Según una ley física de universal vigencia, por muy revueltas que estén las aguas, hay algunas substancias o materias que siempre flotan. Por muy enrevesado que aparezca algún asunto de finanzas, de chanchullos, de ingentes cantidades de dinero que van y vienen, de oscuros compadreos, al final, siempre sale el nombre de Aznar.
Las relaciones del expresidente con los chorros del oro desbordan con mucho lo meramente económico para entrar en el campo de lo psicoanalítico, lo sociopolítico, lo onírico y -no lo quieran los dioses- lo judicial. Los ejemplos abundan. Mencionaré dos. Siendo presidente del gobierno, según parece, intentó comprarse una medalla del Congreso de los Estados Unidos por 2,3 millones de euros que se pagaron a un lobby estadounidense. La medalla -que había de adornar el pecho del héroe de las Azores- no se consiguió; pero los cuartos no retornaron, cosa que tampoco debía preocuparle mucho dado que no procedían de su bolsillo, sino del de todos los españoles.
Cuando en 2002 el milagro español decidió casar a su hija en El Escorial, en el acto probablemente más pretencioso y ridículo de la historia contemporánea, adornado con la presencia de la plana mayor de los presuntos delincuentes de la Gürtel, tampoco se hicieron ascos a las generosas aportaciones de capital externo que mostraban su cariño a la familia rascándose los millones del bolsillo. Como es habitual en el personaje, Aznar (y también su yerno) salió bravo amenazando con acciones judiciales a quienes hicieran insinuaciones maliciosas sobre tan generosas dádivas que, por lo demás, ya ves tú, se limitaron a sufragar los gastos de iluminación de seudorregio evento. Luego ha resultado que la Gürtel no solo pagó las luminarias, sino muchas otras cosas, hasta la pernocta del personal de servicio. Esos son amigos. Pero las amenazas ya no se reprodujeron.
Es el estilillo de la casa: furia al inicio, al estilo del Capitán Fracasa, y mansedumbre después, cuando las acusaciones se prueban ciertas. Aznar interpuso querella contra El País por vincularlo con los pagos (por llamarlos de algún modo) de Bárcenas. La querella no ha ido a ningún sitio y los pagos se dan ya por ciertos. Esto es, Aznar estuvo cobrando sobresueldos o cantidades "extra" un montón de años, incluso siendo presidente, lo cual es algo verdaderamente bochornoso. Pero nada que no hayan hecho otros pájaros de su nidada, algunos de los cuales (Rajoy, si no ando errado) pretendieron justificarlos como si fueran complementos de productividad de una empresa de productos electrónicos, por ejemplo. Así, con todo el papo.
Ahora aparece de nuevo Aznar vinculado a su amigo Blesa, el cerebro de las preferentes, en una operación de intriga e influencia por otra pila de millones. Tampoco es extraño: Blesa era amigo suyo desde los tiempos de las oposiciones a inspectores de Hacienda y fue él quien lo aupó a la presidencia del consejo de administración de Cajamadrid en 1996, cargo que ocupó con el apoyo del PP, desde luego, pero también con el de IU, CCOO y el voto en blanco (o sea, anuencia) del PSOE.
Breve observación al paso: todos estos liberales, furibundos enemigos del Estado, de lo público, de la Hacienda, partidarios de desmantelarlo y vendérselo a sus amigos, son funcionarios felones que, con toda evidencia, faltan a su deber jurídico y moral de defender el servicio público al que pertenecen. No obstante, es probable que los escrúpulos que quizá se produzcan, se palíen porque, en poco tiempo, los amigos, agradecidos, los contratan con sueldos fabulosos por no hacer nada. No es invención. La lista de exministros y altos cargos públicos de todos los partidos que están forrándose en consejos de administración de empresas antes privatizadas por ellos es larga. Una prueba más del enorme desbarajuste e inmoralidad que reina en España hace ya años, del grado de podredumbre que impregna la política, la empresa, las finanzas de este desgraciado país. ¡Ah, por supuesto! Todos estos funcionarios antifuncionarios son grandísimos patriotas.
