dilluns, 26 d’agost del 2013

La política de los gangsters.


Escribo "gangsters" no para que Rajoy no entienda de qué se habla aquí, sino por no poner directamente ladrones y política de ladrones. O sea, la realidad que los casos Gürtel y Bárcenas dejan día a día en claro a los ojos de los jueces y la opinión pública: que el PP ha pasado veinte años presuntamente dedicado a diversas actividades ilegales y/o delictivas: recibiendo donativos anónimos ilícitos, empleándolos en destinos aun más ilícitos, como la financiación ilegal de las elecciones o el reparto de sobresueldos, a modo de dividendos mafiosos entre una larga serie de cargos del partido que llevan años forrándose y viviendo a cuerpo de rey gracias a estos y otros pagos, todos ellos procedentes de los dineros públicos que los cargos del PP supuestamente estafaban para entregarlos a los empresarios donantes y compensarlos así con creces por los desembolsos iniciales.

Es decir, por lo que sabemos hasta la fecha, no es exagerado considerar que el PP no es un partido normal al uso sino que más parece una asociación ilícita con ánimo de delinquir, una sociedad de malhechores que pretenden enriquecerse mediante un entramado ya aclarado hasta la saciedad, un baile de millones en el que estos sujetos, todos ellos profesionales de la política y, más especificamente, de esta política del trinque, se enriquecían y vivían con lujo y dispendio, engañando y timando a todo el mundo, al tiempo que exigían e imponían recortes y sacrificios a la gente del común. Un gang, en definitiva, una "banda", vaya; un gang de donde viene la palabra gangster, que es lo que son estos sucesores de Franco y padres de esa basura nazi de las nuevas generaciones.

Y, al frente del tinglado de corrupción, estafa, malversación, cohecho, etc, como secretario general y como presidente ha estado siempre Rajoy. No entiendo por qué el juez Ruz ha citado como testigos a los tres secretarios generales, Cascos, Arenas y Cospedal y no lo ha hecho con Rajoy, quien también lo fue. Espero que no se trate de una debilidad o respeto mundano del magistrado. La justicia debe ser igual para todos y es de esperar que el juez llame a Rajoy en los próximos días como testigo primero y quién sabe si como imputado después.

Entre otras cosas porque es el que lo sabe todo. No solo lo sabe y lo ha sabido desde el principio, sino que es el que también lo ha organizado. Él, quien nombró a Bárcenas, a quien conocía muy bien, para que le siguiera pagando los suculentos sobresueldos que ha estado años cobrando mientras se negaba a aclarar cuánto ganaba. Es el responsable político y también penal (si hay caso) de esta enorme estafa que han montado los empresarios y las derechas para tener un instrumento que pasara por un partido político con el fin de legislar según sus intereses y robar según sus posibilidades. Por eso no quiere hablar, no quiere que se le vea, está escondido, se va de viaje, se oculta. Aquel silencio de siete meses, aquellos balbuceos de "sí, hombre", "ya tal", "todo es falso salvo alguna cosa", aquel ocultarse detrás del plasma, no aceptar preguntas de los periodistas salvo cuando está con dignatarios extranjeros, salir corriendo cuando veía alguno, tenían la explicación más obvia y evidente: las peores sospechas eran ciertas, el PP funcionó durante años como una asociación de presuntos malhechores y él lo sabía todo porque lo había organizado así. ¿Qué iba a decir? No podía decir nada. Tenía que callarse y ordenar silencio a todo el mundo.

Pero el escándalo es tan grande, las pruebas tan abrumadoras, los testimonios tan vergonzosos que no le quedó más remedio que comparecer a rastras en el Parlamento a dar explicaciones. Pero ¿qué explicaciones podía dar él que sabía que todo era cierto? Mentiras y más mentiras. Su comparecencia fue un tejido de embustes que solo han conseguido empeorar la situación y hacer que vuelva a ser obligatoria su comparecencia para explicar por qué mintió en la anterior. Este pintoresco personaje, cada vez más pringado en sus mentiras, sus trolas y sus cuentos no quiere ir bajo ningún concepto y, para evitarlo se ha invitado a merendar en todas las casas de todos los dignatarios extranjeros siempre que estén suficientemente lejos.

Pero tendrá que comparecer, quiera o no, a dar cuenta de la tramoya que ha montado por no hacer lo que cualquier gobernante europeo con un mínimo de dignidad y decoro hubiera hecho ya: dimitir. Porque durante veinte años esto ha sido un latrocinio masivo, protagonizado por unos pícaros y sinvergüenzas que estaban todos pillando pasta por atacar al PSOE y defender los intereses de los patronos y los curas, mientras lanzaban grandes soflamas sobre la patria, el honor, la ética, la honradez y la corrupción ajena. Un lugar en donde los millones corrían de mano en mano, en sobres, cajas de puros, maletines y en donde se pagaban fortunas por comprar silencios, como esta última de Páez. Y todo eso con dinero público o defraudado al público.

En el colmo del cinismo, el jefe de la banda de presuntos ladrones y el más pringado, ofrece a Rubalcaba un pacto para tipificar como delito la financiación ilegal. Es de esperar que el secretario general del PSOE no caiga en esta insidia (que esta si es un insidia y no las tonterías que dice Rajoy), aunque se le ofrezca eso que él ama tanto de un pacto. No se deje sorprender en su buena fe por este truhán y respóndale como hay que responder. Más o menos, así: Mientras usted y sus compinches y secuaces que han ganado elecciones haciendo trampas, no dimitan y devuelvan toda la pastuqui que han estado robando, tiene usted menos autoridad para hablar de política que la farola de la plaza. Todo lo que no sea confesar al juez sus fechorías y devolver lo trincado, está aquí de más. Lo suyo no es la política; lo suyo es el trinque.

Y, por cierto, si esta banda de ladrones no se va, habrá que ir pensando en echarla.