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El poder se enfurece de verse ridiculizado. El poder y todos los demás, excepto los ciudadanos que caen bajo la cámara y el micrófono de ese reportero de luenga barba que parece hipnotizarlos. Todos los demás se pican. Pero el gobierno y su partido se pican más porque, sobre tener más motivos de picazón, les aqueja una radical falta de sentido del humor intrínseca a la derecha española. Mídase el sentido del humor de la ministra Báñez o del ministro Fernández Díaz. Más o menos, así son todos. Casos especiales, el de Montoro, cuyo sentido del humor es puro sarcasmo, y el del presidente del gobierno, que es pura socarronería.
A todos los saca de quicio que los pongan en solfa. Especialmente si se hace con la rapidez, el ingenio y la versatilidad de Wyoming. No hay hipocresía del poder, embuste, demagogia, simple ridículo que no pase por el cedazo del Intermedio y no revele su miseria. Es pura dinamita. Tanto más destructiva cuanto que tiene un fondo moral. La pelea es nombre de la justicia, la equidad, la lucha contra los privilegios y los abusos y el juego limpio y eso queda siempre muy claro en las muchas veces disparatadas conclusiones de Wyoming.
(La imagen es una foto de 20 Minutos, con licencia Creative Commons).