diumenge, 25 d’agost del 2013

Última hora: Rajoy dimite.


Guión de la rueda de prensa con la que Rajoy abrirá mañana el curso político, hackeado en un ordenata de La Moncloa mediante el SO Palinurux.

Buenos días. Dimito.  Ya se lo dije al Rey en el Palacio de Marivent, en las Palmas de Gran Mallorca. Del disgusto, el Rey se ha retirado a rezar el rosario con su vecina Cortina Von Stauffen.

He mentido, cierto. En realidad, no he hecho otra cosa desde que estoy en política. La política es mentira. Al menos la de la derecha; la mía. Jamás tuve programa electoral. Estaba comprometido a hacer lo que me ordenaran Merkel, la banca, el capital y los curas. Todos esos que ahora me dan la espalda y dicen que he mentido, como si no lo hubiéramos acordado juntos.

Sí, cobré sobresueldos desde el principio en A, B y lo hubiera hecho en Z si creyera que fuera bueno para España. También viajé gratis a cuenta de la Gürtel, pues hay que fomentar el turismo, principal industria de la gran nación española. Y mis trajes los pagaba Bárcenas para no hacer de menos a mi amigo Camps.

Autoricé el pago de sobresueldos a todo quisque en el partido porque soy un demócrata partidario del sufragio universal, en especial contante y sonante. Era lógico que Arenas viviera en el Palace, Cospedal en un cigarral de ensueño, González Pons tuviera varios pisos y apartamentos. Si un país quiere políticos de talla, de profundo pensamiento, clarividencia y elegante verbo tiene que mimarlos. No crecen en macetas.

Todas las elecciones a que nos hemos presentado desde 1993 se financiaron con dineros ilegales de empresarios preocupados por la deriva marxista, anárquica, relativista de España. No tengo la culpa si una ley pacata, gazmoña y cicatera reprime los generosos impulsos de estas nobles almas. Es verdad asimismo que, luego, habiendo ganado las elecciones fraudulentamente por imperativo legal, nuestros leales se ocupaban de esquilmar las arcas públicas para devolver los fondos de los empresarios en forma de contratas fraudulentas y otras clases de estafas. Es la vía más rápida de probar la veracidad de mi aserto de que quienes crean riqueza son los empresarios.

Bárcenas y yo, a partir un piñón. Soy amigo de mis amigos y casi me da una alferecía cuando, por seguir las consignas del gurú Arriola (a quien no sé yo si no estamos pagando por encima de nuestras posibilidades) no pude pronunciar el nombre de la persona que ocupa mis pensamientos. Por fin soy libre y puedo decirlo: Bárcenas y yo hemos actuado siempre de común acuerdo. Siempre. La nuestra es una amistad indestructible, como la de Aquiles y Patroclo u Orestes y Pilades, Camps y el Bigotes, que se querían "un huevo". Nosotros, los dos.  Sus cuentas en Suiza son mis cuentas en Suiza. Sé que nunca me abandonaría y yo tampoco lo haré con él. Se lo dejé muy claros en los SMSs que le envié y sobre los cuales hube de volver a mentir en el Parlamento.

Mentir en el Parlamento, ¿pasa algo? Ya lo he dicho. No he dejado de hacerlo desde que llegué a la política con ánimo de forrarme al servicio de la Patria como hubiera podido de registrador de la propiedad, pero con más gloria mediática. Negué mis SMS a Bárcenas por disciplina de partido, pero son los que verdaderamente reflejan mi sentir: hacer lo que pueda por sacar a Barci del atolladero en que se ha metido por amor a España y lealtad a  mi persona.

Mentí al decir que Barci no estaba en el PP. Barci es el alma misma del PP. Sin él no habríamos llegado a donde estamos: con un claro mandato de los españoles por mayoría absoluta para que terminemos de privatizar lo que quede en el ámbito público, de saquear la Hacienda general y de expoliar a los habitantes antes de que se nos escapen todos recurriendo a la emigración. Mentí lo que hizo falta porque la verdad es que Barci sigue en el partido pues está en mi corazón y en el partido se hace lo que digo yo y nadie más. Fui yo quien ordenó que, con gran pesadumbre, se pagara el finiquito de modo indefinido, para tener siempre a Barci conmigo; pero Cospedal -que es un poco lenta- confundió "indefinido" con "diferido". ¿Cómo voy a ordenar yo esa estupidez del "finiquito en diferido"? Y no es cierto que se tratara de una compra de Barci para que este no nos delatara. ¿No ven ustedes que Barci habla mal de todo el mundo menos de mí? No tengo nada que comprarle pues somos almas gemelas. 

