Tuve ayer la honra de participar en el Foro de las ciudades, del ayuntamiento de Fuenlabrada, ciudad gobernada por la izquierda en una alianza PSOE/IU que tiene una intensa actividad formativa y cultural. El municipio se precia de contar con una muy tupida red de asociaciones y redes civiles. Sí señor, eso es la izquierda gobernando: fomentar el interés de la gente y sus inquietudes por conocer la realidad en que vive, deliberar y tomar decisiones colectivas. Enhorabuena. La respuesta de la peña, como puede verse en la imagen más abajo, en un viernes por la tarde, es entusiasta y masiva.
Por cierto, a propósito de las fotos. Son de Raúl Pleguezuelo, un amigo, compañero de ideas y de redes sociales quien se las ha enviado a Palinuro. En la mesa estábamos tres ponentes (Soledad Murillo, Teresa Forcades y un servidor), así como un moderador. Pero solo dispongo de fotos en que estamos la hermana Forcades y yo. Si consigo otra en la que estemos tod@s, la subo.
Las sesiones del Foro este año están dedicadas al Estado del bienestar. O a lo que queda de él. A la crisis del Estado del bienestar. Pienso, aunque allí no lo dije porque se me acaba de ocurrir, que el término crisis es demasiado benévolo, aséptico. Una crisis sugiere algo extraño, ajeno a nosotros, casi telúrico, algo imposible de evitar. Y no es así. Igual que muchos defendemos que la crisis financiera no es tal sino una estafa, la crisis del Estado del bienestar es en realidad el ataque, el desmantelamiento del Estado del bienestar por intereses ideológicos, políticos y, desde luego, económicos. La destrucción de esta forma de Estado es el objetivo y el resultado de las crisis económicas. Una transferencia neta de riqueza de las clases medias y bajas a la clase alta, del trabajo al capital, un expolio al que llaman "privatización". Llegados aquí siempre me acuerdo de que, en inglés, la piratería entre los siglos XVII y XIX se llamaba privateering. Teóricamente había alguna vagarosa distinción entre privateer y pirate pero nunca contó mucho. Supongo que la diferencia estaba en si el pirata llevaba o no cartas de patente. En cuyo caso era un corsario. Bueno, un privateer, un privatizador. Como hoy: gentes que saquean las posesiones ajenas (en este caso las públicas) en beneficio de sus propios bolsillos y los de sus accionistas y financiadores.
Me felicito asimismo de haber conocido a la monja benedictina Teresa Forcades. Como es de suponer, no comparto algunas de sus premisas vitales, pero admiro su coraje cívico y su disposición ejemplar al diálogo, y creo coincidir con ella en la necesidad de luchar por algunos objetivos concretos pero de mucha hondura. El más importante, la igualdad de derechos en todos los sentidos.
Me quedé sin ver lo que me pareció era una espléndida exposición de Esther Pizarro (¡peazo espacio que tiene la casa de cultura para exposiciones!) titulada Derivas de ciudad, cartografías imposibles. Lo poco que pude ver muy apresuradamente me pareció magnífico. Una visión, casi un tacto, totalmente nuevos de nuestro medio urbano. A ver si la visito antes de que la clausuren.