Blesa estuvo en el cargo de 1996 hasta 2009, en que cayó víctima de un intriga palaciega interna al PP en que distintos sectores querían el puesto para algún acólito suyo a fin de seguir mangoneando en la muy apetitosa Caja. Gallardón apoyaba a Blesa; Aguirre, a su fiel escudero Ignacio González. Al final, Rajoy impuso a un tercero que venía de hacer las Américas, Rodrigo Rato, dando prueba con ello una vez más de su clarividencia. Rato causaría baja en la entidad al modo en que los gobernadores imperiales abandonaron el castillo de Hradcany en Praga en cierta memorable ocasión: defenestrado. Y, cayendo, como ellos, en un montón de estiércol. Quizá por eso haya sido contratado por el banquero Botín porque, ya se sabe, pecunia non olet.
En aquellos trece años, más los tres del interregno de Rato, Cajamadrid, convertida por este en Bankia, se hundió. La primera caja de España, cabeza visible de un vigoroso sistema financiero público, repartido por todo el país, básico en su estructura social y tejido empresarial, un pilar de un complejo financiero, necesitaba 40.000 millones de euros para evitar la quiebra, 40.000 millones nuestros. En el ínterín, el bueno de Zapatero que, como de costumbre, no sabía de lo que hablaba, ensalzaba las cajas como inmunes por su gran solidez frente a los contagios de la temible crisis financiera internacional,
Las causas de esta catástrofe y sus recovecos internos las dilucidarán los tribunales -ante los cuales se encuentran, de momento, los dos principales responsables, Blesa y Rato y probablemente acabarán muchos más- y en el futuro los historiadores. Porque se trata de líos muy enrevesados en los que, a la complejidad de estos asuntos financieros se unen las actividades de oscurecimiento, engaño, mentiras y presuntas destrucciones de pruebas de los implicados, todo lo cual provoca una impresión lamentable de tejemanejes y líos.
Algunas cosas están claras. La cajas, Cajamadrid en concreto, se vinieron abajo cuando los políticos -mezcla de oportunistas, aprovechados e ignorantes- vieron que eran reservas estupendas para mangonear, fuentes de crédito fácil y hasta gratuito, lugares en donde enchufar a los amigos aunque no tuvieran ni idea de aquello sobre lo que decidían porque no decidían nada sino que se limitaban a forrarse y decidir lo que les dictaran sus partidos. Todos. Los consejeros del PP, los del PSOE, los de IU. Todos. Eran también las cajas manantiales inagotables de fondos para hacer favores a los allegados o construir los jardines colgantes de Babilonia para que cualquier imbécil de campanario ganara unas elecciones en su predio. Es decir, en lo esencial, las cajas las ha hundido una clase política corrupta e inepta. Pero no solo ella.
Cuenta el factor humano individual. Esa es la enseñanza de este caso de Miguel Blesa. Procesado y encarcelado dos veces por créditos supuestamente irregulares al grupo Marsans -el de Díaz Ferrán, hoy en el trullo- y la compra del City National Bank de Florida, se ha revuelto como el oso en la madriguera y ha conseguido empurar al juez que lo encarceló, José Elpidio Silva. Sin duda este asunto recuerda el del juez Garzón: un presunto pero muy poderoso delincuente carga contra el juez y se lo carga. De hecho este anda diciendo que si tira de la manta y revela la extensión de la corrupción, el sistema no lo soportaría. El juez debiera saber que este comportamiento no es encomiable. Esas cosas se hacen, pero no se dicen y menos como amenaza, pues hacen pensar que se está buscando algún apaño, algún trato vergonzoso. El juez tiene la obligación ciudadana, moral, de decir lo que sabe; no ocultarlo, ya que es de interés público.
Pero, en todo caso, da igual, la imputación de Blesa se mantiene y será investigado por las preferentes por orden de la Audiencia Nacional. A estas alturas es innecesario decir que eso de las preferentes debe de ser una de las estafas más generalizadas y repugnantes que se hayan realizado en los últimos siglos porque, al parecer, han consistido en despojar fraudulentamente de sus ahorros a decenas de miles de viejos, pensionistas, gentes sin formación, sin conocimientos, abusando de su buena fe a extremos increíbles, algo que indigna a cualquiera que no sea un criminal. Y en esa supuesta estafa aparece como maestro consumado y plenamente consciente el tal Blesa, como demuestran los emails que han venido publicando infolibre y el diario.es, en los que se ve la premeditación y el designio conscientemente delictivo. Textos vergonzosos.