Por mí seguiría mintiendo, pues no me falta desparpajo. Aunque confieso que estoy un poco tibio desde el momento en que, al parecer, ya no se puede cobrar pastuqui alguna en sobres o cajas de puros o como sea, porque esta oposición masona, marxista, antiespañola, llena de frustrados y envidiosos, está empeñada en fiscalizar los gastos. Aun así seguiría haciéndolo si me lo ordenan los patronos y los curas. Pero he empezado a notarlos un poco reticentes. Parece mentira: les garantizo dos años más de seguridad y estabilidad, durante los cuales podrán convertir a los trabajadores en esclavos, sin jornada laboral cierta, sin sueldo mínimo, sin vacaciones, sin garantías jurídicas de ninguna clase; les aseguro dos años más en que podrán ilegalizar el aborto, los matrimonios gays y hasta el divorcio; dos años más para dejar a la población sin sanidad pública, sin educación, sin suubsidio de paro, sin pensiones. Y, en lugar de agradecérmelo subiéndome el sobresueldo, como merezco, se ponen exquisitos, timoratos y empiezan a hablar de la opinión pública internacional y el descontento callejero.

Excusas de blandengues, incapaces de mostrar la desfachatez de Marhuenda, el único católico que cree no en la infalibilidad del Papa, sino en la mía. Pretextos de miserables, ignorantes de que no se puede hacer tortilla sin romper huevos y que todas las trapacerías, engañifas, chanchullos, mentiras, delitos, abusos y sinvergonzonerías que hemos cometido -todas bajo mis órdenes y con mi conocimiento- las hemos hecho a mayor gloria de dios y la patria.

¿Desde cuándo nos preocupa la opinión pública internacional, generalmente expresada en inglés, idioma que no entiendo ni hablo ni hablaré jamás, cuenta habida de que aún no he aprendido a hablar español?

¿Y el descontento callejero? Verdad es: la delegada del gobierno en Madrid, que cumple a la perfección nuestras órdenes de apalear, detener y multar a todo el que se mueva en la calle está por desgracia en un hospital con un cuadro parecido al que presentan habitualmente los ciudadanos cuando se tropiezan con sus policías. Pero no hay que ponerse pesimistas. Cifuentes saldrá de esta y podremos volver a machacar las protestas ciudadanas en el mejor estilo fascista mediante policías uniformados, policías sin uniformar vestidos de chulos y chulos de nuestra propia cosecha, sacados de las nuevas generaciones. Además, si no sale de esta o no queda en condiciones de seguir abusando, en el retortero tenemos cientos de Cifuentes.

No hay duda: todo son coartadas. Falta nervio en el núcleo duro de la raza y están dejándome caer, esperando una ocasión propicia para deshacerse de mí y abandonarme: un pequeño desliz, alguna nueva mentira, una información de que no hemos robado lo que hemos robado sino mucho más, una lista con los nombres de todos los sinvergüenzas y ladrones de los medios, intelectuales, plumillas, columnistas (de derechas, centro e izquierda) a los que estuvimos untando entre 1993 y 1996 para luchar heroicamente contra el felipismo. Ahora se hacen los estrechos, como si no estuvieran todos en el pringue. Sí, hemos administrado una asociación de malhechores de la que yo soy el responsable. Pero funciona como partido político y, mal que bien, da el pego. Pero ya me he hartado de ser el palo que lleva las velas de todos y la vela que recibe todos los palos.

Y, como se ha roto la confianza mutua (esa que todavía tengo con Barci) he decidido adelantarme y anunciar hoy mi dimisión irrevocable. Ni a Barci ni a mí nos hace falta seguir con este tingladillo. Nos arreglaremos muy bien con los dineretes que tenemos apartados en Suiza.

Excepcionalmente permitiremos preguntas que contestará Ana Mato en cuanto le dé cuerda.

(La imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).