¿Quién lo hubiera dicho veinte, treinta años antes, cuando la marca España tenía personificaciones heredadas de los bufones de los Austrias o la corte de la Reina Castiza? La marca era entonces Puerto Hurraco, el Palmar de Troya, la Virgen del Escorial, los kikos, el Lute y el Dioni. Por no citar sino a los más sonados. Andrajos, miseria, alucinaciones, santerías, sectarismo, banderías. Nada que ver con Europa.
Ahora, sin embargo, estamos por fin a altura europea. Ese barbilampiño querubín de trasparente mirada es una especie de alienígena pasado por una película de Kubrick. Sucede a veces en las colectividades y tribus muy definidas. Es el caso de los albinos entre los bantúes o los nubas, por ejemplo. Parecen venidos del ultraespacio. Este pequeño Nicolás acaba de materializarse de la nada, quizá enviado por alguna potencia de otra galaxia, capaz de cambiarle su angelical figura por la de un ratón, como en los cuentos de Andersen. La incredulidad y el pasmo general en la Gran Nación que acostumbraba a ser la novena potencia industrial del planeta inclinan a pensar más en un espíritu batueco que en el de una opinión pública madura, razonadora y crítica. Ver a los periodistas pellizcarse al escuchar las respuestas del pequeño gran facilitador da verdadera risa.
El problema es que hay testimonios gráficos irrefutables. Son imágenes que admitirán luego leyendas diversas pero todas tienen un elemento común: el alienígena ha estado y hablado con los personajes con los que dice haber estado y hablado. O sea, ministros, alcaldes, autoridades de varios rangos, instituciones como la FAES o el CNI y puede que hasta la vicepresidencia del gobierno.
Y ¿de qué? Eso es lo de menos ahora. El hecho es que hablaban. Tratándose de otras gentes, ello resultaría maravilloso pero, si se recuerda que son personas que también hablan con Vírgenes, les hacen encargos y las condecoran, no se ve por qué no verían en el pequeño Nicolás a un mensajero de nuestra Señora, un san Rafael enviado por whatsapp.
Parar el 9N sostiene petit Nicolas que le había encargado vicepresidencia. Lo peor de esto no es el patético desconocimiento que revela sobre el 9N, considerado como una especie de día del chacal. Lo peor es que el encargo puede haberse hecho. Con estos gobernantes es verosímil.