Pero que no solo prueban los chanchullos de las preferentes sino más, mucho más. Son como el relato de unos años frenéticos en los que tanto Blesa como los otros consejeros han estado haciendo mangas capirotes con los fondos de los impositores y cuando se los pulieron, salieron a la caza de incautos a sacarles literalmente el dinero de los bolsillos; favores a amigos, a políticos de otros partidos, dádivas, regalos, inversiones ruinosas por obligaciones políticas. No debe de haber delito societario que estos individuos puedan no haber cometido.
Y al final, cómo no, cual se decía al principio, emerge el nombre de Aznar como mediador en una operación a través de su fiel Blesa por la que la Fundación de la Caja habría de pagar 54 millones de euros en 2008 (ya metidos en la crisis, con una Caja haciendo aguas) por una veintena de obras del pintor y escultor Gerardo Rueda cuyo principal mérito a los efectos es que su hijo -y beneficiario de la operación, pues el artista falleció en 2006- es amigo de Aznar. Sin duda Rueda es un notable pintor abstracto español pero, como el arte es pura subjetividad, a Palinuro le parece más del montón y, desde luego, luego, de 54 millones, nada. Comprendo que 2,3 millones de euros por una medalla que no merece y no le dieron parezca una fruslería a quien dio orden de pagarlos no siendo suyos, pero a lo mejor hasta él entiende que con 54 millones de euros quizá se pueda conseguir que los escolares españoles hagan tres comidas al día.
Por eso hiede esta historia y es tan significativa. Con razón han tratado de impedir a toda costa que esos emails vean la luz pública. Porque en ellos se contiene buena parte del relato más negro, más bochornoso y delictivo de la corrupción estructural de este país.
Bien. Esa es la gente que nos ha estado gobernando y nos gobierna hoy. Esa su catadura moral.
Mañana hablamos del PIE. Una sugerencia: cambien el nombre. Suena a "pastel" en inglés y, tratándose de un ente de veintisiete partidos, no sé yo...
(La imagen es una foto de Mongider, con licencia Creative Commons). El añadido del emblema de Cajamadrid es de Palinuro.
Blesa estuvo en el cargo de 1996 hasta 2009, en que cayó víctima de un intriga palaciega interna al PP en que distintos sectores querían el puesto para algún acólito suyo a fin de seguir mangoneando en la muy apetitosa Caja. Gallardón apoyaba a Blesa; Aguirre, a su fiel escudero Ignacio González. Al final, Rajoy impuso a un tercero que venía de hacer las Américas, Rodrigo Rato, dando prueba con ello una vez más de su clarividencia. Rato causaría baja en la entidad al modo en que los gobernadores imperiales abandonaron el castillo de Hradcany en Praga en cierta memorable ocasión: defenestrado. Y, cayendo, como ellos, en un montón de estiércol. Quizá por eso haya sido contratado por el banquero Botín porque, ya se sabe, pecunia non olet.
En aquellos trece años, más los tres del interregno de Rato, Cajamadrid, convertida por este en Bankia, se hundió. La primera caja de España, cabeza visible de un vigoroso sistema financiero público, repartido por todo el país, básico en su estructura social y tejido empresarial, un pilar de un complejo financiero, necesitaba 40.000 millones de euros para evitar la quiebra, 40.000 millones nuestros. En el ínterín, el bueno de Zapatero que, como de costumbre, no sabía de lo que hablaba, ensalzaba las cajas como inmunes por su gran solidez frente a los contagios de la temible crisis financiera internacional,
Las causas de esta catástrofe y sus recovecos internos las dilucidarán los tribunales -ante los cuales se encuentran, de momento, los dos principales responsables, Blesa y Rato y probablemente acabarán muchos más- y en el futuro los historiadores. Porque se trata de líos muy enrevesados en los que, a la complejidad de estos asuntos financieros se unen las actividades de oscurecimiento, engaño, mentiras y presuntas destrucciones de pruebas de los implicados, todo lo cual provoca una impresión lamentable de tejemanejes y líos.
