divendres, 1 de novembre del 2013

Asociación para delinquir.


La pasarela judicial por la que desfilan a puñados los dirigentes del PP (casos Gürtel, Bárcenas, Matas, Barberá/Camps, Fabra) pone otra vez de actualidad la cuestión de si cabe considerar el partido como una asociación para delinquir o asociación de malhechores. Por supuesto, todos ellos están encantados y felices de colaborar con la justicia. Pero un breve repaso a las vicisitudes procesales más recientes demuestra que esa felicidad, ese encantamiento, van acompañados de una risa sardónica, la que enmascara el sufrimiento.

Hace unas fechas, Cospedal estaba encantada de colaborar con la justicia y así negar que hubiera recibido dineros negros de Bárcenas. Ahora el encantamiento pasa a Esperanza Aguirre, citada como testigo a fin de aclarar si ordenó o no a su mano derecha en la Comunidad de Madrid hacer mangas capirotes con las adjudicaciones públicas con el objeto de forrarse. Seguramente aprovechará para remachar que fue ella quien destapó el caso Gürtel y adoptó contundentes medidas, destituyendo a dos consejeros por estar aparentemente pringados hasta las orejas. Pero ella, a su vez, tendrá que declarar por el oscuro asunto de la fundación FUNDESCAM a través de la cual, supuestamente, financiaba ilegalmente muchas de sus campañas públicas. ¿Y quién no recuerda fastuosas campañas de Aguirre inaugurando hospitales que los madrileños estarán pagando hasta el fin de los tiempos?

Como testigos igualmente ha sido llamada la inefable pareja Barberá/Camps, fraternalmente unidos en la ímproba tarea de entregar presuntamente la pasta pública de bóbilis a Urdangarin. Sospechosos de malversación a favor de ese mozo cuyo perfil comienza a desdibujarse detrás de los firmes trazos de su esposa quien ha pasado de ser una lela que no se enteraba de nada a un ingenio maligno, capaz de urdir tretas como la de alquilarse a sí misma un inmueble con el fin, según parece, de eludir pagos a Hacienda. Estos dos, no obstante, no pertenecen a la asociación de supuestos malhechores, al menos directamente. Pero lo son indirectamente. En este momento la cuestión, dicho crudamente, es si hay agallas para imputar a la infanta Cristina.

Citados asimismo a declarar ante el juez pero no como testigos sino como imputados, Lamela y Güemes, los dos consejeros que pusieron en marcha los procesos privatizadores de la sanidad pública hoy proseguidos con todo entusiasmo por el gobierno autonómico. Tienen que responder de diversos delitos que, en lo esencial, giran en torno al hecho de que, para ellos, la gestión pública parece ser un asunto de enriquecimiento personal. La política de privatizaciones empieza con la privatización de la política a cargo de estos mendas, artistas de la mamandurria que su jefa Aguirre condenaba con su habitual desparpajo. 

Fabra ha hecho las delicias de chicos y grandes, mostrando sus habilidades para apalear millones salidos de la nada. El conjunto de su proceso podría ponerse como caso práctico del funcionamiento de la oligarquía y el caciquismo como formas de gobierno  etc., de Costa. Un venero inagotable del que se benefician con ahínco otras autoridades autonómicas del PP (como Baltar) o alcaldes del partido de la gente de orden como ese de Cogolludo (Guadalajara), que suprime una calle de un plumazo para reunificar la finca de su hermano. 

Las Nuevas Generaciones también hacen méritos denodados para acabar ante el juez, como sus mayores. De momento, solo están los bravi que asaltaron la librería Blanquerna pero en poco tiempo habrá más, ya que la juventud es fogosa, y con otro tipo de hazañas. 

Para hazañas, la del presidente del gobierno que sigue siéndolo en mitad de un escándalo de corrupción y sobresueldos en B que lo apunta directamente como responsable y presunto beneficiado. La continuidad del presidente en un cargo que en cualquier país de Europa estaría ya vacante por dimisión expresa con toda claridad una vez más la sospecha de que España sigue sin ser verdaderamente europea. 

En Europa la gente no se deja gobernar por una asociación de presuntos malhechores.

(La imagen es una foto de Tim Evanson, bajo licencia Creative Commons).