dijous, 11 d’abril del 2013

Aguirre y la razón liberal.


Cunde el pánico en las redes. Ya he visto varios tuits avisando alarmados de que Aguirre anda suelta en twitter. La razón, desde luego, es obvia. Aguirre, un "animal político" en el mejor sentido del término, se aburre habiendo abandonado la primera línea de fuego. El fallecimiento de Thatcher ha debido operar sobre ella como una vocación trascendental. Una voz le ha dicho: "ahora eres tú la depositaria de la razón liberal femenina". Y se ha lanzado. Me parece muy bien y no comparto los temores mencionados. Aguirre es de las pocas políticas conservadoras (por no decir la única) que hace formulaciones de principios, claras, tajantes, y no cede a la tentación de la ambigüedad y la mallurrería de sus conmilitones. Es la única voz de la derecha que hace frente a la razón de la izquierda. Las demás se limitan a insultar. Aguirre nunca insulta (excepto a l@s de su partido) pero suele mostrarse hiriente y despreciativa. Lo bueno es que razona, que se mueve en el terreno teórico y de los principios. Y eso es muy de agradecer. Así que, amig@s tuiter@s, a leer, que la dama es conceptual. Siendo, además, según reiterada profesión, liberal, estará abierta al debate con juego limpio y en una actitud liberal que consiste en presuponer siempre que a) el contrario puede llevar razón; b) que la razón puede ser una mezcla de puntos de vista antagónicos.

¿O no?

Veamos. La reacción inmediata de Aguirre al fallecimiento de Thatcher ha sido un tuit del siguiente tenor: Margaret Thatcher y Winston Churchill han sido los políticos europeos que más han hecho por la libertad en el siglo XX. Vale. Muy liberal no suena, aunque sí muy anglófilo, lo cual está en la línea del conservadurismo español ya desde Cánovas. A uno se le ocurre media docena más de políticos europeos que han hecho tanto por la libertad, o más, según se mire, que estos: Clemenceau, por ejemplo, que fue dreyfusard, fortaleció la IIIª República y separó la Iglesia del Estado. Azaña, padre espiritual de la IIª República. Si bien es cierto que al pobre don Manuel no le dejaron culminar su obra y la llevaron a eso que Aguirre llama el desastre en terminología involuntariamente regeneracionista y que deja en pie la cuestión de quién fue el responsable de ese desastre, la víctima o el victimario.

Probablemente Aguirre se refiera a los políticos de la segunda postguerra. Pero también aquí hay quien puede compararse con Churchill y, según criterios, superarlo. Por ejemplo, De Gaulle, que proclamó la independencia de Francia como nación de la libertad sin territorio y puso en pie un ejército en el que se integraron combatientes de todos los países entonces oprimidos, entre ellos, un fuerte contingente de españoles republicanos. O Konrad Adenauer, por movernos en un campo conservador antinazi, quien desnazificó Alemania a extremos que los españoles jamás alcanzaron con el franquismo en la transición. O Willy Brandt, quien impulsó una Östpolitik que fue el primer paso para acabar con la guerra fría en Europa. O Jean Monnet y Robert Schumann, los creadores del Mercado Común. Y alguno más.

¿Por qué no reconocerlo? ¿Se debe a que Aguirre ignora estos hechos, personas, acontecimientos en un mundo complejo como el nuestro en donde las afirmaciones tajantes como la suya suenan a propaganda barata? Es posible pero no enteramente probable. Lo que sucede es que la opinión de Aguirre no se expresa como una opinión sino como una verdad apodíctica. Es decir, cualquier parecido entre ella y el liberalismo es pura coincidencia.  Parte de lo problemático de su afirmación es qué entienda por libertad. En nuestra conflictiva sociedad la mayor libertad de unos puede ser, y suele serlo,  mayor servidumbre de otros. No hay una libertad platónica en estado puro. Hay libertades. De unos y de otros y luchan por imponerse. Por eso, como solía decir Ayn Rand, a la hora de hablar de que algo sea bueno, hay que especificar bueno ¿para quién? Aguirre tiene que saberlo porque Rand necesariamente es lectura suya de cabecera. Así que o no lo sabe y es una ignorante o lo sabe y es una cínica. Ninguna de las cosas es compatible con el liberalismo.

Pero hay más. Si Aguirre contestara que, en efecto, puede haber dos o más ideas de la libertad, pero solo una (la suya) es la correcta, alguien le explicará que, siendo la libertad un valor, es racionalmente imposible saber si una versión de este es más o menos "correcta" que otra. Eso solo puede sostenerse mediante un prejuicio y los prejuicios no valen nada. Y, aun peor, siendo imposible el juicio de "corrección" entre valores (salvo aquellos que impliquen delitos del Código Penal y no con carácter absoluto) habrá de admitirse la posibilidad de que en nuestra sociedad coexistan valores antagónicos con igual validez. Pero esto no se lo digo yo. Se lo dice Isaiah Berlin, otro potente foco del liberalismo contemporáneo. A oídos de Berlin, el apotegma de Aguirre sonaría autoritario, antiliberal.

Es lícito preguntarse si el liberalismo de Aguirre es algo más que un juego de palabras. Podríanse citar muchos ejemplos y quizá lo hagamos. De momento, un botón de muestra de florido jardín: Franco era socialista dijo hace unos años a una sin duda boquiabierta audiencia del programa de TVE 59''. Socialista. De inmediato salta la relación teoría-práctica: ¿y cómo no se opusieron ustedes entonces a aquel socialismo? Porque era una dictadura. Entonces no era socialista. ¡Sí! Por eso: una dictadura socialista. Toda dictadura es socialista, ¿sabe usted? Llegados a este punto es evidente que los términos ya no significan nada y la cosa consiste en mantener necedades. Franco, el que fusiló a Zugazagoitia, asesinó a Fernández Montesinos, alcalde de Granada, dejó morir en la cárcel a Besteiro y ordenó o permitió que masacraran a miles y miles de civiles por ser socialistas (y anarquistas, comunistas, nacionalistas, republicanos, etc) era socialista. ¿Cómo? Muy sencillo, como buen socialista, Franco era un inmoral, capaz de asesinar a los suyos, como Stalin, Beria, Yagoda, etc. Muy bien. Fraga, el fundador de su partido, fue ministro de Franco, ¿no? Y no ministro técnico, sino ideológico. Ministro de Información y Turismo. O sea, de Propaganda. ¿Era socialista? Su partido ¿es socialista? 

Es decir, Franco tenía de socialista lo que Esperanza Aguirre. Y no es en lo único en que coinciden que, al fin y al cabo es poco por ser negativo. Es más, mucho más, lo que tienen en común: su acendrado catolicismo y su autoritarismo altanero. Las cosas son como ellos dicen. Incluso aunque digan auténticos dislates. Es decir, Franco, obviamente, no tenía nada de socialista, como sabe muy bien Esperanza Aguirre. Pero, precisamente por saberlo y, a pesar de todo, decir lo contrario, ella sí tiene mucho de franquista. Al menos en la misma medida en que la otra seudoliberal modelo suyo, Thatcher, era pinochetista.

Está bien que Aguirre defienda el liberalismo en el campo de las ideas pero estará mejor si matiza algo más y es menos intransigente, menos dogmática. Porque ni la intransigencia ni el dogmatismo son liberales. Y tampoco el disparate.

(La imagen es una foto de Esperanza Aguirre, bajo licencia Creative Commons).