dimarts, 21 d’octubre del 2014

No se vaya, señor Aznar.


Quédese. Quédese a contemplar lo que todos los españoles contemplan estupefactos. Blesa y Rato, Rato y Blesa, dos hombres de su máxima confianza, han resultado ser dos pillastres consumados. A Blesa lo aupó usted a la presidencia de Caja Madrid y a Rato lo hizo ministro de Economía, vicepresidente del gobierno y a punto estuvo de ungirlo como su sucesor de no ser porque el propio interesado se desinteresó. Si por usted fuera, Rato sería hoy presidente del gobierno. Quizá no fuera peor que el que hay, dado que el que hay deja poco margen al empeoramiento, pero no se dirá que no sería un puntazo. Blesa y Rato, los dos hombres que hicieron y deshicieron, sobre todo deshicieron, en una de las más poderosas entidades financieras del país durante quince años hasta dejarla en harapos, mientras el infeliz de Zapatero presumía a los cuatro vientos de la solidez de las cajas españolas. Rato fue el autor del "milagro español" y por eso ascendió a vicepresidente. Blesa el del "milagro madrileño" y, por eso, cuando su presidencia se tambaleó por las maniobras y las codicias de los gobernantes autonómicos, salió usted en su defensa. Toda una vida juntos. Nobleza obliga.

El caso Blesa ha empequeñecido el caso Gürtel como Júpiter achica a Marte o un San Bernardo empequeñece a un chihuahua. Al lado de este príncipe del alegre dispendio a costa de los demás, Correa es un mayoral porcino y Bárcenas un contable dinámico con algunas externalidades. Es curioso cómo los 15,5 millones de euros que estos pintas se han fundido en restaurantes, joyerías, spas y hoteles indignan más a la gente que los 22.000 millones que nos ha costado a todos rescatar la Caja. Son cifras tan disparatadas que apenas se visualizan. ¿Cómo pueden volatilizarse 22.000 millones sin dejar rastro, al parecer? ¿En qué se han perdido? ¿Cómo? ¿Quién se los ha llevado? ¿En dónde están? El dinero no se esfuma y siempre deja rastro. Sin embargo, el pararrayos de las iras son los 15,5 milloncejos de marras. Probablemente porque el pillaje es más comprensible para la gente normal. Que estos pájaros de vuelo en preferente cargaran billetes de metro a la tarjeta negra es algo que solivianta por la cutrez que revela, incluso aunque resultara que enviaban al perro a comprar el pan.

Los chóferes de esta crema de la sociedad también disponían de las dichas tarjetas negro total. Y no me ha quedado claro si eran de uso tasado al servicio de los barandas o tenían ellos un margen también para mandar unos polvorones a casa. Ya solo lo primero pone al personal a cien. El personal, que no entiende cómo la gente exquisita desdeña ensuciarse las manos con el dinero y prefieren que otros lo hagan en su lugar. De un antepasado mío, que tenía dinero, cosa que no se ha repetido luego en la familia, cuentan las crónicas de esta que, a la hora de pagar en las librerías, ofrecía su cartera y monedero al librero para que se sirviera él mismo. A lo mejor les sucede algo parecido a estos originales gestores públicos y a quienes tenían como función vigilarlos: que les da asco el dinero.

Aunque, a primera vista, no lo parece. Blesa pretende que sea la aseguradora de Caja Madrid la que pague la fianza de 16 millones que el juez le ha impuesto. Ignoro en qué doctrina jurídica se basa esta pretensión a la que el juez se ha negado. Supongo que podría sostenerse en el caso de que la póliza de Blesa, si la tiene, cubra expresamente los costes que siempre acarrea la comisión de delitos, cosa improbable. Improbable debiera antojársele a Blesa y, si no es así, es porque, en efecto, este buen hombre es un daltónico moral, incapaz de distinguir los colores respectivos de lo público y lo privado.

Gracias a ese daltonismo, sin embargo, Blesa montó un imperio de presuntas fechorías de todo tipo, con el dinero de los impositores y lo blindó a base de comprar la voluntad de todos, todos, los representantes políticos, sindicales, empresariales en los órganos de la Caja. Ese apartado que apunta a la financiación ilegal de los partidos, también de todos, a través de unos donativos desorbitados a Fundaciones fantasma a cambio de nada, que canalizaban los fondos a sus organizaciones, o se lo quedaban por el camino o vaya usted a saber qué, revela un grado de corrupción sistémica que ninguna organización puede soportar mucho tiempo.

Su "España va bien" era el ambientador de ozonopino de un país tan corrupto que hedía y hiede a día de hoy por las tropelías que quienes usted nombró parecen haber cometido. No debe usted irse, como cuando ordenaba usted a Felipe González tan desabrida como contundentemente que se fuera. No lo haga usted y quédese. Quédese a explicar porqué pedía usted que la Caja pagara 54 millones de euros por una colección de las obras de un artista, Rueda, de sus preferencias pero cuyo nombre no suena como un Donatello. Quédese a explicar de una vez qué tienen ustedes que ver con los pájaros de la Gürtel, que estaban todos invitados a aquel bodorrio inenarrable de El Escorial y, de paso, a aclarar que fue de aquellos dos millones de dinero público que con los que pretendió usted comprar una medalla del Congreso de los EEUU que, al final, no le dieron.  Quédese por si al señor Rato le pica el rencor y le da por decir cosas sobre sus años de gobierno que a usted no le gusten, sobre todo en materia de privatizaciones. Cuando la gente entra en vías penales tiene reacciones muy extrañas. Y, por lo que vamos viendo, esas vías forman una densa red que cubre ya casi el país entero como un entramado de corrupción general.

Quédese a contemplar cómo resuelve el gobierno y su partido el penoso asunto de la expulsión de Rodrigo Rato, un hombre que pudo ser todo y a punto está de ser menos que nada. Aun así, también él aplica los esquemas de su boato pasado, cuando pide al juez que descuente de su fianza de tres millones de euros los 200.000 que devolvió en su día de la tarjetita de marras. Como economista, Rato no puede ignorar que el mismo abono no puede servir a dos conceptos distintos, tan distintos como depositar una fianza y pagar una deuda. Por la misma razón podía pedir que se le descontaran las cantidades que haya tributado a Hacienda por sus actividades, si es que ha tributado. Misma confusión, mismo daltonismo blesiano frente a lo público y lo privado. Tal es el hombre en el que el providencial Aznar depositó todas sus complacencias, hasta que se le escaqueó pues estos plebeyos no saben de nobles lealtades. ¡Que cambios trae la vida! Rato, que compartió balcón de Carabaña con un Aznar radiante, que acababa de ganar las elecciones de 1996, a lo mejor se ve forzado a pedirle una entrevista en un locutorio de Soto del Real.

Quédese a escuchar al presidente del gobierno en su inimitable estilo explicando cómo los feos asuntos presunta responsabilidad de esa persona de la que usted habla fueron descubiertos por el ministerio de Hacienda o los organismos supervisores y diligentemente puestos en conocimiento de la Fiscalía. Es el estilo de la casa. Aguirre destapó la Gürtel y Rajoy el caso Blesa/Rato. Es un desparpajo de cine. Todo el mundo sabe que el escándalo de las tarjetas salta en uno de los miles de mails de y a Blesa, que esta ha tratado siempre de ocultar, al extremo de conseguir apartar de la carrera judicial a un juez que quiso revelarlos. Si el asunto no salta en el mail no hay duda de que la colaboración del partido de Rajoy hubiera estado más en la línea de la que prestó en el caso Gürtel, sospechosamente parecida a la destrucción de pruebas.