diumenge, 26 de gener del 2014

Los límites de la realidad.

Toque de generala para las elecciones europeas. Primera andanada, sondeo preelectoral de Metroscopia para El País. Estos son los datos de partida, los únicos de que disponemos; ya veremos cómo son los de llegada. Todo lo demás son conjeturas, tácticas, propuestas que tendrán su efecto sobre la campaña pero no sabemos cuál. Recuérdese que es distrito único lo que posibilita dos resultados que en las legislativas, de circunscripción provincial, no se dan: 1º) el resultado es más proporcional; 2º) hay candidaturas unitarias que no hay en las elecciones legislativas.

La cuestión más evidente, que salta a la vista, es que, aunque sigue habiendo una respetable distancia de 10 puntos entre el PSOE e IU, se ve un poderoso ascenso de la segunda. El discurso del fin del bipartidismo cobra vuelo y suele extrapolarse a las elecciones legislativas. De los dos partidos dinásticos, la hegemonía del de la izquierda parece amenazada. A la presión que sufre a su vez por la izquierda de IU se añade su desgaste por la cuestión catalana, muy difícil de aquilatar, pero que se hará sentir. Una cuestión endiablada porque si el PSOE acentuara su perfil catalanista para conservar el electorado del PSC, probablemente perdería electorado nacionalista español.

En esas condiciones, la perspectiva de IU de ascender es verosímil. Según los datos, no al extremo del sorpasso, pero sí al de tocar la posibilidad de ser socio de gobierno y, por lo tanto, participar en la aplicación de políticas. Esta fórmula ¿es mejor que una unidad electoral de la izquierda con un programa común? No sabemos si será mejor, pero sí parece más realista.

La miseria actual de la izquierda es la fragmentación. Archisabido. Y cada día, peor; cada día hay más opciones de izquierda compitiendo por un estrecho margen del voto. Tantas que pensar en su unidad equivale a la búsqueda del unicornio. Quizá algunas formaciones o plataformas se unan, si consiguen vencer los obstáculos de los personalismos, pero el campo general de la izquierda llegará fragmentado a las elecciones. Y, por supuesto, con la separación y hasta oposición, de sus dos fuerzas mayoritarias, el PSOE e IU. Tan divididas que, a veces, el encono entre sí es superior al de cada una de ellas hacia la derecha.

En estas condiciones, en efecto, proponer un programa mínimo común de la izquierda es perseguir una quimera. Y, sin embargo, las elecciones europeas podrían ser un buen ensayo. La fragmentación ha reconciliado hace ya mucho a la izquierda con el resultado de la irrelevancia en el Parlamento español, una irrelevancia mucho más garantizada en el europeo, compuesto por 766 diputados, de los cuales 54 españoles, de los cuales nueve o diez de la izquierda transformadora.Irrelevancia garantizada. ¿Por qué no experimentar con el programa común? Un programa que aspire a su vez a la unidad de la izquierda europea por una Unión que priorice la salida social de la crisis, el control de los mercados, la garantía del Estado del bienestar y la vuelta a la economía social de mercado.

¿Acaso no es obvio que los países de soberanía limitada como el nuestro no pueden aspirar a aplicar estas políticas en el ámbito interno sin el beneplácito de las autoridades europeas?



No tiene nada que ver con lo anterior, pero me he encontrado con esta reflexión de Henry Sumner Maine en su Derecho antiguo: El deber positivo que resulta de la confianza de un hombre en la palabra de otro se cuenta entre las conquistas más tardías de la civilización en su avance. Tan tardía que en algunos sitios aún no ha llegado.