; pocas, pero las hay, pues toda colectividad tiene sus incondicionales, esos que los ingleses llaman die hards. Pero hablan de triunfo en tono menor. Nada de arrollador. Y el término "terremoto" ha desaparecido. Para la mayoría, lo de ayer fue una derrota de Podemos. La primera. No en términos absolutos (15 nada desdeñables escaños) sino relativos a las pretensiones de ser el partido más votado. Esas pretensiones venían dictadas por la embriaguez del resultado de las elecciones europeas. Los estrategas olvidaron que los resultados electorales nunca son extrapolables a nada de antemano y menos los de unas elecciones europeas que el electorado apenas se toma en serio.
Podemos arrancó con una promesa muy atractiva en tiempos de crisis económica y política: constituir una izquierda radical y democrática, algo entre la socialdemocracia y el comunismo. El sempiterno sueño de la Nueva izquierda. Su oposición al PSOE fue clara desde el principio; sus relaciones con IU, en cambio, o sea con el comunismo, no lo fueron en absoluto. Absorbió su base electoral pero no pudo mantener a distancia el aparato que se obstinaba converger. Acabó en una forma confusa en que hay pero no hay convergencia. E identidad de discursos en el ataque común al PSOE. Es decir, como siempre, no hay terceras partes. Nada entre el PSOE e IU, sobre todo cuando esta saca a Anguita en la campaña poco menos que pidiendo el voto para Podemos con el único fin que siempre persigue, hundir el PSOE y el único que realmente consigue, hundir su propia opción. Y eso es lo que Podemos ha cosechado: rota su imagen de nueva izquierda aparece la realidad de la vieja izquierda neocomunista, anguitiana, del sorpasso. Lo que importa es que no gobierne el PSOE. Lo he leído por ahí. Lo que quiere la derecha. En su origen y primeros recorridos, Podemos traía una promesa interesante de nueva política. Al situarse en el territorio de la vieja izquierda antisocialista asegurando al tiempo no ser de derechas ni izquierdas, se ha convertido en un bluff. Y en Andalucía se lo han visto
Son cosas elementales. El PSOE tiene 140 años, se confunde con la historia de este país, cuenta con una memoria de generaciones y voto de tradición familiar. No es un chiringuito como el PP, armado para ganar elecciones y vivir del erario a base de corrupción, aunque no deje de haber habido casos. Pero nadie se atreve a decir que el PSOE sea un partido corrupto. Eso es lo que busca la frecuente equiparación entre el PP y el PSOE que el PP no acepta y el PSOE tampoco (y con bastante sentido ambos, por cierto) y solo convence a los que la acuñan, cuyo ánimo es más bien como de brocha gorda. El PSOE no es el PASOK, otro chiringuito fundado por la familia Papandreu en los años 70 del siglo XX, y no va a venirse abajo como un castillo de naipes por mucha ilusión que le echen quienes soplan.
¿Los otros contendientes? El PP, batacazo, ha perdido 17 escaños. ¿Pocos? ¿Muchos? Nada extraño. El PP no está para elecciones en Andalucía o en la ínsula Barataria. Más duros tienen pinta de ser los resultados de las municipales y autonómicas de mayo. Y de las catalanas de septiembre ja en parlarem, pues prometen ser suculentas. Ciudadanos sí que ha tenido un exitazo con sus nueve diputados. Seguramente vienen todos del PP y, de ser así, C's se configura como verdadera amenaza de sifón de la derecha. Cunden los nervios en el PP porque su marca blanca es demasiado blanca y puede aventajarlo en votos. Pero a quien más daño hace Ciudadanos es a Podemos. Esos 9 escaños valen por los 15 de los otros. Cuando Podemos quiere justificar sus pobres resultados señalando falta de medios y de visibilidad mediática, Ciudadanos presenta unas cuentas mucho más pobres; rayanas en cero: cero medios, cero visibilidad, los andaluces no conocen ni las caras de los candidatos y menos sus nombres. Y nueve diputados.
Estas elecciones, en el fondo, eran una pugna dentro de la izquierda: la socialdemocracia frente al neocomunismo de fuerte componente carismático. Una lucha por la hegemonía. Podemos la teorizaba con propuestas miríficas, de esas de empoderar a la gente, recuperar la dignidad, asaltar los cielos, la soberanía, la patria y Simón Bolívar. Pero la practicaba a la más tradicional usanza de la vieja política: con un acto de masas, un mitin multitudinario en el velódromo de Dos Hermanas, ante 14.000 seguidores, cuando los socialistas solo congregaron 5.000, los del PP otros tantos, los de Ciudadanos se reunieron en la lonja del pescado y los de UPyD, tomando el té de las cinco. 14.000 enfervorizados seguidores del sí se puede en un espacio público. Para un partido que presume de ser en parte mediático y en parte un ciberpartido, ese acto recuerda mucho los mítines de la República en alguna plaza de toros con un político declamando ante un micrófono de RKO. Resumo con el colofón de ayer: o se es más listo y menos engreído; o se estudia algo más el terreno que se pisa, se conoce al enemigo y, sobre todo y en este caso especialmente, al amigo; o se buscan asesores más competentes.
Tocan ahora las coaliciones y, por supuesto, también la posibilidad de gobierno minoritario con apoyos ocasionales que quizá sea lo más conveniente mientras el personal se aclara. Y un dato sobresale ya: el eje de todas ellas es el PSOE. Los de Podemos, en su inimitable jerigonza, lo llaman la centralidad del tablero, pero quienes la ostentan son los socialistas. Díaz dijo que no pactaría con el PP ni con Podemos. Pero no hay nada escrito. Su obligación es formar el mejor gobierno posible para Andalucía. Si es en solitario, en solitario. Si es en coalición, en coalición y ninguna es descartable. Palinuro, ya se sabe, propugna la alianza con Podemos. También estos tendrán que comerse sus palabras de aliarse con el PSOE solo si cambia de rumbo 180º. A lo mejor lo más adecuado es que ellos cambien 120º y el PSOE 60º. Eso ya se verá. Sin concesiones no hay coaliciones. Pero Podemos no puede olvidar, aunque no le interese decirlo, que el PSOE no los necesita para gobernar. Centralidad.