Algunas cosas están claras. La cajas, Cajamadrid en concreto, se vinieron abajo cuando los políticos -mezcla de oportunistas, aprovechados e ignorantes- vieron que eran reservas estupendas para mangonear, fuentes de crédito fácil y hasta gratuito, lugares en donde enchufar a los amigos aunque no tuvieran ni idea de aquello sobre lo que decidían porque no decidían nada sino que se limitaban a forrarse y decidir lo que les dictaran sus partidos. Todos. Los consejeros del PP, los del PSOE, los de IU. Todos. Eran también las cajas manantiales inagotables de fondos para hacer favores a los allegados o construir los jardines colgantes de Babilonia para que cualquier imbécil de campanario ganara unas elecciones en su predio. Es decir, en lo esencial, las cajas las ha hundido una clase política corrupta e inepta. Pero no solo ella.
Cuenta el factor humano individual. Esa es la enseñanza de este caso de Miguel Blesa. Procesado y encarcelado dos veces por créditos supuestamente irregulares al grupo Marsans -el de Díaz Ferrán, hoy en el trullo- y la compra del City National Bank de Florida, se ha revuelto como el oso en la madriguera y ha conseguido empurar al juez que lo encarceló, José Elpidio Silva. Sin duda este asunto recuerda el del juez Garzón: un presunto pero muy poderoso delincuente carga contra el juez y se lo carga. De hecho este anda diciendo que si tira de la manta y revela la extensión de la corrupción, el sistema no lo soportaría. El juez debiera saber que este comportamiento no es encomiable. Esas cosas se hacen, pero no se dicen y menos como amenaza, pues hacen pensar que se está buscando algún apaño, algún trato vergonzoso. El juez tiene la obligación ciudadana, moral, de decir lo que sabe; no ocultarlo, ya que es de interés público.
Pero, en todo caso, da igual, la imputación de Blesa se mantiene y será investigado por las preferentes por orden de la Audiencia Nacional. A estas alturas es innecesario decir que eso de las preferentes debe de ser una de las estafas más generalizadas y repugnantes que se hayan realizado en los últimos siglos porque, al parecer, han consistido en despojar fraudulentamente de sus ahorros a decenas de miles de viejos, pensionistas, gentes sin formación, sin conocimientos, abusando de su buena fe a extremos increíbles, algo que indigna a cualquiera que no sea un criminal. Y en esa supuesta estafa aparece como maestro consumado y plenamente consciente el tal Blesa, como demuestran los emails que han venido publicando infolibre y el diario.es, en los que se ve la premeditación y el designio conscientemente delictivo. Textos vergonzosos.
Pero que no solo prueban los chanchullos de las preferentes sino más, mucho más. Son como el relato de unos años frenéticos en los que tanto Blesa como los otros consejeros han estado haciendo mangas capirotes con los fondos de los impositores y cuando se los pulieron, salieron a la caza de incautos a sacarles literalmente el dinero de los bolsillos; favores a amigos, a políticos de otros partidos, dádivas, regalos, inversiones ruinosas por obligaciones políticas. No debe de haber delito societario que estos individuos puedan no haber cometido.
Y al final, cómo no, cual se decía al principio, emerge el nombre de Aznar como mediador en una operación a través de su fiel Blesa por la que la Fundación de la Caja habría de pagar 54 millones de euros en 2008 (ya metidos en la crisis, con una Caja haciendo aguas) por una veintena de obras del pintor y escultor Gerardo Rueda cuyo principal mérito a los efectos es que su hijo -y beneficiario de la operación, pues el artista falleció en 2006- es amigo de Aznar. Sin duda Rueda es un notable pintor abstracto español pero, como el arte es pura subjetividad, a Palinuro le parece más del montón y, desde luego, luego, de 54 millones, nada. Comprendo que 2,3 millones de euros por una medalla que no merece y no le dieron parezca una fruslería a quien dio orden de pagarlos no siendo suyos, pero a lo mejor hasta él entiende que con 54 millones de euros quizá se pueda conseguir que los escolares españoles hagan tres comidas al día.
Por eso hiede esta historia y es tan significativa. Con razón han tratado de impedir a toda costa que esos emails vean la luz pública. Porque en ellos se contiene buena parte del relato más negro, más bochornoso y delictivo de la corrupción estructural de este país.
Bien. Esa es la gente que nos ha estado gobernando y nos gobierna hoy. Esa su catadura moral.
Mañana hablamos del PIE. Una sugerencia: cambien el nombre. Suena a "pastel" en inglés y, tratándose de un ente de veintisiete partidos, no sé yo...
(La imagen es una foto de Mongider, con licencia Creative Commons). El añadido del emblema de Cajamadrid es de Palinuro.