¿Tenemos lista de IU? Tenemos una lista aprobada ayer por el Consejo Político Federal por 77% de votos frente al 23% de otra candidatura de Izquierda Abierta (IAb) y pendiente hoy de ratificación. Se ratificará, seguramente, pero sigue sin ser una lista. Faltan los nombres de los puestos 4º (ANOVA) y 8º (Chunta) y eso supuesto que la Chunta decida finalmente ir a las europeas en la lista de IU: si no fuera así, habría que correr a todos los demás un puesto y se armaría otro guirigay. Añádase el enfado de IAb que amenaza con ir a los tribunales por unos asuntos de precedencia en el orden de los candidatos difíciles de entender para los mortales. No sé si eso puede llamarse propiamente una lista electoral por la forma.
Pero tampoco por el fondo. Uno de los criterios de formación de la lista ha sido el afán de integración de otras fuerzas políticas. Pero eso produce una candidatura heterogénea en la que no está claro que todos los electos defiendan la misma política en Estrasburgo y Bruselas. Hasta se enfrentan en la composición de la misma lista como sucede con IAb. También puede ser que se abomine tanto de la disciplina parlamentaria que se lleve un grupo heteróclito. De necesidad, virtud y a soltar ditirambos sobre la "polifonía" de la izquierda, sinónimo de reñidero de cabezas de ratón.
El otro criterio aplicado ha sido el conservador de respeto a los derechos adquiridos y adecuada representación de los afines, como CCOO. Es una candidatura de gente de orden, con hoja probada de servicio, una candidatura del aparato entreverada de alianzas exteriores, el pluralismo externo, del que se queja Llamazares, quien se siente postergado por la mayoría. Una candidatura previsible. En Twitter se cruzaban apuestas sobre si la encabezaría Willy Meyer, que lo hace por tercera vez. Un hombre ecuánime, cortés, políglota, que tiene tanto tirón en los mítines como un fraile cartujo. Ganaron los meyeranos de largo. En contra de la expectativas de renovación tan insólitas como ingenuas.
Cayo Lara aprovechó la presentación de la lista para zumbar al que cree su verdadero adversario, el PSOE, y para remachar la doctrina del fin del bipartidismo en España que carga con la culpa de muchos males de la Patria, si no todos. Especialmente en tiempo de elecciones. Los dos partidos dinásticos habrán de habérselas ahora con otro con cierto respaldo popular, compuesto por diversas fuerzas pero unido como una piña. La metáfora de la piña aparece mucho. Se valora grandemente el pluralismo (la "polifonía") interno pero, frente al exterior, se es una piña. Un puño alzado.
Quien no aparece en la lista ni por el forro es Podemos. Si alguna vez pensaron estos en figurar en ella, incluso, quién sabe, (el mundo es de los audaces) en encabezarla, ignoraban que esa lista estaba ya negociada y pactada de mucho antes. No obstante, se reunieron al comienzo de semana sendas delegaciones de IU y Podemos, aquella de segundo rango, esta de primer nivel, para explorar todas las posibilidades, decían, con mentalidad abierta. Hasta redactaron un documento, a modo de acta solemne de la reunión en la que advierten que reman en la misma dirección, aunque no tenga uno claro si en el mismo sentido. Después de mucho marear la perdiz, IU advierte de que el debate sobre cabezas de lista no debe abordarse hasta haber acordado un programa y unos criterios de composición y representación social de las candidaturas electorales. La institución habló.
Hace diez años publicaba Adam Przeworski un interesantísimo artículo en Government and Opposition, titulado Institutions matter? que, aunque con un tono pesimista en un ámbito más general de democracia/dictadura, está lleno de enseñanzas para un caso como este pues guarda toda su actualidad. Las instituciones mandan y condicionan la acción política. Quien dice instituciones, dice partidos. Si alguien pretende llegar a la acción política por su cuenta, siguiendo cauces propios, montando un sano movimiento espontáneo, por ejemplo, esto es, desde fuera de las instituciones, plantea una cuestión contrafáctica y lo tiene muy crudo. Es visto como un afuereño, un intruso, un paracaidista en la cacharrería. Y lo más probable es que se arree una castaña.
Hace diez años publicaba Adam Przeworski un interesantísimo artículo en Government and Opposition, titulado Institutions matter? que, aunque con un tono pesimista en un ámbito más general de democracia/dictadura, está lleno de enseñanzas para un caso como este pues guarda toda su actualidad. Las instituciones mandan y condicionan la acción política. Quien dice instituciones, dice partidos. Si alguien pretende llegar a la acción política por su cuenta, siguiendo cauces propios, montando un sano movimiento espontáneo, por ejemplo, esto es, desde fuera de las instituciones, plantea una cuestión contrafáctica y lo tiene muy crudo. Es visto como un afuereño, un intruso, un paracaidista en la cacharrería. Y lo más probable es que se arree una castaña.
Todo el ruido mediático de Podemos se ha convertido en silencio frente a la lista institucional de IU. ¿Qué hacer ahora? ¿Presentar candidatura propia a las europeas? Da la impresión de que faltan tiempo y medios. ¿Plantearse una organización más a largo plazo? Una afirmación reiterada identificaba Podemos con el 15-M, era el mecanismo de articulación entre el movimiento social espontáneo al estilo 15-M y las correosas estructuras de las instituciones, los partidos. Pero las instituciones se han movido y del mecanismo de articulación puede no quedar ni rastro.
Si se decide por la permanencia, tiene un largo camino por recorrer porque habrá de corregir dos defectos gruesos: uno el hiperliderazgo que sume en la penumbra los aspectos logísticos de la acción política (equipo, programa, medios) y otro el excesivo carácter de movimiento estudiantil. Salvo que quieran repetir el 68. Para eso les sobran años a los líderes.