dilluns, 22 d’abril del 2013

La intrahistoria.


En los años noventa del pasado siglo se procesó y condenó a diversos cargos del PSOE en el llamado caso Filesa por una serie de delitos que hoy englobamos en el de financiación ilegal de los partidos. El PSOE había creado una trama de empresas-tapadera para canalizar los fondos ilegalmente conseguidos a la financiación del partido. Menuda escandalera. En aquellos años no había tertulia o corrala en la que no se oyera veinte veces la letanía Filesa, Malesa, Time Export, las empresas fantasma.


Entre los principales debeladores del PSOE por la corrupción de su modo de financiarse se contaba el PP que, por entonces, y según la información que hoy trae en primera El País acababa de dejar de hacer exactamente lo mismo. Esto es, al parecer, el PP estuvo financiándose ilegalmente desde 1979, incluso desde antes de ser PP, hasta 1993. Y, habiendo hecho exactamente lo mismo, sacó el máximo partido político a la circunstancia de que solo se pilló con las manos en la masa a los del PSOE, quizá porque eran más pardillos. Desde luego, muy espabilados no anduvieron puesto que no se les ocurrió investigar discretamente cómo resolvía el problema de la financiación el otro partido.

Con este tipo de informaciones se hace imposible conseguir una dignificación de los políticos a ojos de la opinión pública. Esta recibe el mensaje de que en política no tiene por qué haber relación alguna entre lo que se dice y lo que se hace. Esto es, estamos en el territorio del engaño, la hipocresía y el cinismo. Acusar a otro de lo que uno mismo hace y condenarlo con escandalizado ademán es un comportamiento muy frecuente y bastante detestable. Ante eso ya puede el gobierno encargar campañas de imagen para mejorar la de la política y los políticos y, por supuesto, ya puede impulsar una ley de transparencia. Una ley de transparencia hecha por un partido al que nadie quiere auditar las cuentas voluntariamente excepto los inspectores de Hacienda que, claro, no son los que el partido quiere.

Toda la acción del PP desde sus orígenes aparece oscurecida por la sombra de la corrupción, desde las empresas tapadera hasta los sobres que, según los papeles de Bárcenas, cogió Rajoy, pasando por el caso Naseiro, un Bárcenas de entonces que se libró del procesamiento por un defecto de forma en la instrucción. A tal extremo que puede hablarse de la corrupción como forma de gobierno. Oligarquía y caciquismo, según Costa. El asunto no es de ahora, pero ahora se ve en su faceta oculta, en su intrahistoria, por así decirlo, esto es: el partido al que se acusa de llevar treinta y tantos años financiándose ilegalmente, a través de empresas fantasmas o mediante otras y variadas formas de corrupción como el caso Gürtel y los sobres de Bárcenas, ese partido es el que impone sacrificios a la población, sobre todo a los sectores más desfavorecidos y pide comprensión para sus medidas de recortes y restricciones que empujan a la gente a la ruina.

¿Con qué autoridad?